Pbro. Edgar Gabriel Stoffel
El 5 de abril de 1970 a través de L.T. 10 - la radio de la Universidad Nacional del Litoral- , Mons. Vicente Faustino Zazpe -quién hacía poco había llegado a Santa Fe- entraba a la vida de los hogares santafesinos para encontrarse con cada uno de sus miembros y proyectar la Palabra de Dios sobre los problemas que les aquejaban. En aquella ocasión señalaba que ‘si Dios se hubiese hecho hombre en 1970, el Evangelio tendría el mismo contenido, idéntico sentido, igual valor de perennidad; pero su conformación habría sido diferente’(1) y entonces en lugar de graneros hablaría de silos, en vez de la Decapolis o Perea se referiría a Suecia, Rodhesia o Santa Fe, quizás escucharíamos la parábola de los obreros del Chocón y los pesos Ley 18188 reemplazarían a los denarios.
Los numerosos escritos y reflexiones de Mons. Zazpe, pero sobretodo sus ‘charlas dominicales’ponen de manifiesto su convicción más profunda y que lo vuelve uno de los mejores comunicadores de la Buena Noticia entre nosotros, a saber: ‘El mensaje del Evangelio tiene la perennidad que corresponde a toda Palabra de Dios y la diversidad que exigen las situaciones, las épocas, las culturas, los cambios’(2).
Cabe aquí recordar algunas de sus afirmaciones en la homilía pronunciada en la Iglesia Catedral de Santa Fe con motivo de su recepción como Arzobispo Coadjutor con derecho a sucesión:
‘La Salvación transita por la historia con los ropajes más diversos y en los hechos mas desconcertantes.
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Nuestra época es una etapa de esa historia de salvación.Los cambios profundos y totales que la marcan son signos de salvación y pueden ser caminos de salvación.
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La Historia sigue su curso cada vez más cambiante, pero con sus coordenadas permanentes: de un pueblo que realice y de una fidelidad que fructifique.26 de octubre de 1968. Arquidiócesis de Santa Fe.
La historia de la salvación no comienza hoy, continúa su proceso.La única variante es mi incorporación personal a este proceso’(3). Por la profunda relación que su Magisterio tenía con la realidad circundante, es que ofrecemos en esta nota el marco histórico que le toco vivir y en el cual encarnó la Palabra de Vida. El PROCESO MUNDIAL Y LATINOAMERICANO Cuando Mons. Zazpe llega a la sede episcopal de Santa Fe el mundo está dividido en dos grandes bloques que se disputan la hegemonía mundial y perduraría hasta varios años después de su paso al Padre. Son los tiempos de la llamada ‘guerra fría’ y de la confrontación ideológica entre el capitalismo liberal y el comunismo de origen marxista y el surgimiento del ‘Movimiento de los No Alineados’ o ‘Tercer Mundo’.Una época donde el peligro de una nueva conflagración mundial parece aventado por el equilibrio (muchas veces inestable) que mantienen EEUU y la URSS pero donde aquí y allí estallan conflictos focalizados en defensa de un llamado ‘occidente cristiano’ o la ‘liberación de los pueblos’ y se profundiza el drama de los ‘desplazados’ a causa de estos. Tiempo en que las antiguas colonias inglesas y francesas tratan de consolidarse como estados nacionales aunque sin poder –como hasta ahora- encauzar las diferencias tribales, los jóvenes de los países opulentos realizan su rebelión antisistema a través del ‘Mayo francés’, la liberación sexual, la droga, la música beat o el movimiento hippie y reaparece con fuerza inusitada el conflicto tan antiguo como la misma historia sagrada entre árabes e israelíes con su carga de muertes y venganzas que aún no han cesado. En esta época hay levantamientos detrás de la ‘cortina de hierro’ que son ferozmente reprimidas por las tropas del Pacto de Varsovia, persiste el ‘apartheid’ en Sud-Africa, en Estados Unidos los negros intentan hacerse su lugar en la sociedad y la juventud de esta nación muere por millares en los fangales de Viet-Nam. En China se profundiza la revolución cultural y en Europa el partido comunista se distancia de Moscú y tienta a no pocos católicos. En este contexto hay que señalar el surgimiento de la mentalidad anti-vida que se expresa a través de la legalización del aborto, la difusión de la píldora anticonceptiva y la propuesta de esterilización especialmente en los países pobres y la crisis de la institución familiar con el surgimiento de nuevos modos de relación como la de los hijos adolescentes que se independizan, el matrimonio de homosexuales, la implementación del divorcio, el intercambio de parejas y las relaciones prematrimoniales. Todo esto y muchas más situaciones que obviamos para no agotar al lector eran expresión de un nuevo tipo de civilización que emergía, al punto que Pablo VI escribía que ‘en los cambios actuales tan profundos y tan rápidos , el hombre se descubre a diario de nuevo y se pregunta por el sentido de su propio ser y de su supervivencia colectiva’(OA 7). A lo largo de toda esa década los desafíos planteados y muchos aún sin resolución o lo que es peor agravados fueron el de la creciente urbanización, el papel de los medios de comunicación , el cuidado y la preservación del medio ambiente, la necesidad de creación de nuevos puestos de trabajo especialmente a partir de la crisis petrolera de 1973 que conmovió las economías centrales e hizo sentir sus coletazos en los países periféricos y el desarrollo de la tecnología y junto a ellos, lo que podemos denominar nuevos emergentes: y que hasta entonces habían existido en relación a la familia: la mujer y los jóvenes. Si el mundo vibraba por la esperanza del desarrollo, América Latina bulle de ideales de Liberación que parecen estar al alcance de la mano a partir del éxito de la Revolución Cubana. De entre la multitud de canciones de protesta, una de ellas describía con creces aquel estado espiritual:‘América es volcán y sufrimientohombre y ciudad, locura y viento.La tierra va sudando campesinos, La historia marca nuevos caminos.Es que hay un sentimiento y hay silencioY hay un nombre amor que resucita,Somos territorio de violencia,Mi pueblo clama, mi pueblo grita’ Son tiempos en los cuales las democracias han demostrado su fragilidad y han sido reemplazadas por gobiernos militares que recogen el rechazo de vastos sectores de población y son cuestionados especialmente por la juventud que gana las calles desde México hasta Córdoba de Argentina o Santiago de Chile. Una época en que la ‘ violencia de arriba’ justifica la ‘violencia de abajo’ y donde la estrechez del capitalismo vernáculo y la incapacidad de los gobiernos por producir los cambios y reformas necesarias y como contraparte el escándalo de la miseria de no pocos latinoamericanos y el mesianismo marxista dejan como única alternativa la revolución. En aras de este cambio miles de jóvenes en todo nuestro continente se abocan primero al trabajo social entre los pobres, luego a la militancia política o estudiantil y finalmente algunos de ellos participarán de las organizaciones armadas que surgen por doquier a partir de las mas diversas inspiraciones (comunistas, troskistas, nacionalistas y hasta cristiana) realizando atentados contra personas e instituciones identificadas con el ‘sistema’ y como contrapartida los Ejércitos nacionales preparados para los conflictos fronteras afuera, se reciclarán en virtud del principio de las ‘fronteras ideológicas’ y utilizadas para reprimir los problemas internos, para lo cual muchos de sus cuadros son educados en la escuela francesa primero y luego por Estados Unidos en tanto muchos de los guerrilleros lo eran en Cuba o Moscú o alguno de los países que estaba bajo la órbita soviética. Entre 1970 y 1974 se ensayan experiencias de diverso tipo como la socialista de Salvador Allende en Chile, la peronista en Argentina y los nacionalismos populares de Torres en Bolivia y Velasco Alvarado por citar algunos, los cuales terminan en el fracaso por la acción de intereses económicos y políticos tanto nacionales como extranjeros pero también por las contradicciones internas que debilitan a estos intentos político-sociales. A partir de entonces se impone en nuestro continente la llamada ‘Doctrina de la Seguridad Nacional’ enmascarada en algunos casos en una pretendida defensa de los principios cristianos y los valores de occidente, con una crueldad y firmeza que disuadirán de cualquier intento de rebelión o protesta y dejarán una estela de muertos y desaparecidos y que como contraparte generará un amplio movimiento a favor de los derechos humanos y un replanteo acerca de la importancia del estado de derecho aún en aquellos que consideraban al sistema político como obsoleto. Finalizando esta etapa, en virtud de los cambios suscitados en Estados Unidos, la incapacidad manifiesta de los diversos regímenes militares y los reclamos crecientes de la ciudadanía se intenta una vuelta al sistema democrático que se irá restableciendo paulatinamente en la región. LA SITUACIÓN ARGENTINA Tal vez una de las claves para entender la historia de nuestro país en aquellos años es el de la violencia, tal como sin tapujos lo remarca Mons. Zazpe el 25 de octubre de 1985 y lo que explica también su insistencia en la necesidad de reconciliación: ‘La historia argentina ha transitado durante muchísimo tiempo por los caminos de la violencia. Son raras las etapas de convivencia nacional prolongada, pero la violencia del último decenio, llegó no solo a ser destructora sino inhumana’(4). Desde el año 1966 en que había sido derrocado del gobierno el Presidente Illia, quien a su vez había llegado a la Presidencia por la proscripción del peronismo lo que en si mismo era una violación a los derechos fundamentales de una buena parte de la población argentina, ejercían el poder las Fuerzas Armadas. El lapso que va hasta 1973 es una etapa de profundas transformaciones en la vida de la sociedad civil y que no dejará de afectar a la Iglesia, la cual a los problemas internos que se venían suscitando debía encontrar una nueva forma de relación con el mundo. La Revolución Argentina que tenía objetivos pero no plazos en su primera etapa con Onganía intentará imponer un modelo de desarrollo en el que se favorecía el capital trasnacional y se descabezaba el movimiento cultural argentino, con lo cual a la proscripción del peronismo se agregaba la persecución a nuevos sectores estudiantiles y gremiales. Las reacciones que este modelo generó en vastos sectores de la sociedad argentina dio por tierra en 1969 con las pretensiones ‘cuasi mesianicas’ del general Onganía quién fue sustituido primero por el general Levingstón y finalmente por Alejandro Agustín Lanusse quién es el gran estratega de una retirada ordenada de las Fuerzas Armadas del gobierno para lo cual convoca al Gran Acuerdo Nacional (GAN) y luego llama a elecciones aunque condicionando el retorno de Perón . Paralelamente se van generando especialmente en los jóvenes y los sectores medios una mentalidad nueva que abjura en muchos casos del liberalismo paterno o de las directrices de los partidos marxistas y se percibe la influencia del ‘revisionismo histórico’ de corte rosista y de las llamadas ‘cátedras nacionales’ que desembocarán en el nacionalismo popular, de la ‘izquierda nacional’, del ‘diálogo católico-marxista’ y el ejemplo de Camilo Torres. Muchos jóvenes abjuran de Codovilla y se sumerjen en Jauretche, Hernández Arregui y Marechal o hacia algunos de los teóricos de izquierda disconforme con la burocracia del partido, los dibujos de Carpani se reproducen en revistas y adornan habitaciones junto a la foto del ‘Che’ y hasta algún Jesús con el fusil al hombro, los trabajadores críticos a la llamada ‘burocracia sindical’, junto a estudiantes e intelectuales se nuclean en la CGT de los Argentinos acaudillada como lo exigían los tiempos por la personalidad transparente y casi mística de Raimundo Ongaro. En este contexto donde se considera que Argentina soporta la ocupación de su propio Ejército se desata la violencia con el ‘Cordobazo’ y el ‘Rosariaso’ por citar solo las dos ciudades mas importantes del país donde la calle quedó en manos de los manifestantes y poco después comenzaban las operaciones de las ‘organizaciones armadas’ o ‘formaciones especiales’ ligadas en su mayoría al peronismo (Montoneros, FAR, FAP, Descamisados) o a la izquierda troskista (ERP, FAL), las que se adjudican desde el fusilamiento de Aramburu hasta la voladura de los ‘símbolos de la oligarquía’, pasando por el ataque y toma de comisarías y el asesinato de empresarios, sindicalistas y políticos. Son tiempos también del interés por la psicología, del nacimiento del rock nacional, de la revalorización del folklore, de los campamentos estudiantiles, del teatro independiente, de la canción de protesta, de los boliches bailables, del ‘blue jeans’, del pelo largo y de las relaciones prematrimoniales. La figura de Perón exilado en España se agiganta y muchos de los hijos de quienes lo derrocaron en 1955 constituyen la vanguardia que bajo el lema ‘luche y vuelve’ presionan al gobierno militar a la par que el nombre de su extinta esposa Eva se convierte en bandera que lleva a la victoria. El año 1973 fue un año de grandes expectativas ya que tras varios años de gobierno militar a lo que se sumaban los de proscripción del peronismo se podría elegir nuevas autoridades, siendo electos los candidatos del Frejuli Hector Cámpora y Vicente Solano Lima. El 20 de junio se concretaba el esperado retorno de Juan Domingo Perón en el marco de una impresionante movilización popular, ocasión en que las fracciones mas radicalizadas del movimiento peronista (la llamada ‘tendencia’ y grupos afines y los denominados ‘ortodoxos’) se enfrentaron de modo brutal, frustrando el encuentro del ex – presidente con la gente, dejando un lamentable saldo de muertos y heridos y preanunciando lo que sucedería de allí en adelante. El llamado a la unidad nacional y la superación de los viejos enconos que dividían a los argentinos hecho por Perón tuvo poco eco en una sociedad donde no solo había que desarmar las manos, sino sobretodo los espíritus. Tras la renuncia del Presidente Cámpora para posibilitar la elección del Tte Gral Perón, la formula encabezada por éste y su esposa triunfó con el 62 % de los votos pero este apoyo masivo sirvió de poco para detener la violencia que se enseñoreaba en el país ya que a la guerrilla urbana se le agregaba el foquismo rural en los montes tucumanos y la acción contra los militantes progresistas por parte de las 3 A. El anciano Presidente convoca a la concreción de un ‘Proyecto Nacional’ pero poco después, el 1ro de julio de 1974 fallece en medio del dolor popular e inmediatamente es reemplazado por su esposa quién sin su carisma debe afrontar los conflictos internos que vive el peronismo, la crisis económica, las contradicciones de su equipo de gobierno y una escalada de violencia superior a la padecida hasta entonces, lo que termina generando un estado tal que las Fuerzas Armadas -no sin cierto consenso popular frente a lo que se consideraba un verdadero ‘vacío de poder’ y la incapacidad del sistema político de encontrar una salida legítima y constitucional que permita llegar a las cercanas elecciones- el 24 de marzo de 1976 toman el poder. Por aquellos días, el Arzobispo sostenía: ‘En 1976, estamos recorriendo un tramo espinoso y accidentado de nuestra historia nacional. Es necesario despertar nuestras reservas, encontrar el sentido histórico y descubrir los grandes valores éticos-cristianos, como la justicia, la dignidad nacional, la fraternidad argentina, la libertad individual y colectiva y la religiosidad impregnante. En el caso argentino sería mejor decir que urge recoger, contabilizar y vigorizar los valores ya existentes en el pueblo, a fin de interpretar nuestra historia’(5) A partir de ese momento el Gobierno de las FFAA se abocará a un proceso transformador de la sociedad argentina, uno de cuyos primeros pasos será desarticular el entramado social que se había construido a partir de la irrupción del peronismo y que pivoteaba sobre el movimiento obrero y el acceso al mercado interno, a la par que favorecer la inserción de nuestro país en la economía internacional. El estado de violencia y desorden que campeaba por doquier fue la excusa para llevar adelante un verdadero terrorismo de Estado basado en el secuestro, la tortura, la muerte y la desaparición de millares de argentinos a los que se consideraba opositores reales o posibles al régimen. El poder de las armas y muchísimos argentinos que se consideraban ‘derechos y humanos’, la postura de algunos partidos de izquierda que distinguían entre una ‘dictablanda’ y una ‘dictadura’ y algunos alocados intentos militares de las organizaciones revolucionarias definitivamente aisladas de la sociedad terminaron dando cierto viso de legitimidad al ‘Proceso de Reorganización Nacional’. Solo la Iglesia en varias oportunidades –aunque para sus críticos fue insuficiente- se interesó por la suerte de las victimas y nunca dejó de condenar los métodos empleados para la represión. Ligadas al drama de un modo más íntimo y como no podía ser de otro modo, las madres de muchas de las victimas se organizaron y comenzaron a manifestarle a la sociedad argentina y al mundo entero lo que estaba aconteciendo. En medio de este proceso se intentó primero instrumentalizar el Mundial de Fútbol de 1978 y luego el conflicto con Chile, donde tras la explotación del sentimiento nacional se trataba de encolumnar a la ciudadanía en apoyo al gobierno de las Fuerzas Armadas y de esta manera encubrir la conflictividad interna que vivía nuestro país. Todos estos intentos tuvieron alcance relativo y entrado los ’80 el fracaso de la dictadura militar en llevar adelante una especie de diálogo político que condujera a una democracia controlada, las críticas mas o menos explicitas que comenzaban a circular y diversos movimientos contestatarios, entre ellos los de los trabajadores y organizaciones de derechos humanos, llevó al gobierno al ‘manotazo de ahogado’ que significó la recuperación militar de las Islas Malvinas. La causa Malvinas que -que como reivindicación histórica contaba con un amplio apoyo en los mas diversos sectores de la sociedad- terminó en el más absoluto fracaso generando que la comunidad nacional pasase de la euforia a la decepción y los militares –suplantado Galtieri- por Bignone iniciaran el camino de transición a la democracia, tratando de salvar sus responsabilidades en la represión con algún tipo de ley que los amnistiara. Se hace necesario señalar en este punto que no se habría podido llegar a la restauración de la democracia sin el aliento que significó el Documento del Episcopado argentino ‘Iglesia y Comunidad Nacional’ de 1981, lo cual fue reconocido por la misma dirigencia política. En poco tiempo los partidos políticos debieron reorganizarse y realizadas las elecciones el 30 de octubre de 1983, el radicalismo encabezado por el Dr. Raúl Alfonsín quien durante la campaña electoral había denunciado un pacto militar-sindical (o con el peronismo) se impuso mayoritariamente a nivel nacional, aunque una buena parte de los gobiernos provinciales fue para el justicialismo. LA RENOVACIÓN CONCILIAR La Iglesia en la cual Mons. Zazpe ejercerá su ministerio episcopal, primero en Rafaela y luego en Santa Fe es la que surge del Concilio Vaticano II, acontecimiento eclesial del cual él mismo fue partícipe y uno de sus más decididos difusores e implementadores. Basta hojear sus diarios durante esta Asamblea que reunió por primera vez a todos los Obispos del mundo para percatarnos del impacto que ésta significó en la vida del novel Obispo que se situaba en el grupo más dinámico del Episcopado Nacional como así también el conjunto de sus escritos y disposiciones pastorales para descubrir su fidelidad al mismo y sus esfuerzos por hacer que la letra se volviera carne e historia. A seis meses de concluido el Concilio que tantas esperanzas abría para la vida de la Iglesia, el Episcopado de Argentina publicaba su declaración sobre ‘La Iglesia en período posconciliar’ en la que manifestaban que cualesquiera hubieran sido las opiniones sobre los diversos temas tratados antes de la promulgación de los respectivos decretos, adherían sinceramente y sin reservas a los mismos y hacía pública la ‘... firme voluntad de llevar adelante en nuestra patria sin vacilaciones y sin demoras la reforma propiciada por el Concilio’ proponiendo además penetrarse de sus decretos, consolidar y perfeccionar la forma comunitaria de la Iglesia y sus estructuras y fomentar una mayor apertura al mundo por parte del clero y el laicado sostenidos por un espíritu de pobreza y servicio. Y sobre la base del diálogo. Una primera respuesta episcopal a su compromiso de adaptar las enseñanzas del Concilio a nuestro país fue el llamado ‘Plan Nacional de Pastoral’ que el Episcopado había encomendado a Marengo, Zazpe y Angellelli, el cual publicado el 8 de junio de 1967, habría sido redactado en su introducción por el entonces Obispo de Rafaela (6) .y también la creación de la COEPAL (Comisión Episcopal de Pastoral) de la cual participaban teólogos, sociólogos y pastoralistas, clérigos diocesanos, religiosos y religiosas y laicos. En una América convulsionada nuestros Obispos debían hacer el esfuerzo a nivel continental de llevar adelante el proceso renovador iniciado por el Concilio y acercar al hombre latinoamericano en de las últimas décadas del siglo XX el don de la fe. La ocasión para acoger el impulso del Concilio y proponer líneas de trabajo para la renovación a nivel continental fue la Asamblea de Medellín, verdadero ‘acontecimiento salvífico’ al decir de Mons. Eduardo Pironio (7) aunque como lamentaba años después Mons. Zazpe, distorsionado o al servicio de la polarización política (8). El pronunciamiento de la Asamblea de Medellín de la cual participó Mons. Zazpe abordaba el presente de América Latina, aunque le faltaba una referencia explícita a la historia de la evangelización, reafirmaba que América Latina vivía un proceso de transformación, apelaba a las reservas de aquel momento, denunciaba los desequilibrios, injusticias, desajustes y el escándalo que significaba la extrema pobreza de millones de latinoamericanos y acentuaba, en la línea de ‘Populorum Progressio’ la necesidad del desarrollo integral de la persona que permitiese ‘... el paso de condiciones menos humanas a condiciones más humanas’, ámbito en el cual se podría experimentar el paso del Dios que salva (Cfr. Documento de Medellín. Paz, 14 e Introducción, 6). Si Medellín apostaba a la aplicación de la renovación conciliar en América Latina, en Argentina su adaptación se consideró en la Asamblea Episcopal del año 1969 , ocasión en que el episcopado Nacional emitió la declaración conocida como ‘Documento de San Miguel’. Sobre este documento de tanta gravitación en la vida eclesial argentina y del cual surgió el genuino aporte de la llamada ‘pastoral popular’, Mons. Gerardo Farrel señala que era ‘a partir de los principios teológicos y del análisis social de Medellín (que) San Miguel se impregna de elementos típicos de la experiencia histórica del pueblo argentino’ y que ‘... profundiza, en el nivel político, la realidad del Pueblo y la continuidad histórica de su lucha por la liberación, en el plano religioso , purifica la apreciación de la religiosidad popular de prejuicios elitistas y sociologistas y trasciende falsos planteos secularistas: la dicotomía religión y fe y la reducción de la fe a su dimensión personal, que le niega capacidad de dar sentido a la historia, desde su presencia en la realidad socio-cultural’ (9) La lectura de los textos de Mons. Zazpe y su praxis pastoral nos muestran la profunda interrelación con los contenidos de este Documento y las apreciaciones de Mons. Gerardo Farrel, más aún si recordamos que el ya Arzobispo Coadjutor de Santa Fe exponía en esta Asamblea Plenaria extraordinaria sobre ‘Realidad actual religiosa del país’ (10). LA CRISIS DE LOS AÑOS ‘70 La renovación conciliar destinada a sacudir las estructuras anquilosadas y obsoletas de la vida eclesial –hecho ya de por sí traumático- se verá, en nuestro país, complicada por las circunstancias políticas y sociales que entonces imperaban. La crisis del sistema político, el gobierno de la ‘Revolución Argentina’ con el consecuente cercenamiento de las libertades políticas y sociales que iban mas allá de la proscripción del peronismo y abarcaba a nuevos sectores sociales, la protesta que aunaba a obreros y estudiantes en los principales centros urbanos, la irrupción de la guerrilla el desarrollo de la idea de que si se quería cambiar la sociedad había que optar por el socialismo, fueron factores que repercutieron de modo notorio sobre la ya complicada situación interna. En este contexto, a la pérdida de identidad que experimentaban muchos sacerdotes y a la crítica a la vida celibataria y a la disciplina eclesiástica, venía a sumarse la idea de que la plenitud del ministerio podía adquirirse en la lucha por la justicia y la construcción de una nueva sociedad. Al respecto señalaba Mons. Aloisio Lorscheider en el Sínodo de 1974:‘Con mucha vehemencia se plantea la cuestión de la acción de la Iglesia en el campo de la justicia y de la liberación social.--------------------También en este campo surge en el ámbito sacerdotal, `el tercer hombre de la Iglesia `. Este no quiere abandonar ni el ministerio ni la fe, aunque hace poco caso de la vida y de la acción de la Iglesia, y afirma, por otra parte , que quiere realizar su misión mediante el `compromiso con los pobres, con los oprimidos `, al margen de la Iglesia institucional. No ataca a la jerarquía ni a la Iglesia institucional. Permanece en la Iglesia para `concienciar ` , hasta que se consiga la reforma de las estructuras sociales. Alienta la esperanza de que con la destrucción de las estructuras sociales podemos llegar a la `reforma de las estructuras eclesiásticas y al nacimiento de una Iglesia nueva’ (11) Entre nosotros también estaba instalada esta idea al punto que con motivo de la situación de un sacerdote, solicitada la opinión de un hermano en el ministerio señala que se ha ido acentuando en él una vocación política manifiesta en el cauce del peronismo combativo y por allí parece haber decidido su camino, lo cual el testimoniante no encuentra en contradicción con los fundamentos sociales del Vaticano II y sobre todo de Medellín y aboga para que la Iglesia valore maternalmente esta opción de un hijo que necesita de mayores círculos para lo que será siempre su sacerdotal entrega. En el lúcido análisis que realiza Mons. Giaquinta a 20 años del Concilio señala como expresión de la crisis sacerdotal la emergencia del Movimiento de Sacerdotes para el tercer Mundo - el cual sin llegar a los extremos de grupos similares como ‘Golconda’ o ‘Cristianos por el socialismo’- era sumamente crítico de las estructuras y especialmente de la Jerarquía a la cual veían demasiada sumisa a los gobiernos dictatoriales y alejada de los pobres en cuyos ambientes muchos de ellos trabajaban pastoralmente y a la par expresaba cierta dualidad frente al tema de la violencia. Es llamativo en este sentido que mientras esta tendencia no condenaba del todo a la llamada ‘violencia de abajo’ otros sectores clericales y laicales justificarían la represión para salvar el orden instituido aunque este muchas veces fuera injusto, y por lo tanto también ‘violento’ como certeramente señalaban los ‘tercermundista’. Por esta razón nos parece atinada la reflexión de Mons. Giaquinta cuando sostiene que ‘la historia de la violencia ideológica, de todo signo, y la participación en ella de los cristianos militantes es todavía una historia a escribir’ ya que sería una hipocresía no querer ver que cristianos, que se gloriaban de ser tales, hayan tenido participación activa en todos los golpes de estado, en la guerrilla revolucionaria y en la instauración del terror de Estado’ (12). Frente a esta realidad Mons. Zazpe no dudará en condenar la violencia que ejerce el Estado de manera ilegítima o de manera exagerada como cuando se reprimió en 1969 una manifestación pacífica de los pueblos de la cuña boscosa, ocasión en la que señalaba su convicción de que ‘... la violencia engendra una violencia peor, sobre todo cuando se pretende silenciar una manifestación pacífica cuya falta consiste en no haber pedido permiso’ (13), pero no dejaba de precisar que ‘los cristianos saben que la revolución pregonada por Pablo VI no puede identificarse con la marxista; saben que la violencia no es evangélica...’(14). En 1981, comentando el Documento ‘Iglesia y Comunidad Nacional’ y tras recordar que en el último decenio la violencia había sido verdaderamente inhumana, se plantea y respondía junto con sus colegas: ‘¿Qué terapia seguir para lograr una superación? El Episcopado prevé como imprescindible el discernimiento de las causas: distorsiones ideológicas, economía afligente, desigualdades sociales y atropellos a la dignidad humana.También llama la atención y distingue la justificación de la lucha contra la guerrilla –de la cual no duda- de los métodos empleados por la represión.El Episcopado menciona explícitamente a los cientos de víctimas del terrorismo –militares, policías, empresarios, dirigentes y anónimos- pero reitera su pedido por los desaparecidos’ (15). Junto con esto preocupaba a Mons. Zazpe la crítica que desde el Movimiento se le hacía a la Jerarquía eclesiástica razón por la cual en 1971 les va a dirigir una carta personal a los integrantes santafesinos donde manifiesta que su mayor preocupación y reserva frente a las posiciones asumidas no se refieren tanto a las relacionadas con la injusticia y la pobreza, como las que tienen que ver con el aspecto eclesial. En esta carta se puede apreciar la caridad pastoral y la paternidad de Zazpe ya que frente a declaraciones públicas del movimiento de fuerte contenido contra los Obispos, él elige el camino de la misiva personal a cada uno de los integrantes, aunque por razones que desconocemos y quién o quienes lo hicieron, ésta trascendió a la prensa y tuvo amplia repercusión.(16). Ante el planteo tercermundista que ponía al Episcopado de Argentina ante la disyuntiva de aceptar sus reclamos, Mons. Zazpe sostiene: ‘... no hablo defendiendo mi persona o actuación , sino la comunión del movimiento con la jerarquía. Es decir, veo la gravedad de una concepción eclesiológica especial no solo sostenida por ustedes sino presumiblemente entregada a los fieles, cuya responsabilidad ante Dios es mía, de manera inmediata, directa y personal (LG 3,27)’ (17). Finalmente afectaba al Obispo el quiebre de la unidad eclesial y pastoral que se suscitaba en la Arquidiócesis, ya que si bien en Santa Fe la situación fue menos tensa que en otros lugares porque Zazpe nunca rompió el diálogo con los sacerdotes del Tercer Mundo y reclamó enérgicamente ante las autoridades por algunos de ellos cuando fueron detenidos, estos llegaron a afirmar que no tenía una pastoral coordinada y que la misma se le escapaba de las manos(18). Como contrapartida algunos sacerdotes, individual o grupalmente manifestaban su oposición a los enrolados en esta postura o sus reparos frente a un Zazpe que consideraban demasiado blando frente a aquellos o a sus actos de desobediencia, aunque nunca llegaron a constituir una agrupación con la formalidad de los tercermundistas. Ante la falta de comunión que se manifestaba en el clero, en la Misa Crismal de 1974 y en el marco del Año Santo que llamaba a la reconciliación, expresará: ‘... debemos convertirnos y reconciliarnos porque la Iglesia local de Santa Fe tiene sus propias indigencias, sus propios clamores y esperanzas.Desde 1965 -y quizás desde algunos años antes- el cuerpo sacerdotal ofreció al pueblo de Dios la imagen de un cuerpo no solo tensionado, sino electrizado.Ciertos hechos mostraron que las tensiones llegaron a invadir algunos campos no cristianos; el de la división, el del enfrentamiento, el de la quiebra de la fraternidad sacerdotal; el de los grupos incomunicados.Fueron diez años duros, difíciles y arduos.Ciertamente no era el único cuerpo sacerdotal de la Iglesia que vivía esta problemática. Participábamos con todos los Presbiterios , del proceso difícil de la renovación eclesial.Pero nuestra situación tenía relieves propios y su propia estructuración, lo que de alguna manera hacían diferente nuestro proceso, de los sucedidos en Rosario, Córdoba, Corrientes, Mendoza, Isolotto, Bilbao o Quito’(19). Y a punto de culminar su homilía, tras enumerar el proceso de empobrecimiento y cansancio que esto había suscitado, señalaba dolorido: ‘somos el resto de lo que fuimos’(20). El otro ámbito de la crisis fue el de la vida consagrada donde el proceso de cambio vivido al interior de ordenes y congregaciones que ponía en el tapete la cuestión de la identidad del religioso o la religiosa se cobró demasiadas victimas y sumó a no pocos en la desesperanza. No faltaron comunidades que asumieron una radicalidad mas profunda en el seguimiento del Señor revisando su carisma y en muchos casos abandonando los lugares que creían ‘cómodos y seguros’ para insertarse entre los mas pobres, aunque esto significó a veces retirarse de colegios y hospitales. Para Mons. Zazpe, aceptando la multiplicidad de causas, la razón más profunda era el espíritu de crítica y cuestionamiento que había invadido la vida religiosa, que terminaba haciendo peligrar la renovación que se pretendía alcanzar, por lo cual les exhortaba: ‘Es fatal la actitud de hacer puro problema, de todas las tremendas dificultades de la renovación, como también de reducirla a una llana derogación de las leyes de la Iglesia.La vida religiosa es un misterio irreductible, que solo puede enfocarse desde la fe que es certeza.Es mentira y falso que el religioso y la religiosa no sepan que son y para que están. Hay luz suficiente para una renovación positiva, profunda y adecuada, que posibilite las potencialidades inéditas de formas, estilos y presencias de la vida religiosa.De la crisis actual no saldremos con un nuevo cuestionamientos acerca de la identidad dcel religioso, sino con una fidelidad a las exigencias permanentes a la consagración que son siempre idénticas y fundamentales’(21) También en el ámbito laical se hizo sentir esta crisis que profundizaba la comenzada ya a mediados de los sesenta en los movimientos especializados (JOC, JUC, Mov. Rural de AC, etc) y en la desilusión ante la imposibilidad de poder articular un proyecto político de inspiración social-cristiano. La Acción Católica y en especial aquellas ramas que estaban mas relacionadas con las problemáticas mundanas como las ya señaladas no podrán sustraerse a la dinámica que iba adquiriendo el proceso socio-político produciéndose una verdadera sangría de militantes hacia lo que consideraban un compromiso mas efectivo lo cual en la mayoría de los casos iba acompañado de una fuerte critica a veces de modo confuso a la estructura eclesiástica a la que consideraban anquilosada e inadecuada a las necesidades del momento histórico y a la negación de la misma organización en la que se habían formado desde niños (22). Sin embargo, Mons. Zazpe –formado en sus filas y propulsor de la teología del laicado- seguirá sosteniendo la importancia de la Acción Católica y pondrá todas sus fuerzas para su recuperación y renovación. EL APORTE LATINOAMERICANO A LA REFLEXION ECLESIAL Junto a los aspectos negativos que hemos señalado no cabe duda que este fue un período también fecundo en cuanto a la reflexión teológica y así mientras en Europa campea la ‘teología política’, la de las ‘realidades terrenas’ o planteos ligados a la secularización, en nuestro continente se pivotea sobre la Liberación en virtud del estado de opresión que viven los pueblos y los pobres de estos pueblos, la cultura y la religiosidad popular. Un proceso marcado por la búsqueda sincera y las contradicciones como se puede observar en el encuentro que el CELAM realiza en 1973 donde son convocados teólogos y científicos sociales a nivel continental para reflexionar en torno a la teología de la liberación. Allí van a confrontar Mons. Lopez Trujillo y el entonces Pbro Jorge Mejía que consideran dudosa la posibilidad de elaborar una teología latinoamericana con los Pbros. Gustavo Gutierrez, -que si bien tienen diferencias entre ellos- que sostienen el planteo de la liberación en una perspectiva conflictual (23). Sin embargo hay que señalar también que el argentino Lucio Gera va a superar el planteo de Gutierrez y de otros que abrevaban en su misma línea de interpretación resaltando que los sujetos de la historia no son las ‘minorias concientizadas’ sino los pueblos que poseen un modo de ser propio o cultura, una historia concreta donde se entremezclan la dependencia económica y política con las ansias de liberación y sus parciales realizaciones y que no entiende solo desde la exclusividad de la racionalidad científica (que se identificaba con el marxismo) y donde la religiosidad es un componente esencial. Un ámbito propicio para que la reflexión latinoamericana se manifestara a nivel de la Iglesia universal será el Sínodo de los Obispos que convocado por Pablo VI se reunió en Roma en 1974 para tratar el tema de la Evangelización en el mundo contemporáneo. La participación de los Obispos de nuestro continente –entre ellos Mons. Zazpe- fue especialmente rica e importante, señalando al respecto Mons. López Trujillo que en aquella ocasión era dable observar la armonía en los enfoques dentro de la riqueza de la variedad, dado que los pastores sin acuerdos previos ya que debían expresar el sentir de sus propias comunidades, dieron la impresión de unidad y se destacaron por un lenguaje pastoral serio lejano a toda estridencia que podría ser explicable dado los acontecimientos convulsionados que se vivían por entonces.(24). Hay que destacar en este sentido, además de los aportes personales de cada Obispo el documento elaborado por el CELAM como respuesta al pre-documento enviado por la Santa Sede en el cual se precisa que la evangelización de nuestro continente estuvo centrada en el misterio de Cristo crucificado (Cfr. Nros 197 y 206) por lo cual se hace imprescindible conocer su historia (Cfr. Nro 109). También se resalta la importancia de la religiosidad popular a la que se define como ‘... el conjunto de convicciones y prácticas religiosas que grupos étnicos y sociales han elaborado a través de una adaptación especial del cristianismo a culturas típicas latinoamericanas’ (Nro 171), se la considera un fruto de la primera evangelización (Cfr. Nro 117) y si bien se hace necesario su purificación y superar todo sincretismo (Cfr. Nros 172, 182, 186) se impone redescubrir sus valores (Cfr. 172 y 174) y evitar interpretaciones racionalistas y descalificadoras de la misma (Cfr. 172) y como propuesta alternativa una auténtica pastoral popular (Cfr. Nro 185). Al mismo tiempo se deplora la actitud complaciente de muchos cristianos (clérigos y laicos) con el proceso de secularización (Cfr. Nro 152 y ss), la contraposición secularización-‘sacralidad’ (Cfr. Nro 151) y sin dejar de señalar aspectos de esta que favorecen a la evangelización (C fr Nros 164 y 169) llama la atención acerca de la mentalidad que genera, cerrada a las mediaciones institucionales entre las que se comprende la Iglesia (Cfr. Nro 157). Aborda también la problemática de la cultura, señalando que la del pueblo latinoamericano está profundamente marcada desde sus orígenes por la religiosidad popular (Cfr. Nro. 117) y que la Revelación histórica asume los valores de la cultura y que en ella se percibe una presencia actuante de Dios (Cfr. Nros 214- 215). La superación de los problemas sociales implican una opción del cristiano por la justicia que se considera una dimensión constitutiva de la evangelización (Cfr. Nro 107, 144, 164) y el compromiso con la liberación de los pobres, cuya historia se remonta al siglo XVI cuando la Iglesia defiende la libertad y la racionalidad del indígena (Cfr. Nros 112-113) y que debe ser integral (Cfr. Nros 107 y 144), para lo cual es necesario que estos sean iluminados, orientados y formados por la comunidad eclesial (Cfr. Nro. 140). Ya en las sesiones se escuchará a los obispos latinoamericanos plantear estas cuestiones como lo hace Mons. Pironio cuando recuerda que la liberación cristiana está unida a la salvación cristiana , que hace al hombre hijo de Dios, hermano de los hombres, Señor del mundo, capaz de la visión beatifica y la perfecta felicidad que Cristo ha prometido a los hombres (C fr. Pg, 155); Mons. Primatesta cuando propone tratar el problema de la fe, la cultura y de la religiosidad popular, de la evangelización explicita e implícita; la relación entre evangelización y liberación, punto éste muy importante para América Latina...’ (pg. 159); Mons. Helder Cámara que plantea la relación entre liberación y evangelización y tras señalar el compromiso eclesial en esta tarea alerta acerca del peligro de que los oprimidos de hoy sean los opresores del mañana, que el desarrollo económico y social no se haga a costa de lo religioso, que el trabajar por los pobres no lleve al odio a los ricos a la par que resalta que el alma de la evangelización es el Espíritu Santo (Cfr. Pg. 172) y que la única opción pastoral es la entrega a los pobres (Cfr. Pgs. 173-174) y Mons. German Scmitz Sauerborn que la evangelización debe ser integral e histórica (Cfr. Pg. 179-180). Junto a estos y otros pastores se expresará Mons. Zazpe quién mas que detenerse en la discusión misma que se está llevando a cabo se plantea lo que debe seguir al Sínodo ya que la experiencia enseña que muchas iniciativas se han frustrado o al menos no lograron interesar debidamente a la Iglesia por lo que propone ‘... cuidar de que se entusiasme a la Iglesia, se despierte sus energías, se ayude a superar las actuales divisiones internas y se abran horizontes frente al futuro, sin sombras de temor o exageradas cautelas’ (Cfr. Pg. 186)). Mas adelante señala las características de la evangelización que ‘... se parece a una empresa eclesial, pero es mas que una empresa: es un misterio’ que hay que anunciar para vivirlos y celebrarlo; resalta el papel del Espíritu Santo en la obra evangelizadora ya que El es el que da y conserva la identidad eclesial y su misión, de la cual aquella es parte; la centralidad de la cruz ya que la Iglesia es el gran sujeto evangelizador que debe vivir de ella aunque referenciada en al resurrección; la iluminación cristiana y no solo sociológica de los acontecimientos históricos para dar a los signos de los tiempos no siempre claros su verdadero significado; recuerda el oficio profético es uno de los tres principales, pero no el único principal y pide que se hable de la Bienaventurada Virgen María en relación a la evangelización (25). Los debates concluirán el Mensaje de los padres sinodales del 23 de octubre sobre ‘La promoción de los derechos humanos, exigencia evangélica en el ministerio’ y la ‘Declaración final de los padres conciliares sobre la evangelización’ del 27 de octubre de 1974. Pasado algo mas de un año el Papa Pablo VI publicaba la Exhortación apostólica ‘Evangelli Nuntiandi’, fruto en buena parte de esta Asamblea episcopal y que si bién no tuvo muchas recepción al principio especialmente en los ambientes mas ideologizados que identificaban la labor de la Iglesia solo con la actividad política o la promoción, la acogida fue creciendo en las comunidades eclesiales que aceptaron con agrado el planteo evangelizador que contenía y que se ubicaba en la perspectiva histórica pero que además confirmaba pasos y líneas que se venían esbozando desde el CELAM. De hecho, ‘Evangelii Nuntiandi’ se convertiría en el eje de la preparación a la Conferencia Episcopal de Puebla al punto que en el Documento final nos encontramos que su marco teológico general y el hilo conductor que es la evangelización encuentran en esta exhortación su inspiración, al punto que se la cita mas de un centenar de veces. Otro de los grandes temas de Puebla que es la cultura y su evangelización se nutren de la perspectiva de Pablo VI quien en continuidad con la ‘Gaudium et Spes’ planteaba el cuestión cultural como el ámbito en el que se desarrolla la vida humana e invitaba a evangelizarla hasta sus raíces (Cfr. Nros 19-20 y 62 a 66) . Junto a esto la definitiva revalorización de la religiosidad popular que con lo anterior es uno de los grandes aportes poblanos encuentra también en ‘Evangelii Nuntiandi’ su sustento ya que sin dejar de notar sus deficiencias o carencias resalta sus valores y la denomina ‘gustosamente’ ‘piedad popular’ o ‘religión del pueblo’ (Cfr. Nro 48). En intima ligazón dada la profunda devoción mariana de nuestros pueblos, la presentación que Pablo VI hace de la Santísima Virgen María como ‘estrella de la evangelización siempre renovada...’ (Cfr. Nro 82). Finalmente debemos señalar que la exhortación plantea tambien el tema de la liberación y la promoción humana, a los cuales coloca entre los contenidos de la evangelización ya que el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos por lo cual sería contradictorio proclamar el mandamiento nuevo sin promover la justicia y la paz, aunque la liberación que se proclama no puede quedar reducida a ese ámbito sino que debe conducir al encuentro con el Absoluto (Cfr. Nros 592-601). Entrando ya al Documento de Puebla debemos señalar que el clima previo a la Asamblea episcopal estuvo bastante enrarecido y no faltaron cuestionamiento a los textos preparatorios y a los mismos Obispos por parte de sectores enrolados en la ‘Teología de la liberación’ y que incluso llegaron a realizar un ‘Puebla’ paralelo. De aquellos días Mons. Zazpe resalta el contraste entre el rechazo de una masonería arcaica a la visita del Papa y las críticas a la jerarquía latinoamericana de parte de los grupos que cuestionaba la Asamblea, con la actitud del pueblo que unos decían representar y los otros reivindicaban: ‘... viajamos a Guadalupe para la apertura del CELAM. La Basílica y el atrio, magníficos. Un mundo de gente pobre. Las calles repletas; la gente en cornisas, techos, árboles, ventanas. Todos saludaban con alegría y emoción. Los Obispos se emocionaban hasta las lágrimas. Llegamos a las 20 hs. a Puebla, cansados. El pueblo no nos dejaba avanzar hacia los autobuses: besos, bendiciones, apretón de manos’(26). No abundaremos en la importancia de las conclusiones de estas deliberaciones para la evangelización de nuestro continente pero si nos permitimos resaltar la activa participación que le cupo al Arzobispo de Santa Fe quién integró la Comisión de Cultura, entre cuyos peritos se encontraban Lucio Gera, Mateo Perdía y Joaquín Allende Lucco y en la cual se hizo según el mismo Zazpe ‘muy buen trabajo’. Luego debió trabajar con la Comisión de Empalme y Presidencia y finalmente lo nombraron para integrar la Comisión de redacción del texto definitivo con sus colegas Perez Gil, Cheuiche y Revello, para lo cual contaron con la colaboración de los ya citados Gera y Allende Lucco y la de Hernan Alessandri. Según leemos en Theológica Xaveriana en el debate sobre dignidad humana, propuso una nueva articulación de todo el núcleo doctrinal para lo cual partía de la idea de amor familiar y paternal como fuente de inspiración de la participación y comunión. Tras resaltar que Dios es amor y familia, que el Hijo y el Espíritu Santo son enviados para reconciliar al mundo con el Padre y que la Iglesia es Madre concluye que todo debe ser enfocado desde el amor y no desde el conflicto, y que es precisamente desde el amor fraterno como se resuelven todos los conflictos y diferencias en una profunda comunión. (27). Ya de regreso a nuestro país se convertirá en uno de sus difusores, primero a través de las charlas dominicales y luego en la edición del folleto ‘PUEBLA. Plan de Dios para América Latina’ donde manifiesta que en nuestro país parece –aún cuando el episcopado ha realizado una edición oficial del documento- faltar entusiasmo colectivo para proyectarlo a nuestra realidad con el argumento de que somos diferentes a otras regiones de latinoamérica, con lo cual, arguye y son sus palabras ‘... se pasa olímpicamente a un silencio que involucra una flagrante desobediencia al Papa y a los Obispos argentinos que firmamos el documento, convencidos de su validez nacional’(28). LA APUESTA A LA RECONCILIACIÓN Y AL ESTADO DE DERECHO El llamado a la reconciliación nacional que a partir de 1981 comenzó a realizar el Episcopado como camino para la reconstrucción del orden democrático aún hoy suscita múltiples reservas –entre ellas la del actual Presidente quién recientemente hizo públicos cuestionamientos- ya que se lo considera como una manera de echar un manto de olvido sobre lo acontecido en nuestro país durante los llamados ‘años de plomo’ del ‘Proceso’ militar iniciado en 1976. Ignoramos la influencia de Mons. Zazpe en la confección de los documentos ‘Iglesia y Comunidad Nacional’, ‘Caminos de Reconciliación’, ‘Principios de Orientación Cívica’ y ‘En la hora actual del país’ emitidos entre 1981 y 1983 donde se aborda la problemática de la ‘Reconciliación’ como en la organización de la ‘Jornada de Reconciliación Nacional’ del 19 de diciembre de 1982, pero no dudamos de su compromiso con esta opción –no solo por solidaridad con la decisión de sus hermanos en el Episcopado- sino por que la venía predicando desde una década atrás. Como hemos recordado mas arriba, para Mons. Zazpe la historia nacional estaba atravesada por violencias de distintos signos (‘el ataque a la vida humana en el seno materno, la subestimación de las vidas consideradas inútiles por la sociedad, el abandono de la ancianidad, el trabajo deshumanizador, la absolutización de la riqueza, el poder y el sexo sobre la persona misma, los regímenes políticos opresivos, la violencia terrorista, los secuestros, la tortura física y sicológica y el crimen como camino de liberación política’) por lo cual nuestra nación, a su entender, necesitaba ‘... una reconciliación fundamentada en la verdad, la justicia y la libertad e impregnada de amor cívico y patriótico’ (29). Ya en 1973 con motivo de la recordación del 9 de julio afirmaba ante las autoridades provinciales recientemente asumidas: ‘La Patria necesita ciertamente de la nueva ley de educación general, de una planificación económica, de una política sanitaria, de un reajuste en precios y salarios; pero sobre todo necesita de un nuevo espíritu: de una profunda reconciliación consigo misma, con Dios y entre sus ciudadanos: de los hijos con los padres; de los estudiantes con los obreros; del capital con el trabajo; de los ciudadanos con las autoridades y de las autoridades entre sí.La Patria necesita de una reconciliación en la Universidad, en los gremios, en los cuarteles, en las familias, en los corazones, en los espíritus’(30). Al año siguiente vuelve insistir en este tema en consonancia con la propuesta de Pablo VI para el Año Santo que giraba sobre el eje ‘Renovación y reconciliación’ lo cual constituía un verdadero acicate evangelizador de nuestro pueblo ya que invitaba a encontrar en Cristo, reconciliación y novedad liberadora, respuesta a sus expectativas y deseos mas profundos, dado el proceso que vivía el país sacudido y signado por divisiones y frustraciones. Así en la Misa crismal de ese año, como ya lo hemos señalado se dirige al presbiterio santafesino y le invita a su renovación y reconciliación (31), la peregrinación a Guadalupe es convocada bajo el lema ‘La iglesia de Santa fe peregrina a Guadalupe para reconciliarse en el Año Santo’(32), en el Te Deum del 25 de mayo habla de ‘Una patria a reconciliar’ , la celebración anual de Corpus se centrará en la Eucaristía y la reconciliación (33) y en la homilía en la Misa de Réquiem por la muerte del General Perón impactado porque en esos días habíamos demostrado ‘... que somos capaces de llorar, de pensar, de aproximarnos, de sacrificarnos, de unirnos’ señalaba que ‘la tarea de la Iglesia en esta etapa de la historia política, ha de ser la de contribuir a la unión, a la aproximación y a la consolidación de las instituciones básicas del país; no desde un ángulo político, sino desde el propio que es el religioso’(34).. También en ese mismo año publicará la Carta pastoral ‘Reconciliación y renovación’. Una reconciliación que estaba en íntima conexión con la vuelta al estado de derecho, por el cual aboga Mons. Zazpe y que según su sentir va más allá del mero restablecimiento de las instituciones políticas ya que ‘los partidos políticos y las cámaras son necesarias pero no bastan’ (35), tiene un imperativo ético y debe fundarse en la participación, evitar todo tipo de autoritarismo y desterrar la mentira. Al respecto afirmaba ya en 1981: ‘La verdad tiene más fuerza que la mentira y la participación tiene mas posibilidades que el autoritarismo y la dictadura.Recuperar el estado de derecho y vivir bajo los procedimientos señalados por la ley, parecen peligros para la seguridad de la comunidad, cuando por el contrario, constituyen los únicos elementos válidos de paz y estabilidad’(36) Y agrega: ‘La renovación del país y su camino a la democracia, no será posible sin una actitud ética de quienes la sostienen. Si tambalea la base moral, el sistema tambalea’ (37). Y en el tema clave que condiciona la reconciliación entre los argentinos y la construcción del Estado de derecho, el de los desaparecidos por los cuales tanto había bregado, afirmará tajantemente: ‘En este aspecto doloroso, el silencio y el olvido no traerán la paz anunciada’(38) SU ESTILO COMUNICACIONAL Antes de entrar en la lectura de sus mensajes parece pertinente unas breves líneas sobre el estilo de los mismos que se inscriben dentro de lo que se denomina COLOQUIAL, muy propio del ambiente radiofónico para el cual fueron elaborados. De ningún modo se pretende etiquetar su estilo, sino que este ha sido el elegido por Mons. Zazpe para comunicarse con sus oyentes como el mismo lo recuerda en el prólogo de ‘Conversando con la Familia’ que editorial Bonum publica en 1976: ‘El lenguaje es directo, sencillo y concreto, porque responde al coloquio. De ahí también sus defectos: reiteraciones, ciertas libertades de sintaxis y de vocabulario’ (39) Una de las notas características del lenguaje zazpeano es como el mismo lo dice, la sencillez en primer lugar de vocabulario. Esto implica que se utiliza la palabra correcta en el momento conveniente para que el oyente no tenga que acudir a un diccionario como sucedería si se utiliza una expresión erudita. Sencillez en el vocabulario que no es sinónimo de vulgaridad. Esta sencillez también se da en la estructura gramatical y sintáctica por lo cual las oraciones no son ni extensas ni complicadas y por lo general siguen el orden gramatical convencional aunque sin abusar de las oraciones subordinadas. Finalmente esta simplicidad se manifiesta en la delimitación del tema, por lo general uno a la vez, en el abordaje de cuestiones concretas con las cuales el oyente esté medianamente familiarizado y en la extensión que nunca supera una página y media. No falta lo reiterativo como lo reconoce el mismo Zazpe –que en la lectura molesta- pero que en la comunicación radiofónica es un elemento imprescindible ya que el oyente necesita recibir el mismo mensaje o al menos el mismo contenido semántico para interiorizarlo sin demasiadas complicaciones, Todo esto es de fundamental importancia ya que el mensaje debe ser claro y contundente de entrada y perceptible para el que escucha ya que en este tipo de comunicación el que transmite no puede volverse atrás y releer lo pronunciado. Por otra parte hay que señalar que el mensaje está dirigido a una audiencia hetereogénea con diversos niveles culturales, de interés y de percepción pero que a la vez se lo toma –por parte de cada oyente- como personal. Mons. Zazpe, al transcribir los textos para su edición en formato de libro, señala: ‘el lector, por ser amigo, será benevolente’(40) lo cual implica que previamente se ha relacionado con sus oyentes de igual a igual, exponiendo con altura y evitando el tono académico. Evidentemente que el uso correcto de los vocablos, la concisión en lo expresado y la claridad de los conceptos han sido los instrumentos eficaces a la hora de transmitir el mensaje y lograr esa cercanía con el radioescucha, sin embargo la palabra de Mons. Zazpe no habría logrado tal comunicación si el contenido semántico de dicho mensaje no hubiese sido verdaderamente relevante: el del Dios revelado por Jesucristo y el del Hijo que revela el misterio de la persona humana, de la familia nueva, de la vida social, de la vida científica y técnica, del acá y del más allá, del dolor, del hambre, de la injusticia, de la alegría y del dolor y de los valores y antivalores del individuo y de la sociedad.
NOTAS 1) ARCHIVO ARZOBISPADO DE SANTA FE DE LA VERA CRUZ (AASFCV). Papeles de Mons. Zazpe. Habla el Sr. Arzpobispo Nro 1, 5 de abril de 1970.2) Ibidem ant.3) Boletín Oficial Arzobispado de Santa Fe Nro 94, 1968.4) ZAZPE, Vicente. Habla el Arzobispo. El Episcopado y la actualidad, 1981.5) Habla Monseñor Zazpe, pg. 26.6) Cfr. POLITTI, Sebastián. Teología del Pueblo, pg. 192.7) Cfr. La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio, Tm I. Presentación, pg. 27, 1969.8) ZAZPE, Vicente. Puebla. Plan de Dios para América Latina, pg. 189) FARREL, Gerardo. Iglesia y Pueblo en Argentina, pg. 141. 10) Cfr. MONTINI, Jorge y Zerva, Marcelo. Vicente Zazpe. El corazón de un pastor, pg. 197.11) Evangelización Hoy, Cuadernos del Instituto 2, pg. 139.12) Criterio 1957-58, pg. 701.13) Ibidem nota 10, pg. 12714) Ibidem ant., pg. 128.15) Ibidem nota 4.16) Esta actitud mereció un fuerte comentario de Jorge Mejía en Criterio 1627, 9 de setiembre de 1971, pg., 575, quién señala que si bien texto semejante no habría quedado demasiado en secreto, ‘... prueba una vez más la carencia de escrúpulos con que estas cosas se manejan’.17) Cfr. El Litoral.18) Cfr. Confirmado, 1ro de febrero de 1972, pg. 22.19) ra ene-jun/jul-dic 1974, pg. 37.20) Ibidem ant.21) ra 1971, pg. 13.22) Cfr. LIBOREIRO, M. C. y otros, pg. 374 y ss.23) Ibidem nota 6, pg. 301.24) Ibidem nota 11, pg. 24.25) Idem ant., pgs. 186-188.26) AASFVC. Cuadernos manuscritos de Mons. Zazpe.27) Cfr. Nro 50, ene-mar 1979, pg. 43.28) Ibidem nota 8, pgs. 5-6.29) Ibidem nota 4.30) Ibidem nota 10, pg. 132.31) Ibidem nota 19.32) Ibidem ant., pg. 55.33) Idem ant., pgs. 45-48.34) Id., pgs 48-49.35) Ibidem nota 4, 15 noviembre 1981.36) Ibidem ant., 22 de noviembre 1981.37) Idem ant.38) Id.39) ZAZPE, Vicente. Conversando con la familia, pg. 6.40) Ibidem ant. FUENTES CONSULTADAS - Dentro de la Asamblea (de Puebla), Theologica Xaveriana 50, Colombia, ene-marzo 1979- AAVV. Evangelización Hoy. Cuadernos del Instituto 2, Bs As, 1977- BRESCI, Domingo. Documentos para la memoria histórica. Movimiento de sacerdotes para el tercer mundo, Bs As, Centro Salesiano de Estudios ‘San Juan Bosco – Centro Nazaret – CEHILA, 1994- DOIG KLINGE, German. De Río a Santo Domingo, Perú, Vida y Espiritualidad, 1993- FARREL, Gerardo. Iglesia y Pueblo en Argentina. Cien años de Pastoral, Bs As, Edit Patria Grande, 1986, 2da edic.- FARREL, Gerardo y otros. Comentario a la exhortación Apostólica de su Santidad Pablo VI ‘Evangelii Nuntiandi’, Bs As, Edit. Patria Grande, 1978- GIAQUINTA, Carmelo. Reavivar la esperanza cristiana. A 20 años del Concilio, Criterio 1957-58, 24 de diciembre de 1985- H:S: Santa Fe. Fin de siesta, 1ro de febrero de 1972- LENCI, Laura. Católicos militantes en la ‘hora de la acción’, Todo es Historia Nro 401, diciembre 2000, pgs. 62-69.- LIBOREIRO, María Cristina y otros. 500 años de cristianismo en Argentina, Bs As, CEHILA- Centro Nueva Tierra, 1992- MARTÍN, José Pablo. El movimiento de sacerdotes para el Tercer Mundo. Un debate argentino, Bs As, Nuevo Mundo 41/42, 1991.- MEJIA, Jorge. La carta del Arzobispo de Santa Fe, Criterio 1627, 9 setiembre 1971.- MORENO ESPINOSA, Pastora. Radio y cultura de masas.- MONTINI, Jorge y Zerva, Marcelo. Vicente Zazpe. El corazón de un pastor, Bs As, San Pablo, 2000.- POLITTI, Sebastian. Teología del Pueblo. Una propuesta argentina a la teología latinoamericana. 1967-1975, Bs As, Nuevo Mundo, 43/44, 1992.- TOURIS, Claudia. Ideas, prácticas y disputas en una Iglesia renovada, Todo es Historia Nro 401, diciembre 2000, pgs. 44-52.- ZAZPE, Vicente. Habla Monseñor Zazpe, Bs As, Bonum, 1976- Conversando con la Familia, Bs As, Bonum, 1976- Puebla. Plan de Dios para América Latina, Bs As, Bonum, 1982 Ese trabajo es una ligera modificación del publicado en el libro “Mons. Vicente Zazpe. Escritos: Habla el Arzobispo, Tm. I, Vol. I”, pgs. 7 – 20, Santa Fe, 2006
sábado, 30 de junio de 2007
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