LOS SANTAFESINOS Y SU DEVOCION AL PAPA
Pbro. Edgar Gabriel Stoffel
A nadie escapa que durante los años de la dominación hispánica y a pesar de algunos esfuerzos que se realizaron en diversas partes de nuestro continente, en virtud del Patronato que la Sede Apostólica había concedido a España la figura del Sumo Pontífice quedó bastante deslucida cuando no directamente marginada del proceso evangelizador.
Sin embargo eso no fue óbice para que en distintos lugares creciera la devoción por el Vicario de Cristo, tal vez ayudada por la importancia que se le daba a la festividad de los Santos Pedro y Pablo que como en nuestros días se celebraba el 29 de junio.
Nuestra Santa Fe se contará entre aquellos sitios en los que a pesar de la lejanía y de la falta de comunicación con Roma no solo se celebre a San Pedro sino que también crezca la simpatía por el Padre común.
Un primer testimonio de lo que afirmamos lo constituye el hecho de que en el púlpito de la Iglesia Matriz, cada 29 de junio se leía una carta que en 1803 el Papa Pío VII había escrito al Cura Rector de la Matriz, el Pbro. Juan Antonio Guzmán en respuesta a una que éste le había dirigido ‘... muy llena de comedimiento y respeto...’.
La carta del Párroco santafesino en la que manifestaba adhesión al Sumo Pontífice, había llegado a manos de éste en un momento mas que oportuno ya que había sido elegido el 21 de marzo de 1800 en un contexto bastante desfavorable para la Iglesia al punto que importantes pensadores consideraban que la Iglesia Católica estaba a punto de fenecer o que en todo caso, el sería el último Papa.
Seguramente Pío VII que sucedía a Pío VI –prisionero primero de los revolucionarios y muerto luego fuera del Vaticano- se sintió reconfortado por esta misiva que le llegaba de ‘... regiones tan remotas...’ en las que sus gentes permanecían firmes y vigorosas en su religión.
El Papa –quién también debería soportar en 1808 el cautiverio y en 1812 el exilio en Fontainebleua- señala en su carta su ‘... no mediano placer’ por la misma y da su parabién a la ciudad de Santa Fe para ‘... que el nombre que para así ha tomado de ninguna manera parezca que discrepa de su índole, y costumbres’.
Recibida la carta, ésta fue traducida al castellano e impresa por lo cual tuvo una amplia difusión y en 1825 (10 de febrero) los cabildantes santafesinos manifestaban al enviado papal Mons. Muzi que había arribado a estas tierras camino a Chile para restaurar las relaciones entre la Sede Apostólica y los nuevos estados: ‘Nosotros conservamos con mucho aprecio una carta llena de cariños paternales con que n os favoreció el humildísimo Pío VII, carta que anualmente se nos lee en el púlpito de la Matriz, y carta que nos honra hasta llegar a asegurarnos que, por nuestra adhesión a la Silla Apostólica, hemos llenado la significación del nombre que para síu tiene adoptado esta provincia’.
Esta carta escrita en el contexto impuesto por la reforma rivadaviana, que al decir de Faustino Legón constituyó el intento mas serio de crear una ‘Iglesia Nacional’, es decir, sujeta al Estado fue acompañada por otras manifestaciones de fidelidad a la religión católica y al Santo Padre, en ese momento León XII.
Así, con fecha 28 de enero los cabildantes se habían dirigido a Mons. Muzi comunicándole que el representante de Santa Fe ante el Congreso tenía entre sus mandatos el que se abriera ‘... comunicación con la Silla Apostólica, como es de absoluta necesidad’, el Goberndor López al contrario de Rivadavia el 9 de febrero reconocía la autoridad del que llama ‘... Nuncio de Su Santidad’, el Cabildo en la ya citada nota del 10 de ese mes le ilustra ‘... sobre los sentimientos religiosos de sumisión y respeto a la Santa Sede Apostólica que este Cabildo y devoto pueblo han abrigado siempre en su corazón’, que le asegure al Papa ‘... que en toda esta provincia de Santa Fe no hay un solo filósofo impío, ni recelo alguno de que la falsa filosofía nos separe un punto del centro de la unidad católica, ni de la obediencia debida al Vicario de Jesucristo’, que deseando ser independientes no querían ser ‘... desobedientes al Padre Común de todos los fieles’ y frente a los periódicos porteños que se mofaban del título de ‘rebaño’ con que el Vicario Apostólico llamaba a la feligresía, ‘... en justo desgravio de tan horrenda blasfemia, imploramos la pastoral solicitud de León XII y adoramos con Jacob el fastigio de su báculo’ y finalmente el padre Amenábar el día 12 ‘... a nombre de estos virtuosos habitantes (a quienes tengo el placer de asistir como Vicario y Párroco) /desea/ ratificar sus mas fervorosos y reberentes votos a Nuestro Ssmo. Padre León XII y, en su representación, a S. S. Ilma’.
Aquellos hombres, frente al descalabro que vivía Buenos Aires en lo político, lo religioso y lo eclesiástico por la aplicación de algunas ideas ‘iluministas’ no siempre bien digeridas y mezcladas con otras de corte jansenista y galicano no dudaban en reivindicar su posición en defensa de la religión católica, que en nuestra provincia el Gobierno conservaba ‘... la Religión sin mescla de los errores que han grasado en algunas otras...’ y que ‘... en medio de las calamidades y borrascas de impiedad del presente siglo, la Provincia de Santa Fe se conserva firme y enérgica a sostener nuestra Santa Católica, Apostólica y Romana Religión’.
Otro ámbito en el cual se manifiesta la devoción y la fidelidad al Papa y a la Sede Apostólica lo constituye la festividad de San Pedro, ocasión en que además de la Misa que se celebraba con músicos y cantores y Sermón para la ocasión –como entonces se decía- era motivo de encuentro social ya que al finalizar la misma se distribuía entre los concurrentes mate, chocolate, bizcochos, cigarros y otras golosinas que se elaboraban al efecto y en algunas ocasiones se queman mazas.
De hecho, en los Libros de cuentas de la Iglesia Matriz es la única festividad cuyos gastos aparecen discriminados y en el de 1820 se señala que la tiara del Santo fue renovada por encontrarse muy indecente.
En cuanto a los predicadores de la fiesta, en 1814 lo hizo fray Ramón Fernández, en 1817 el Cura de Rosario Pascual Silva Braga, en 1820 fary Joaquín del Colegio de Propaganda Fide, en 1824 el padre Nicasio Romero, en 1826 el Pbro. Juan Nepomuceno Caneto quién lo volverá a hacer en 1834 y nos es desconocida la fecha en que el Pbro. Basilio Roldán predicó su ‘Sermón panegírico (moral) de San Pedro’ a partir de Mateo 19, 27.
El Sermón del santafesino Caneto –editado en 1835 en Buenos Aires- era un alegato en defensa del Romano Pontífice en un momento en que se intentaba coartar la libertad e independencia de la Iglesia católica, ya que con motivo de la designación de Mons. Medrano para Obispo de la sede porteña el fiscal Agrelo se había opuesto aviesamente reivindicando el derecho del estado a realizar estas designaciones.
Nuestro coterráneo proponía entonces que tres elementos eran propios y característicos de un verdadero cristiano: adhesión firme y a toda prueba al Romano Pontífice, obediencia humilde y respetuosa al soberano de toda la Iglesia y amor entrañable a nuestro legítimo y común Pastor.
Hoy también seguimos celebrando a San Pedro y con él a su sucesor, el Romano Pontífice, en un contexto histórico distinto al de la primera mitad del siglo XIX ya que los católicos hemos sabido valorar los elementos positivos de la ‘ilustración’ –lo que era casi imposible en aquellas circunstancias- y los anticlericales han moderado aquellas posiciones casi ‘jacobinas’ de antaño dando lugar a un mayor respeto y diálogo, aunque cada tanto aparece la tentación de marginar a la Iglesia y al mismo cristianismo de la consideración pública o solo valorar aquellos aspectos de su ‘misión’ que tienen que ver con los llamados ‘valores comunes’ o consensuados (aspectos sociales, algunas cuestiones de moral, etc) en detrimento de lo que constituye su esencia.
Para los católicos santafesinos, que debemos caminar estos caminos de diálogo y entendimiento con las otras expresiones religiosas y filosóficas en orden al bien común e incluso encontrar y ensayar nuevos, siguen siendo válidas aquellas palabras de los cabildantes ya que hacen a nuestra identidad: ‘... justamente ambicionamos las bendiciones y las gracias de los Pontífices sucesores, para lisonjear santamente nuestro amor propio y dejar a nuestros venideros esas ejecutorias de la Santa Fe que profesamos’.
NB: Los textos citados, prácticamente desconocidos por los santafesinos, fueron sin embargo publicados por el padre Avelino Gómez Ferreira sj en el diario ‘El Litoral’, el 31 de enero de 1965.
jueves, 14 de junio de 2007
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