Ramón J. Doldán*
Impulsor de una autentica educación pública y popular
Pbro. Edgar Gabriel Stoffel
estoffel@ucsf.edu.ar
La educación fue uno de los ámbitos donde Ramón J. Doldán –un decidido difusor de la Doctrina Social de la Iglesia’- desplegó sus energías a favor de la sociedad, cosechando éxitos en sus propuestas y no pocos reconocimientos.
Su labor comienza en 1918, como vocal del Consejo de Educación Provincial que tanto hizo por el desarrollo y progreso de la educación santafesina y alcanza su punto culminante en 1925 cuando asume como Presidente del mismo y Director General de Escuelas, extendiéndose su labor hasta el 18 de marzo de 1928.
En cuanto a sus aportes a la educación en la provincia, el primero de los mismos data del año 1919, y se titula “Proyecto de Reformas escolares”. En la presentación a dicho Consejo señala que “La reforma de la enseñanza y la solución de muchos problemas vinculados con la escuela, es un imperativo categórico de los progresos alcanzados y una exigencia impostergable creadas por las nuevas orientaciones de la democracia en marcha. La escuela, que es la luz intelectual del pueblo, debe irradiar conocimientos útiles y cimentar verdaderas democracias, por el afianzamiento eficaz de las ideas de bien, de justicia, de orden y moral”.
Yendo a su propuesta, tras señalar que debe ser rodeada del mayor prestigio, sostiene:
“Hagamos escuelas prácticas en el orden económico y espiritualistas en el orden moral y habremos asegurado el bien de las generaciones futuras”.
Y frente a las visiones parciales que le había impreso el positivismo decimonónico, remata:
“Estrechemos los vínculos de la virtud y de la ciencia y habremos hecho obra profundamente educativa”.
El Proyecto contaba con once items, a saber: Fondo escolar; dirección escolar; nombramiento y estabilidad docente; sueldos y ascensos; edificios escolares y mantenimiento de los mismos; financiación; suspensión escuelas normales provinciales, a excepción de Coronda; enseñanza religiosa; Ley Orgánica Escolar; escuelas particulares; reforma del sistema educativo y de los planes de estudios enciclopedistas; creación de un impuesto para sostenimiento de escuelas profesionales.
Muchas de éstas propuestas, las podrá llevar a cabo durante su Presidencia del Consejo de Educación, de cuya gestión han quedado algunos discursos donde se manifiestan sus ideas básicas en ésta materia.
A nuestro juicio, la primera tiene que ver con la formación de la conciencia moral, afirmando el 8 de julio de 1926:
“No es con conceptos puramente científicos, no es con nociones superficiales de ciencia con lo que se llega a los estrados más profundos de la personalidad,, sino con ideas, con sentimientos, con cultivos morales, con ejercitación del carácter, con hábitos virtuosos (...).
La escuela debe dar ciudadanos buenos y fuertes, por que eso es lo que necesita en primer término, la sociedad, la familia y la patria”.
Tiempo antes, el 22 de septiembre de 1925, recordaba:
“ ... el bien practicado sistemáticamente llega a constituir el hábito moral que es el fin de la pedagogía (...) La educación moral funda la educación social, desde que de ella derivan todas las demás virtudes individuales y colectivas.(...) No hay que olvidar, que una educación sin base práctica ética, no responde a las mejores aspiraciones ideales, porque no cincela acabada y armoniosamente la persona humana”.
Lo primero que debe realizar la escuela es la formación de la conciencia moral y religiosa, pasando por aquí la senda de la verdadera educación popular.
En cuánto al rol del docente, cuya dignidad reconoció a través de una serie de leyes, lo considera fundamental precisando: “Siempre sentí verdadera estima por el maestro. Siempre supe apreciar en su justo valor la obra social del maestro en la escuela”.
De allí que abocó todos sus esfuerzos a la promoción de los mismos, escribiendo en 1928:
“Mi preocupación diaria fueron los maestros y el progreso de la enseñanza y allí concentré todo mi empeño y toda mi labor, sin cuidarme de sacrificios ni horas de trabajo”.
Sobre el espíritu del docente les aconsejaba en 1925 sobre el trato de los niños:
“Un error imperdonable de los maestros es el de no apreciar bastante la importancia de la bondad y de la alegría, como auxiliares de la obra difícil de la educación y de la instrucción”.
Éstas palabras reflejan aquello que consideraba esencial en la función docente: no sólo conocimientos científicos sino una formación integral de la persona del alumno, a partir del propio testimonio del educador.
Doldán que exalta los valores morales que deben animar el espíritu de los docentes, paralelamente lleva adelante políticas que se corresponden con la dignidad de los mismos. En primer lugar hay que decir que los sueldos de los docentes estuvieron al día durante su gestión, el sueldo inicial se fijó en 170 pesos y se abonaban las bonificaciones, lo cual no era poco decir.
Entre las medidas impulsadas que favorecían a la promoción de la docencia, podemos citar: a) Proyecto estableciendo condiciones para el desempeño de cargos directivos; b) Proyecto sobre casa para directores; c) Proyecto sobre la organización de la inauguración del monumento al Maestro; d) Proyecto sobre horario escolar; i) Proyecto de la ampliación de la reglamentación de ascensos; f) Proyecto sobre la Semana del Maestro; g) Proyecto de Ley sobre nombramiento y estabilidad Ley Escalafón; h) Proyecto sobre curso de perfeccionamiento de todo el personal de manualidades.
Tras su retiro continuará preocupándose por el reconocimiento de la actividad docente, proponiendo la creación de un “Banco mutualista escolar” que beneficiaría a los maestros, ya que les facilitaría el acceso a una vivienda digna que los ponía a resguardo de los peligros de la usura e indirectamente favorecía la instrucción pública.
Esto se completaba con un proyecto denominado “ Ley de amparo para los maestros enfermos” que tenía por objeto costear el sueldo o parte del sueldo mientras viva y permanezca inhabilitado para la docencia, teniendo en cuenta que el beneficio de las licencias es temporario y limitado. Debemos recordar que en aquella época, cuando concluía el beneficio citado, el docente –como pasaba en tatos otros oficios- quedaba abandonado a su propia suerte, especialmente aquellos que padecían enfermedades crónicas.
En cuanto a los niños, sujetos de la educación, todas las iniciativas son en orden a ellos, ya que “... todos los seres en su iniciación requieren solo calor, y ese calor para el ser humano es el amor, la bondad y la alegría”. Concibe al niño como un ser integral, por lo cual la escuela que imparte la educación de los mismos, debe cultivar paralelamente todas sus facultades y cualidades de allí que no duda en reclamar para ellos, la educación religiosa, sosteniendo: “ Cristo dijo también: “dejad que los niños vengan a mí” ¿Quién entonces es capaz de cerrarle las puertas de la escuela a dulce y pura adoración de la niñez?”.
La acción a favor de los niños y jóvenes se pone de manifiesto en las 143 escuelas creadas en tres años de gestión, los 537 grados y los 45 talleres de manualidades, más el aumento real de 14.000 nuevos niños que se incorporaron al sistema educativo.
Para Doldán, no es la educación estatal la que asegura la igualdad de oportunidades y el reconocimiento de todos los credos que existen en el país, como argumenta el laicismo, ya que “La enseñanza no es un fin esencial del Estado, sino accidental, es decir, mientras no sea ejercida directamente por el pueblo”.
No queremos concluir ésta parte, sin alguna referencia a la relación entre educación y trabajo, que consideraba de suma importancia, y que desarrolla en una carta que dirige al Diputado Araya.
La primera afirmación es del 14 de junio de 1927:
“El trabajo manual como factor educativo, como escuela de trabajo, y como complemento necesario de preparación para la vida, es indiscutible. Nuestra campaña reclama el operario, el agricultor, el hacendado, el comerciante y hasta el peón capacitado y esos factores de la producción debe formarlos básicamente la escuela primaria y complementarlos luego, la escuela intermedia, de tendencia profesional, industrial o agrícola donde puedan adquirirse conocimientos integrales y útiles para nuestras madres y sus derivados”.
Analizando la realidad, sostiene que cada día es más urgente la organización científica del trabajo y la capacitación de la clase trabajadora para insertarla en el proceso laboral, y en ese ámbito considera imprescindible la actividad educativa escolar.
Sobre éste aspecto, resalta:
“Hay que organizar el trabajo en miras a la mayor y mejor producción y esto no lo conseguiremos mientras no preparemos convenientemente al obrero para la lucha de la vida, facilitándole su desenvolvimiento por la técnica del aprendizaje profesional industrial.
Hay que estimular el trabajo manual y la dedicación a las industrias y al comercio, evitando así esa pérdida de energía activa que importa el profesorado sin aplicación o la tendencia dañina a al empleomanía”.
En cuánto a lo que hoy denominamos “salidas laborales”, con su sentido realista, enumera las diversas necesidades del campo y la industria; llegando a proponer a partir de la situación ribereña de Santa Fe, la creación de escuelas de aplicaciones portuarias en Santa Fe y Rosario.
Esto implicaría una adecuación de la escuela pública no sólo en orden a la capacitación eficaz de los obreros sino también en el aspecto personal y social, preparándolos para la convivencia con el resto de la sociedad.
Tal la doctrina y la práctica de Doldán sobre Educación Popular, donde se conjuga lo mejor de la modernidad con el sentido de tradición y religiosidad, y que apuntan no a la acumulación de conocimientos en el alumno, sino a la formación de la personalidad de forma integral, en cuerpo y alma, para alcanzar el bien temporal y el fin último sobrenatural.
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* Sobre Ramón J. Doldán, véase: STOFFEL, Edgar Gabriel. Ramón J. Doldán. La difusión de la doctrina social de la Iglesia en Santa Fe desde comienzos de siglo hasta la década del 50, Santa Fe, Universidad Católica de Santa Fe, 1997 y MAURO, Diego. De intelectuales y militantes a militantes e intelectuales. Catolicismo, democracia, justicia social y política. Ramón J. Doldán y la configuración de la trama del medio intelectual católico (Santa Fe, 1900 – 1935). Trabajo final doctorando. Seminario Carlos Altamirano, Rosario, 2005.
miércoles, 13 de junio de 2007
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