miércoles, 13 de junio de 2007

Colegio Ntra Sra de Guadalupe de las Hijas d ela Inmaculada - Santa Fe

Colegio Nuestra Señora de Guadalupe
Cien años en las paredes

Es uno de los establecimientos educativos más antiguos de la ciudad. Fue fundado en 1905 como asilo para chicos de la calle, pero creció y se transformó hasta ser lo que hoy es, con un siglo de historia.
La comunidad religiosa de las Hijas de la Inmaculada Concepción está de fiesta en este 2005. Es que uno de sus colegios, de sus casas celebra cien años de vida, un siglo de servicio al prójimo.
Las paredes del Colegio Nuestra Señora de Guadalupe, que dan a calle 9 de Julio al 2500, guardan secretos de un siglo. Guardan el ruido de generaciones de nenas y jóvenes que allí se formaron durante todos estos años. Guardan las oraciones de cada misa de primer viernes de mes y tantos Auroras cantados al amanecer.
Las paredes refugian las voces de aquellas primeras pupilas que allí encontraron techo y comida, cuando el siglo despertaba. Y los silencios de largas horas de meditación durante los retiros espirituales en la capillita.
Pero la historia del Colegio comenzó a gestarse algunos años antes de 1905. La semillita empezó a crecer en 1893, cuando llegó a Buenos Aires la madre Eufrasia Iaconis, joven religiosa de 25 años, junto a siete compañeras. Proveniente de Italia, dejaron su país natal para ocuparse de la asistencia a los enfermos del Hospital Italiano, respondiendo a un pedido de esa institución y del arzobispo de la ciudad.
Apenas pasado un año de su llegada, llevada por su celo apostólico, la madre Eufrasia aceptó hacerse cargo de otro hospital: el Italiano de Santa Fe y Colonias. Allí la comisión de caballeros y señoras que se encargaban de la dirección, solicitaba religiosas.
La madre, con cuatro hermanas, llegó a Santa Fe para emprender la obra en medio de varias dificultades, una de ellas: la falta de recursos. Pero lejos de amedrentarse por la crítica situación del hospital, la madre recorrió en persona las colonias de aquella región, solicitó y obtuvo los recursos suficientes para poder sostener y llevar adelante la institución.
Lamentablemente, con el pasar de los años, las religiosas deberán enfrentarse con un ambiente impregnado de ideas anticlericales, del laicismo de los italianos que impedía llevar adelante la obra apostólica. Pasados 20 años de labor, las hermanas se retiraron.
Cooperador del Estado
En 1903, muchos niños de la ciudad estaban sumidos en la pobreza. La Madre pensó en sacarlos de la calle y cuidarlos. Comunicó su intención al obispo en aquel tiempo, monseñor Juan Agustín Boneo, quien aplaudió la idea y la animó a llevarla a cabo.
La Madre Eufrasia buscó casa y sólo halló una muy pequeña en calle San Jerónimo. No obstante la alquiló a los fines de no retardar por más tiempo la inauguración del Asilo Maternal.
Era entonces gobernador el Dr. Rodolfo Freyre. Él advirtió la magnífica obra social de las hermanas y se constituyó en bienhechor asiduo, amueblando totalmente la casa. Por orden del obispo, las religiosas tuvieron por varios años un capellán para su asistencia espiritual, retribuido sólo con oraciones.
Ese mismo año, el Hogar comenzó a funcionar con un alto número de niños y comenzaron a llegar las primeras donaciones: zapatos, delantales, sombreros, dinero, alimentos, etc. Se recibían chicos de ambos sexos, desde las siete de la mañana hasta las siete de la tarde, supliendo a las madres en el total cuidado de sus hijos.
Las hermanas estaban ocupadas todo el día con ellos y, de las horas de la noche, había que sacar el tiempo para coser y las mil cosas que demanda la vida de una casa. Cada año las solicitudes de ingreso en el establecimiento se multiplicaban.
Al año de haberse instalado la comunidad, surgió la posibilidad de adquirir un terreno en la calle 9 de Julio. Al enterarse la Madre Eufrasia, vino de inmediato para comprarlo y edificar cuanto antes la casa propia.
En los periódicos de la época se hacen numerosas referencias a la construcción del asilo. En diciembre de 1904 publicaba el diario Nueva Época: "Vigorosísimo impulso va cobrando la construcción del asilo maternal que se levanta airoso en la calle 9 de Julio, entre La Rioja y Tucumán. Coopera con eficaces recursos a la realización de esta obra tan indispensable, el gobierno de la provincia".
Finalmente, el 30 de abril de 1905 se llevó a cabo la inauguración del nuevo edificio. Estuvieron presentes la Madre Eufrasia y su secretaria, la Madre Estanislada Tognoni; el gobernador y su esposa, que eran los padrinos de la bendición del edificio, el obispo, sacerdotes de las diversas parroquias, la madre directora y demás hermanas encargadas del asilo y un numeroso núcleo de familias.
Hacia el presente
Consta en los estatutos del asilo maternal: "A mayor gloria de Dios y bien de los niños y niñas del pueblo, se establece en esta ciudad de Santa Fe, un asilo maternal bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe, dirigido por las religiosas Concepcionistas".
Así fue creciendo el edificio con el esfuerzo de la Congregación, el apoyo espiritual y material del obispo, diversas subvenciones de los gobiernos, donativos de particulares y, fundamentalmente, con la confianza puesta en la providencia de Dios, que nunca faltó.
Con el correr de los años, la institución fue viviendo continuas transformaciones. Se acentuó la tarea educativa, hasta institucionalizarse el nivel primario en el año 1938.
En 1941 se creó un pensionado para estudiantes universitarias y, finalmente, en 1962, se instituyó el ciclo secundario de Práctica Comercial.
Desde la nueva Ley Federal de Educación, funcionan el nivel Inicial, la Educación General Básica y la Educación Polimodal en la modalidad Economía y Gestión de las Organizaciones. En el año 2003 se inauguró la sala del Materno, en la que se reciben a niñas a partir de los tres años.
La obra que iniciara la madre Eufrasia Iaconis fue continuada por decenas de hermanas, docentes y familias. Nuestra Señora de Guadalupe es un colegio que no modifica la cantidad de ingresantes desde hace muchos años. Trabaja sólo con 500 alumnas, 40 por curso porque, al decir de la hermana Noemí, "trabajamos con personas, no con números. Cada chica es conocida por su nombre y apellido; acá conocemos a la familia de cada una, es una forma de trabajar que pensamos sostener en el tiempo".
Hoy es difícil evitar la nostalgia para quienes dejamos el Colegio hace años. Es difícil no pasar la mano por las paredes cuando caminamos 9 de Julio y pensar en todo lo que hay allí adentro, todo lo que vivimos las que allí nos formamos durante la niñez y la adolescencia. Cien años de historia en la ciudad tienen esta segunda casa de tantas generaciones de estudiantes. Que los cumplas muy feliz.
Un símbolo: la hermana Noemí
Durante 25 años, la hermana Noemí Lía Zas fue rectora del Colegio. Nació en Rosario, cumplió esas funciones para la Congregación en Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. Hoy, cerca de los 80, dejó su tarea en manos de la profesora Liliana de Donatti y repasa con ternura y admiración toda la historia del Nuestra Señora de Guadalupe.
"Al principio era un asilo en calle San Jerónimo, pero la madre Eufrasia, con una visión extraordinaria, vio el terreno este y le pareció ideal para edificar, hipotecó la casa de Buenos Aires y levantó esto", cuenta.
La hermana Noemí es de esas personas que están siempre rodeadas por un halo de respeto. Es difícil olvidar esa imagen. Ella entraba en un aula de chicas de 15 años, en pleno bochinche, y sin que nadie hiciera shhhh, todas callaban. Nunca infundió miedo, siempre respeto.
Una vez, en 1992, apareció en el aula de las alumnas de quinto año. Les dijo que si querían tirar papelitos para festejar el fin del curso, de la secundaria, lo hicieran. Pero que esa mañana había visto al placero de la San Martín pinchando uno a uno los papelitos que habían tirado alumnos de alguna otra escuela de la zona. Desde ese día, no sólo ese quinto año, sino que ninguna alumna del colegio celebra ensuciando la ciudad. Así era y es la hermana Noemí. Así enseñaba.
Hoy, contrariamente a la opinión de muchos, piensa que la juventud es mejor que la de su época. Y explica: "Antes teníamos todo controlado, no había televisión, éramos todos amigos, todos conocidos. He vivido una época en que estábamos bien cuidados, en cambio hoy una chica se va a la una de la mañana y nadie sabe dónde va, como si a nadie le importara. Se critica a los jóvenes pero nadie habla de los padres que no notan lo que les pasa a los hijos, los padres no se dan cuenta, o no les importa. Yo creo que hay que educar a los padres, no a los jóvenes, que demasiado buenos son con las libertades que tienen".
La hermana obedeció casi toda su vida al mandato de sus superiores y respondió con creces a la necesidad de los distintos colegios de contar con una rectora. Sin embargo, confiesa que su vocación siempre fue y es la docencia. "Creo que hice mi trabajo lo mejor que pude, pero a la relación del docente con el alumno la extrañé siempre. Yo caminaba por el aula como si estuviera paseando entre flores, en un jardín", compara.
Durante 25 años, la hermana Noemí fue referente y sostén del Colegio. Hoy, junto a otras cuatro hermanas que viven aquí, lo ve cumplir cien años de vidas transcurridas entre sus paredes.
Araceli B. Retamoso
(Diario El Litoral)

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