Ganar la ciudad
Estrategias pastorales de la Iglesia en los centros urbanos santafesinos (1870 – 1930)*
Edgar Gabriel Stoffel
INTRODUCCIÓN
El objeto de la presente ponencia es analizar las estrategias desarrolladas por la Iglesia Católica en los ámbitos urbanos de la provincia de Santa Fe en el período que corre entre los años 1870 y 1930, los cuales potenciados por la presencia de una fuerte masa migrante generaron para la misma una serie de desafíos.
Si bien es cierto que en los últimos años lo religioso en general y el catolicismo en particular han despertado el interés de quienes intentan comprender nuestro proceso histórico, las particularidades locales no han alcanzado aún el análisis que las mismas se merecen.
Consideramos que el fenómeno inmigratorio que vivió la provincia de Santa Fe en las últimas décadas del siglo XIX no solo transformó los modos de producción y de convivencia social en la misma, sino que genero un fenómeno urbano de características inéditas para la región e impactó fuertemente sobre las estructuras de la Iglesia Católica.
Hay que señalar que en la mayoría de los trabajos que abordan la problemática inmigratoria se minimiza o se relega al ámbito de la ‘vida privada’[1] la religiosidad de los sujetos y el papel de la Iglesia Católica en la consolidación de la misma y lo mismo acontece cuando se aborda la problemática del desarrollo urbano, no solo en el plano de la expansión territorial sino como expresión de un nuevo tipo de cultura eminentemente pluralista.
Considero que algunos esquemas de interpretación propios de la denominada ‘historiografía científica’ en los que se entiende a la Iglesia Católica como una rémora del pasado impidieron detectar su presencia y protagonismo en el contexto de la construcción de la ‘ciudad secular’, a la par que la producción del ‘campo católico’ preocupada mas por la ‘vida interna’ del catolicismo ignoró lo aportes que provenían de las ciencias sociales[2].
INMIGRACIÓN Y MUNDO URBANO
Tal vez haya sido la provincia de Santa Fe la que haya experimentado el mas alto crecimiento poblacional como consecuencia de la política inmigratoria que volcó sobre sus feraces llanuras a decenas de miles de europeos –fundamentalmente italianos-, lo que permitió que de los aproximadamente 40000 Hbs que existían al fundarse la colonia ‘Esperanza’ se pasará a mas del doble en 1869 y a 397188 en 1895. Para 1914 la población alcanzaba los 899640 hbs y en la década del ’30 sobrepasaba largamente el millón[3].
Si bien esta numerosa población se dispersará sobre la mayor parte de los 132500 Km2 que conforman el territorio santafesina, un buen porcentaje de la misma se asienta en los dos grandes centros urbanos al punto que para 1914 sus habitantes superan el 30% del total provincial.
Ya entrado el siglo XX, la población de Rosario y Santa Fe experimentan un constante crecimiento tal como es dable observar en el siguiente cuadro:
Ciudad 1ra década 2da década 3ra década
Rosario 150686 245199 407000
Santa Fe 44277 59574 103536
Total 199563 304773 510536[4]
En cuanto al origen inmigratorio de esta población, el promedio de las tres primeras décadas del siglo XX arroja un 25,8 % para Santa Fe donde siempre fue alta la tasa de criollos y un 42, 7 % para Rosario, la cual sin dudas se ampliaría –al menos en el plano cultural o de pertenencia- si consideramos que no pocos de los que figuran como argentinos son primera o segunda generación de hijos de extranjeros.
Pero debemos señalar que el hecho urbano, al menos en cuanto mentalidad, no se reduce a estos dos centros sino que se hace extensivo a otras localidades –que si bien con una población muy inferior- tienden a reproducir los escenarios propios de estas en virtud de su posicionamiento como centros comerciales o ferroviarios y de la existencia de grupos de inspiración masónica o una incipiente organización gremial, tal como sucede en Casilda, Cañada de Gómez, Esperanza, Rafaela, Gálvez y Reconquista entre las mas importantes.
Dado lo limitado del espacio, en esta ponencia nos referiremos solo a Rosario y Santa Fe, ciudades –que aún con diferencias ya que en ésta última pesaba mucho la tradición mestiza- habían entrado decididamente por las sendas del ‘Progreso’ tal como lo entendía la ideología ‘decimonónica’.
Respecto a la ciudad capital, en 1910 Manuel Chueco señalaba que tanto el gobierno como los habitantes ‘... se han ocupado afanosamente en convertirla en una ciudad moderna, quitándole el aspecto colonial que hasta la última década del siglo pasado presentaba’[5].
Todo esto se expresaba a través del adoquinado primero y luego la pavimentación de sus calles; el trazado de boulevares; el servicio de transporte urbano a través del tranvía, a sangre hasta 1914 y luego eléctricos; la iluminación eléctrica, la Universidad Provincial que perdura hasta 1919 y su continuación en la Universidad Nacional del Litoral, el desarrollo del normalismo en el ámbito educativo, la estructura ferroviaria que la comunicaba con el resto del país, el afianzamiento del Club del Orden y de la Bolsa de Comercio, la instalación del Puerto a partir de 1910, el surgimiento de instituciones ligadas a los grupos inmigrantes mas importantes y la construcción de edificios emblemáticos como la Casa de Gobierno, el Teatro Municipal y otros destinados a la educación y a la salud, tanto estatales como privados[6].
Cuanto mas se puede decir de Rosario que en las últimas décadas del siglo XIX crece de modo desmesurado y n o solo por la cantidad de inmigrantes que recibe sino por el lugar que va a ocupar en el diseño de la política agroexportadora gracias a la presencia del puerto que se convierte en puerta de salida de la producción agrícola y de entrada de las manufacturas extranjeras y al nudo ferroviario que se construye en su seno –que al consolidarse como una vasta red comunicacional- , facilita su conversión en centro acopiador de granos y distribuidor de las mercancías provenientes de ultramar.
En lo tocante a su clase dirigente –mucha de ella de origen inmigrante- y los progresos alcanzados, no es exagerado afirmar que podían equipararse a ciertas urbes europeas, destacándose la magnificencia de sus edificios públicos y privados, la pavimentación de sus calles y su higiene.
El ya citado Manuel Chueco llega a calificarla de ‘... gran emporio de actividad, de riqueza, de progreso y de cultura, por la magnificencia de sus edificios, por el movimiento comercial y bancario es la segunda ciudad y el segundo puerto de la República Argentina’.
Georges Clemenceau llegará a afirmar que ‘por su aspecto exterior, Rosario de Santa Fe, no se diferencia sensiblemente de Buenos Aires. La misma arquitectura florida, el mismo cuidado por aparecer grande y la misma actividad de labor, aunque en proporciones menores naturalmente. La razón de Rosario es su puerto...’[7].
Pero junto a este mundo ordenado y esplendoroso se desarrolla otro que los panegiristas del ‘progreso’ desconocen o tratan de ignorar, bastando para esto señalar el ‘habitat’ precario de los trabajadores que oscilaba entre el rancho y el conventillo, al punto que si en 1895 un 27 % de los vecinos de Rosario habitaban en estas casas de inquilinato que se destacaban por su promiscuidad y falta de higiene, cinco años después este porcentaje ascendía al 31 %[8]. Algo similar acontecía en la ciudad capital, aunque entre los sectores populares –en virtud de su ascendencia nativa- primaba el rancho[9]. También el desarrollo de barrios segregados de la zona céntrica, en lo que constituye una verdadera situación de marginalidad urbana[10]
Y a la par de una élite liberal que desde su posicionamiento económico –especialmente en Rosario- ascendía en la construcción de esta nueva sociedad y su consecuente imaginario, comenzaba a generarse lo que se denomina ‘cuestión social’ propio de la urbe burguesa impulsada por los reclamos propios de la clase trabajadora mas allá de su identidad política[11], de sus incipientes organizaciones y de los grupos estructurados ideológicamente como los anarquistas y los socialistas.
Estos mundos tan distantes y enfrentados entre sí, coincidían sin embargo en su anticlericalismo militante y en su concepción acerca de la inutilidad de la religión, en particular el catolicismo, al que unos relegaban al interior de la sacristía y de la vida privada y otros directamente consideraban necesaria su desaparición.
LA ARGENTINA MODERNA Y EL CATOLICISMO
Para los hombres que organizaron el país a partir de Caseros, lo importante era adueñarse de la llanura para de esta manera vencer el desierto y de la explotación de las tierras incultas obtener las riquezas que les permitiría construir un estado moderno.
En esta nueva sociedad cuyo objetivo era ganar la tierra y generar riqueza, el catolicismo tenía poco lugar en virtud de que se le consideraba enemigo del ‘progreso’ y se lo identificaba con el pasado hispánico que se quería borrar o superar, y junto con él sus expresiones simbólicas entre las que sin dudas se encuentra el templo.
Esto iba mas allá del pragmatismo del que hacían gala aquellos hombres, sino que contaba con sus fundamentos teóricos que sin dejar lugar a dudas aparecen en el ‘catecismo’ de la Argentina moderna que son las ‘Bases’. En ellas, Juan B. Alberdi sostenía que ‘... los caminos de hierro son en este siglo lo que los conventos eran en la Edad Media, cada época tiene sus agentes de cultura’ y mas adelante agrega que ‘... el pueblo de la Caldera se ha improvisado alrededor de un ferrocarril, como en otra época se formaba alrededor de una Iglesia...’[12].
En su obra ‘La región del trigo’, al referirse a la ciudad de Santa Fe, E. Zeballos sostiene:
‘Esta ciudad se compone propiamente de dos cuerpos: Santa Fe colonial y Santa Fe moderna. La ciudad primitiva, antigua, que se transforma lentamente y la ciudad nueva, reciente, extranjera, iba a decir italiana.
(...)
Opino que la ciudad nueva absorberá al Santa Fe de los blasones, del Cabildo y los Conventos.
(...)
En la ciudad nueva no hay templos y hace treinta años que están a un cuarto de altura los muros de la Iglesia del Pilar que no es posible terminar; pero ella tiene un excelente mercado de abasto y sobre todo el puerto’[13]
Por la misma época, J. Larguía constataba que en materia religiosa, Rosario era mas bien indiferente en comparación con Santa Fe (que conservaba ciertas tradiciones) y daba como razón ‘... la composición cosmopolita de la población, en la cual campea abiertamente el elemento liberal y del progreso’ de la ciudad del sur[14].
En 1890, T. Child un viajero inglés imbuido de los ideales del ‘progreso’ deja una crítica alusión al templo matriz de Rosario - cuyas paredes hacía ya ocho años que esperaban su revestimiento-, concluyendo:
‘¿Pero que importa? Nadie en Rosario se interesa por las Iglesias, es una ciudad de comerciantes, es sobre todo una ciudad de gente joven que, terminado su trabajo de oficina va a distraerse al club o a la taberna, en espaciosos cafés o en las calles de billar’[15]
Y esto que vale para la sociedad burguesa, se profundiza en los ambientes proletarios en los cuales donde también los templos brillan por su ausencia, como sucede en los barrios de la ‘Refinería’ y los ‘Talleres’ y por los cuales no podía pasar un sacerdote sin poner su vida en riesgo[16].
La secularización de las masas será una de las grandes novedades de la segunda mitad del siglo XIX en occidente y la ciudad el ámbito que la hace posible[17].
LA IGLESIA EN SANTA FE. DESAFIOS Y RESPUESTAS
El fenómeno inmigratorio planteará una serie de desafíos en el aspecto religioso, la mayoría de los cuales deberá ser resuelto por la iglesia católica, ya que las comunidades protestantes carecían de historia en la región y estaban demasiado ligadas a la nacionalidad de origen, además de ser poca numerosa, comparativamente hablando, la nueva población que profesaba esas confesiones.
Menor incidencia todavía tuvo la población de origen hebreo que concentró sus asentamientos en la zona de Moisés Ville donde construyó su propio hábitat cultural-religioso.
En el caso concreto de la Iglesia Católica, los mismos pueden sintetizarse de la siguiente manera:
1) la presencia de una masa inmigrante que mayoritariamente adhería a esta confesión, requería de templos para sus prácticas cultuales –especialmente la dominical- y sacerdotes que los atendiesen y entendiesen.
2) La existencia de otras confesiones, implicó la búsqueda de nuevas formas de relación.
3) La llegada de elementos anticlericales o irreligiosos entre los inmigrantes que se establecían por lo general en los centros urbanos, introducía una cuestión hasta entonces desconocida.
4)El hecho de que los inmigrantes accedieran a la tierra, se establecieran en la misma y formaran familias, implica la necesidad de renovar las estructuras pastorales.
Para afrontar los mismos la Iglesia santafesina contaba con una estructura pastoral que se había vuelto obsoleta y con escasez de personal tanto numérica como cualificado, lo cual logrará revertir tras varias décadas de trabajo en las que ganará espacios de la que era marginada o directamente rechazada y sobrevivirá en el tiempo a muchas de las estructuras construidas desde las concepciones ideológicas en pugna.
Por otra parte no debemos dejara de señalar los prejuicios –justificados o no- que en muchos miembros de la Iglesia existían hacia el mundo urbano moderno desde su nacimiento y durante su consolidación, que les resulta difícil de comprender ya que consideran que la ciudad es el ámbito donde anida el mal, se aniquilan los valores de la cultura campesina y se impide la labor pastoral[18].
El esfuerzo de la Iglesia en Santa Fe para ‘ganar la ciudad’ reconoce dos grandes momentos, uno que podríamos llamar de ‘plantación’ durante el episcopado de Mons. José M. Gelabert y Crespo que culmina en 1897 y otro bajo la égida de Mons. Juan A. Boneo que entendemos como de ‘edificación’ y ‘construcción que se extiende entre 1898 y 1932.
Tal vez pueda llamar la atención la identificación de las etapas con las figuras episcopales, pero esto tiene que ver con la concepción propia de la Iglesia que se entiende no como un mero conglomerado de grupos o un ‘colectivo’ determinado sino como un cuerpo que tiene una cabeza, en la cual cada parte hace lo que es propio de todos sin por eso perder su particularidad o ‘carisma’.
ETAPA DE MONS. GELABERT
Por lo general se tiende a simplificar la figura de este Obispo de origen santafesino y con sede en Paraná debido a su postura intransigente frente a la ley de matrimonio civil y secularización de cementerios propugnadas por N. Oroño, y si bien es posible encontrar palabras duras contra la filosofía imperante[19], no tiene nada ‘... contra el espíritu emprendedor del siglo...’ y valora de modo positivo ‘... el ardiente entusiasmo e incansable actividad que hoy se desarrolla para dar mayor impulso al comercio, perfeccionar las artes y fomentar la agricultura, creando y desenvolviendo todos los días nuevos elementos de progreso que aseguran a nuestra sociedad una mas robusta y durable vida’[20].
Mas aún, estos esfuerzos no son ‘vituperables’ sino que se hallan ‘... muy en armonía con los instintos del hombre y las necesidades de la sociedad y la religión católica esencialmente progresista, que se ha puesto siempre a la cabeza de todos los pensamientos grandes, de las empresas útiles y de cuanto ha podido contribuir a mejorar la condición de los pueblos, nos los ha condenado nunca ni los condenará jamás; así como tampoco reprueba los placeres de la vida toda vez que sean lícitos y moderados’[21].
Gelabert y Crespo está convencido de que es posible una nueva síntesis entre ‘Progreso’ y Religión, experiencia ésta que no es nueva en la historia de la Iglesia y encuentra en la construcción de templos el camino que posibilita la misma.
Es interesante su discurso del año 1897 en la colocación de la piedra fundamental de la futura Catedral de Santa Fe (hoy iglesia parroquial Sagrado Corazón) ya que allí sostiene que en una ciudad que adelanta tan rápidamente y en una provincia que se ha transformado hasta parecer desconocida, sería una contradicción que ‘... en presencia de este gran movimiento de adelantos tan sorprendentes bajo el punto de vista de la prosperidad y esplendor material, podríamos consentir sin mengua de nuestros sentimientos católicos, y aún de nuestra dignidad misma, que únicamente en la esfera religiosa se mantuviera todo estacionario, como vil, inerte, dejándolo sin la debida participación en los descubrimientos y adelantos, que ha producido y viene produciendo el genio de los artistas cristianos’[22]
Un templo de formas vulgares -no acorde a la época- ‘... sería un baldón para los hijos de esta ciudad si ese templo no llegase a ser como la coronación del edificio del progreso que se está levantando’[23].
Alguien podría preguntarse si estas expresiones reflejan las convicciones profundas del Obispo en esta materia o si no serían palabras de compromiso en orden a ‘salvar algo’ ante un proceso arrollador que ya en ese momento parecía consolidado a nivel universal y que como ‘mito’ duraría hasta que los campos de Europa vean el desangre de lo mejor de su juventud a raíz de la primera guerra mundial.
Una lectura detenida de los informes y cartas de Mons. Gelabert ponen de manifiesto su convicción de que a través del templo la Iglesia puede hacerse presente en el marco de la nueva sociabilidad burguesa propia de las urbes, que no la tiene en cuenta[24].
Así lo vemos ya en 1868 reclamando en el caso de la Iglesia del Carmen (Santa Fe) en 1868 en virtud de la población ‘nueva’ del lugar y una y otra vez volverá sobre la Matriz de Rosario, agradeciendo a las autoridades en 1869 por preocuparse por una necesidad tan sentida para esa ‘... importante y gran ciudad’ y en 1876 le informa al Ministro O. Leguizamón que la misma no se corresponde por su estrechez ‘... al objeto que es destinada ni está en relación con el progreso material de esa población’[25].
A la par del Templo, la erección de Parroquias para afrontar el crecimiento poblacional tal como sucede con la de Santa Rosa en 1888 en la ciudad de Rosario cuando ésta ya contaba con mas de 50000 Hbs y al año siguiente la del Carmen en Santa Fe, las cuales si bien insuficiente permitirían una mejor atención de la feligresía.
También durante su episcopado comenzó el flujo de congregaciones religiosas tanto masculinas como femeninas, dedicadas a la educación y a la caridad entre las que se destacan los salesianos quienes llegados a Rosario en 1890, algunos años después inauguran su escuela de Artes y Oficios.
Junto con ellos hay que destacar la actividad de los padres franciscanos, los miembros de la Sociedad de Sacerdotes del Sagrado Corazón, las Hermanas del Huerto, las Capuchinas de la Madre Rubatto, las Hijas de María Auxiliadora y la Santa Unión de los Sagrados Corazones que se dedican a la actividad educativa y las Hermanas de Ntra Sra del Buen Pastor de Angers, las del Huerto y las Capuchinas que desarrollan su actividad en Hospitales y Asilos.
En Santa Fe la labor educativa de la elite dirigente corre por cuenta de los padres jesuitas, en tanto la educación de la mujer tendrá diversas opciones que proporcionan Hermanas del Huerto, las Esclavas del Sagrado Corazón, las Hermanas Adoratrices y las Hijas de la Inmaculada Concepción.
Para la atención de los enfermos se contará con la colaboración de las Hermanas del Huerto[26].
En el campo laical y dejando de lado las asociaciones piadosas, debemos destacar el desarrollo de las instituciones abocadas a la labor social como las Conferencias de San Vicente de Paúl –llamados popularmente ‘vicentinos’- con sus ramas masculinas y femeninas, que en Rosario comenzaron a actuar en 1861 en tanto en la ciudad capital lo hicieron a partir de 1876[27]. También debemos mencionar a los Círculos Católicos de Obreros fundados en la década del ’90 por el padre Grotte tanto en Rosario y Santa Fe que se proponían la cristianización del mundo del trabajo y la promoción de los obreros a partir de la encíclica ‘Rerum Novarum’[28]. Finalmente hay que señalar a diversas instituciones como la ‘Sociedad de Misericordia Asilos Maternales’ creada en 1893 e impulsora del Asilo del Buen Pastor, la ‘Sociedad de Damas de Caridad’ que construye el Hospicio de Huérfanos y la iglesia San Cayetano y la misma ‘Sociedad de Beneficencia’ en la que no se puede ignorar la presencia de mujeres de inspiración y compromiso católico, y que llevarán adelante las obras de la Iglesia San José (Hospital de Caridad) y el Asilo de Mendigos y dementes[29].
EPISCOPADO DE MONS. BONEO
La tarea pastoral de este Obispo se desarrolla en el marco de una sociedad consolidada y que por lo tanto requiere no solo hacerse presente en sus ‘espacios nuevos’ tal como hemos podido observar sucedía en la etapa anterior sino fundamentalmente llevar a cabo un ‘proyecto pastoral’ que girará sobre siguientes ejes: creación de parroquias como modo de presencia territorial, educación de la niñez y de la juventud, difusión del culto a la Virgen de Guadalupe y formación de un clero propio.
Para llevar adelante este proyecto, él mismo se preocupará de visitar personalmente a su feligresía en su mayor parte de origen inmigrante –tanto rural como urbana- en sus propios asentamientos, articulará una vasta de red de servicios en el campo educativo y de la atención de las diversas formas de pobreza a través de las congregaciones religiosas, fomentará la actividad de los laicos, tanto en el sostenimiento de las estructuras pastorales (iglesias, casas parroquiales, centros católicos, etc) como en lo estrictamente piadoso y en el ámbito de lo social y a través de la devoción a Nuestra Señora de Guadalupe apuntará a mantener la presencia de los católicos en la calle.
Por cierto que este proyecto es para toda la Diócesis que por entonces abarcaba no solo nuestra provincia sino también los territorios de Chaco y Formosa y por lo tanto excede el marco de lo urbano, sin embargo el problema de estos ámbitos no le es ajeno tal como se desprende de la nota que le dirige al Vicario Foráneo de Rosario el 8 de julio de 1901, en la que señala que al trabajo tenaz de la masonería y el protestantismo no se lo enfrenta con ‘Pastorales’[30] o Conferencias sino con mas trabajo en las asociaciones piadosas, los colegios, los Círculos y las familias, para lo cual es indispensable el compromiso del clero y los religiosos y todo esto sin mucho ruido[31].
Erección de Parroquias
Apenas llegado a su sede episcopal, Mons. Boneo se dedicó a la organización definitiva de esta nueva circunscripción eclesiástica y el 9 de octubre de 1898 realizaba su primera Visita pastoral a la cosmopolita Rosario, actividad que le permite constatar que las dos parroquias existentes en la ciudad son mas que insuficientes para responder a la demanda de la feligresía.
Menos de dos meses después, al promulgar el Decreto de erección de Parroquias por la cual se elevan a este rango las capellanias erigidas en las colonias por su predecesor, la ciudad de Rosario se ve beneficiada con la creación de dos Parroquias[32], con lo cual su número aumenta a cuatro y se la designa como sede de la Vicaría Foránea lo que de suyo implica un reconocimiento a la importancia que el Obispo da esta urbe, ya que el Vicario Foráneo detenta una responsabilidad supraparroquial en su nombre[33].
En el caso de Santa Fe no se producen modificaciones en la estructura parroquial hasta el año 1910 en que se erigen San José y San Juan Bautista, a través de las cuales intenta responder al crecimiento de la ciudad capital hacia la zona norte ya que ésta era la única capaz de facilitar el asentamiento de una población –mayoritariamente obrera y pobre- que por entonces superaba los 70000 Hbs.
Hay que destacar que la creación de estas Parroquias estuvo precedida de un estudio encargado a una Comisión especial, que consideraba que debido a la población de la ciudad y su desarrollo siempre creciente en los distintos barrios había que dividir a la del Carmen en cuatro Parroquias y una Vice-Parroquia[34].
Hacia 1915 las Parroquias de Rosario habían aumentado a ocho debido a la erección de San Antonio (Barrio Belgrano, ex Vila) en 1908 y Guadalupe (mas tarde Perpetuo Socorro) en la zona de la Refinería, San Miguel Arcángel y San Antonio (zona centro) en el año 1912[35].
Al finalizar el período analizado Santa Fe contaba con 11 Parroquias, 5 de las cuales estaban aún sin proveer pero su creación pone de manifiesto la visión del Obispo y la importancia dada al crecimiento urbano, a la par que deja el camino abierto su sucesor para que continué con este proyecto.
En el caso de Rosario las Parroquias alcanzan el número de 14[36], todas en actividad y con la nota distintiva que algunas de ellas se confían para su atención pastoral a las congregaciones religiosas: salesianos, franciscanos, claretianos y lateranenses[37].
Campo educativo
Para Mons. Boneo la educación de las nuevas generaciones, especialmente la de los ambientes obreros, era una de las grandes tareas que la Iglesia debía afrontar tal como lo indicaba el Magisterio universal y de los Obispos de América Latina y Argentina.
Es claro que su preocupación no era solamente teórica y de inmediato puso manos a esta obra con la creación del Colegio de Artes y Oficios en la ciudad de Santa Fe al cual había instalado fuera de la zona céntrica, en una barrio Candioti donde predominaba la clase trabajadora.
De hecho, algunos colegios de religiosas instalados en la ciudad de Santa Fe como las Esclavas y las Adoratrices lo habían hecho prácticamente en extramuros, aunque luego algunos de esos espacios se hayan transformado sociologicamente y lo mismo sucedió en Rosario donde el Obispo permitió la instalación de numerosas congregaciones religiosas –especialmente de origen italiano- para la educación de la mujer y el apoyo dado a los salesianos con su ya renombrado Colegio San José.
La especialización elegida colocaba a los salesianos a la vanguardia de la formación técnica ya que Rosario no contaba con ningún instituto sólido en esta materia y las experiencias anteriores –tal como lo señala Gschwind- habían sido efímeras.
Podría decirse que los salesianos en Rosario lograron, con su sistema educativo, incorporar por una parte a los sectores urbanos de menores recursos a un mundo laboral que necesitaba cada vez operarios calificados y por otra, urbanizar a sectores de origen rural a través de dicha cualificación, además de todo lo que significaba para el crecimiento religioso y el mismo desarrollo vocacional y mas aún, la incorporación a la sociedad argentina de los hijos de los inmigrantes.
En esta perspectiva de incorporar a los sectores urbanos a la Iglesia y capacitarlos para el trabajo debemos mencionar la Escuela de los Hermanos Cristianos en el ya citado barrio de la Refinería, en el cual con singular violencia se habían experimentado las huelgas de 1901, 1904, 1905 y 1907.
En el seno de esta barriada tan cosmopolita e ideologizada, hacia 1908 existían aproximadamente 2000 niños y adolescentes que solo había recibido las opuestas educativas que sustentaban anarquistas y otros grupos menores –todas de vida efímera- y la de una escuela oficial que no podía albergar a mas de 300 alumnos[38].
La instalación de una escuela en el lugar estaba entre los objetivos mas preciados del Obispo[39] y apuntaba a preparar a los hijos de la clase obrera para estar capacitados a la hora de buscar trabajo, lo que se pone de manifiesto en algunas de las materias que se dictaban: dibujo industrial y electricidad.
Coincidimos con afirmación de A. Prieto aunque diferimos en las conclusiones, en que el mismo constituía el proyecto en ese momento para penetrar la mentalidad de los barrios mas radicalizados, eliminando a través de la educación los aspectos mas contestatarios de los mismos pero sin desdibujar el carácter obrero de los mismos.
Junto con los sectores populares y a otros que se constituirán en la base de la clase media, la Iglesia no descuidará la educación de las familias tradicionales de las que surgirán no pocos cuadros de la administración provincial, a través del ya mencionado Colegio de la Inmaculada que deberá enfrentar a otros centros laicos de indudable prestigio como el Nacional y el Normal.
Imposibilitados de mayores descripciones y análisis del proceso, señalamos que para 1929 Rosario contaba con 11 institutos educativos, 8 de los cuales estaban dirigidos a la mujer y 3 a los varones, en tanto en la capital provincial cuatro colegios se dedicaban a la mujer y dos a los varones[40].
Aspectos varios
Otro de los campos donde se nota una fuerte presencia eclesial es en lo que hemos denominado el ámbito del dolor y el sufrimiento –hospitales, orfanatos, prisiones- y que en el ámbito urbano se experimenta con mayor fuerza, es donde se hace sentir la religiosa o el capellán no solo por su capacidad de trabajo sino –en general- por la compasión que es capaz de irradiar.
Este trabajo de las religiosas ha sido reconocido de diversas maneras no solo por los beneficiados sino incluso por profesionales anticlericales, ateos o agnósticos.
No menos importante ha sido la labor de los Círculos Católicos de Obreros tanto en Rosario como en Santa Fe y que han merecido la crítica de los historiadores tradicionales del movimiento obrero en virtud de su oposición a la lucha de clases, lo cual creemos ‘justo’ desde esa perspectiva ideológica pero no se les ha reconocido sus aportes a favor de mejorar la situación de aquellos trabajadores a través de la formación laboral, el mutualismo, el descanso semanal, el rechazo del trabajo de niños y mujeres y la promoción de la vivienda obrera entre otras.
Junto con esto la conformación de una intelectualidad de cierto fuste[41] entre los que se destaca el santafesino Ramón J. Doldán, quienes a través del libro, la tribuna, el periodismo ‘independiente’ y los intentos de una prensa propia –sin demasiado éxito en esta etapa- no solo divulgan el pensamiento católico en general y su doctrina social en particular sino que ofrecen alternativas concretas para superar los conflictos sociales.
Al respecto cabe recordar lo que señalaba el citado Doldan al referirse a las cíclicas crisis sociales que se vivían en las primeras décadas: para terminar con estas cuestiones, constrúyanse casas para la familias trabajadora, en lugar de comprar mausers para la represión, lo que sigue siendo –con matices- aún vigente.
Finalmente no se puede obviar una referencia a la capacidad de movilización de los católicos, que se dio fundamentalmente en los centros urbanos, con motivo de la reforma constitucional del año 1921 y a la creación de la casa del Pueblo en Santa Fe, en cuya inauguración se congregaron 25000 personas.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Frente a un ámbito urbano que se construye al margen o en contra del catolicismo y en el cual sus dirigencias hacen gala de laicismo y anticlericalismo, da la impresión que en los medios académicos se ha impuesto como ‘imaginario’ la ausencia, la marginalidad y/o la inviabilidad del catolicismo y/o la Iglesia en el entramado de las relaciones sociales y por lo tanto la nulidad o inutilidad de su presencia.
Mas aún, suele considerarse –aunque ahora en menor grado que en otras épocas- que ser emergencia en los años treinta tiene que ver con las nuevas concepciones ideológicas que surgen como fruto de la crisis del liberalismo o temor al marxismo o en virtud de la acción del aparato estatal.
Consideramos, por el contrario que en Santa Fe, la Iglesia tímidamente con Gelabert y de modo orgánico con Boneo apuntó a su inserción en los nuevos escenarios surgidos en la provincia con motivo de la colonización agrícola, la inmigración masiva, la imposición del modelo liberal positivista y el surgimiento de la ‘cuestión social’, ganando espacios en el campo de la cultura que estaba en manos del laicismo y en el obrero y marginal donde se imponían el socialismo y el anarquismo.
No deja de ser llamativo, en este sentido, que siendo Santa Fe una Diócesis conformada por centenares de centros de mediana y pequeña densidad e inmersos en un mundo rural, el proyecto pastoral llevado adelante tenga un fuerte acento urbano al punto que podríamos decir que uno de sus objetivos –y tal vez el mas importante- fue ganar la ciudad no solo territorialmente a través de la creación de parroquias y capillas en las nuevas barriadas, sino en los ámbitos en los cuales se cuestionaba el mensaje eclesial: el cultural educativo y el social.
De hecho, la Iglesia frente a los cambios que van a afectar a la vida social argentina a partir de los años 30-40 va a estar mejor preparada y consolidada que la masonería que había entrado en decadencia y que las diversas corrientes ideológicas que se disputaban la conciencia y la adhesión de los trabajadores.
[1] En este contexto lo aborda por ejemplo Eduardo Hourcade. La pampa gringa, invención de una sociabilidad europea en el desierto, en HISTORIA DE LA VIDA PRIVADA EN LA ARGENTINA, 2, Taurus, 1999.
[2] Certeramente señala R. Di Stefáno: ‘... de un lado y de otro la apología y las miradas ahistóricas sustraen a la reflexión el estudio en el pasado de esa compleja realidad que es el catolicismo’. Presentación al Dossier ‘Católicos en el siglo: política y cultura’, Prismas 9, Univ. Nac. Quilmes, Bs As, 2005.
[3] Cfr. Primer Censo Nacional, 1869; Segundo Censo Nacional, 1895; Tercer Censo Nacional, 1914 y BENDICENTE, Francisco. Distribución demográfica racional, Revista de Ciencias Jurídicas y Sociales, UNL, Nros 21-22, 1937.
[4] Cuadro realizado en base al Censo Nacional, 1914 y Municipales Rosario, 1906 y 1926 y Santa Fe, 1907 y 1923.
[5] La República Argentina en su primer centenario, Bs As, 1910, Tm II, pg. 334.
[6] Cfr. COLLADO, A y BERTUZZI, M. L. Santa Fe. 1880 – 1940. Cartografía histórica y expansión del trazado. Documento de Trabajo 4, Programa de Estudios Interdisciplinarios de Historia Social, UNL, 1995; Anales del Club del Orden. 1853 – 1990. Contribución a la historia de Santa Fe, Santa Fe, 1990; Número único de Inauguración del Puerto de Ultramar, Bs As, 1910; GUIDOTTI VILLAFAÑE, Eduardo. La provincia de Santa Fe en el primer centenario de la Independencia Argentina, Santa Fe, 1916: MOLLERACH, Juan. Los tranvías eléctricos de Santa Fe, a 25 años de su inauguración, Santa Fe, 1939; REINANTE, Carlos. Arquitectura, Enciclopedia de la provincia de Santa Fe, Tm II, Santa Fe, Edit. Sudamericana, 1991; VALENTINUZZI DE PUESTO, Lilia. Rl barrio del puerto, Santa Fe, Colmegna, 1986.
[7] Citado por Oscar Videla. Representaciones de la ciudad de Rosario en los viajeros del Centenario, en BONAUDO, Marta (Directora). Imaginarios y prácticas de un orden burgués. Rosario, 1850 – 1930, Tm I
[8] Cfr. PRIETO, Agustina- El obrero en la mira. Una aproximación a la cuestión de la identidad de los trabajadores en la Argentina del novecientos a partir de un estudio de caso, Estudios Sociales Nro 1, año 1, Sta Fe, 1991 y FALCON, Ricardo. La Barcelona Argentina, Rosario, Laborde Editor, 2005
[9] Cfr. DALLA FONTANA, Miguel. Memorias del Barrio Candioti Sur, Santa Fe, 2000; Barrios: Candioti Norte, Sargento Cabral, La Lona y Monte Chañar, Santa Fe 2002 y Villa María Selva, Santa Fe 2006
[10] Cfr. FLORIÁN, Héctor. Orígenes y desarrollo de estructura urbana del barrio Refinería de la ciudad de Rosario, Cuadernos del CEDUR, Nro 24, Rosario, 1985.
[11] Entendemos por esto la reacción natural de todo hombre ante la injusticia, que no es privativo de ninguna ideología. Cfr. BUTTIGLIONE, Rocco. Reflexiones sobre la Encíclica LABOREM EXERCENS y GERA, L. y FARREL, G. Hacia una pastoral del Mundo del Trabajo.
[12] Cfr., pg. 85, edic de Francisco de la Cruz, Bs As – París, 1914.
[13] Pgs 120 y ss, Edic. Hispamérica, 1984. El templo de marras es la actual Basílica del Carmen, en el corazón del centro comercial.
[14] Registro Estadístico de la Provincia de Santa Fe, Bs As, 1884, pg. 436.
[15] Citado por TICA, Patricia. La provincia de Santa Fe en el siglo XIX. El paisaje urbano, Res Gesta 25, Rosario, 1989, pg. 142.
[16] Cfr. PRIETO, A. Artículo cit., pg. 107 y ss.
[17] GOLBY, J. (edit) Culture and society in Britain. 1850-1890, Oxford, 1986, pg. 221 y ss.
[18] Cfr.LABOA, Juan M. Historia de la Iglesia, Tm IV, España, BAC, 2002. Al respecto es ilustrativo el siguiente texto extraído de una Conferencia del año 1917: ‘Esas inmensas ciudades, emporios de la ciencia y del arte, de la industria y del comercio, por una multitud de concausas (algunas de ellas naturales y legítimas), y también por una serie de excrecencias de un progreso demasiado material, se han convertido en arsenales y fortalezas de los ejércitos sectarios; en grandes centros donde se fomenta y se realiza la perversión al por mayor; en fábricas colosales donde se elaboran los productos mas eficaces contra la verdad; en campo de experimentación de todos los mas viles y arteros procedimientos; en mercados donde se explotan, en grande escala, aun las más legítimas reivindicaciones obraras; en estadios, en fin, vastísimos y los más a propósito para ejercitar en las luchas modernas a las masas populares, a fin de que un día. Llegada la ocasión oportuna, luchen bárbaramente por una revolución no menos bárbara. El cuadro horrible, que hemos trazado a grandes rasgos, no es sino débil reflejo de la realidad’. PALAU, Gabriel sj. El problema de la eficacia de la acción social católica en las grandes ciudades, Bs As, Secretariado Social, s/fecha, pg. 7.
[19] Cfr. Pastoral de Cuaresma, 1869: ‘La época a que nos acercamos, lo sabemos no inspirará ningún interés al frío materialismo por cuanto con sus ideas exageradas del Progreso pretende hacer consistir únicamente todo el bien del hombre y su suprema felicidad en los goces de la vida presente, en el mayor número de placeres de que puede rodearse su existencia en este mundo...’. AAP. Libro I de Autos, Edictos y Resoluciones (1860) – 1873), pgs. 34-40.
[20] Ibidem ant, pg. 40.
[21] Id ant.
[22] AAP. Caja Gelabert. Discurso del 17 de enero de 1897.
[23] Ibidem ant.
[24] Cfr. FERNADEZ, Sandra y Oscar VIDELA. ‘La evolución económica rosarina durante el desarrollo agroexportador’, en La Historia de Rosario. Economía y Sociedad, Homo Sapiens, Rosario, 2001, pg. 88.
[25] Mas ampliamente nuestro trabajo. El episcopado de Mons. José María Gelabert y Crespo (1865 – 1897). Los templo y ‘El templo’ en la pampa gringa santafesina’, Santa Fe, Univ. Católica de Sta Fe, 1993, pg. 32.
[26] Cfr. Boletín Eclesiástico Diócesis de Santa Fe Nro 1, 1ro de julio de 1900, pgs. 9-10.
[27] Cfr. AAP. Libro Correspondencia con los curas y otras autoridades subalternas, I, pg. 34. Nota al Cura de Rosario, 21/12/1861 y ‘El Orden’, Santa Fe, 18/6/1926.
[28] Cfr. AASFVC. Caja ‘Círculos Católicos de Obreros’, I.
[29] Cfr. BURUCUA, Graciana. Reseña histórica del Hospicio de Huérfanas. Años 1868-1942’, Rosario, 1942, Vidaurreta, José. Libro de oro de San Cayetano. Cincuentenario de la bendición del templo, Rosario, 1969; COSTA, Alberto. Historia de la Arquidiócesis de Rosario. 1898 – 1939, Tm I, Rosario, 2006; DALLA CORTE, Gabriela y Paola PIACENZA. A las puertas del Hogar. Madres, niños y Damas de Caridad en el Hogar de Huérfanos de Rosario (1870 – 1920), Prohistoria edic., Rosario, 2006.
[30] Suponemos que condenatorias
[31] AASFVC. En curso de publicación.
[32] Cfr. Decreto de Erección de Parroquias3/12/1898, BEDSF, Nro 2, julio 1900, pg. 18 y ss.
[33] ‘Como no puede el Obispo estar presente en todos los lugares de su diócesis, ni verlo todo con sus propios ojos, hace varios siglos se introdujo la costumbre de que por medio de vicarios Foráneos, ejerza parte de su autoridad’. Concilio Plenario de América Latina Nro 251.
[34] Cfr. AASFVC. Caja Inspección de Parroquias. Nota del 7 de diciembre de 1909,
[35] Cfr. Guía Eclesiástica de la República Argentina. Año 1915, Bs As, 1915.
[36] Incluimos la del ‘Sagrado Corazón’ de Alberdi, ya que esta población se había integrado a Rosario.
[37] Cfr. BEDSF, Nro 12, 10 de diciembre de 1929
[38] Cfr. PRIETO, A. Ibidem nota 8.
[39] Al referirse a su instalación, el BEDSF se refiere a ‘asuntos de mucha gloria de Dios’, Nro 18, 16 d emarzo de 1907, pg. 229.
[40] Ibidem nota 37.
[41] Cfr. MAURO, Diego. De intelectuales y militantes a militantes e intelectuales. Catolicismo, democracia, justicia social y política. Ramón J. Doldán y la configuración de las tramas del medio
intelectual católico (Sta Fe, 1900-1935), Trabajo final Doctorando. Seminario dictado por Carlos Altamirano, Rosario, 2005.
* Ponencia presentada en las 2das Jornadas de Historia e Historiografía Regional, Univ. Nac. del Litoral. 3 - 4 de mayo 2007.
miércoles, 27 de junio de 2007
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