miércoles, 13 de junio de 2007

EL CLERO DIOCESANO SANTAFESINO

EL CLERO DIOCESANO SANTAFESINO
(1897 – 1997
Análisis de su desarrollo y elenco de sus miembros

Pbro. Edgar Gabriel Stoffel
estoffel@ucsf.edu.ar




I.- INTRODUCCIÓN

A pesar del impulso que significó la obra del jesuita Constantino Bayle titulada ‘El clero secular y la evangelización de América’ publicada en la década del ’50 del siglo pasado y que sirvió para redescubrir el papel de los clérigos diocesanos o seculares en la acción pastoral de nuestro continente, debemos señalar que no es mucho lo que se ha avanzado al respecto y menos aún en lo que se refiere a los siglos XIX y XX.

No han faltado, por cierto, a lo largo del sigo XX una serie de estudios sobre figuras sacerdotales diocesanas de cierta envergadura[1] aunque estas fueron por lo general consideradas en forma individual –esto es sin referencia al cuerpo presbiteral al que pertenecían- o resaltando sus aportes a la vida cívica y cultural de nuestro país y dejándose de lado en muchos casos, lo propiamente pastoral.

Nuestra Iglesia particular de Santa Fe de la Vera Cruz ha sido privilegiada en lo que a recuperación de figuras presbiterales se refiere, gracias al empeño de Mons. Nicolás Fasolino –quien en el tiempo que le permitía su arduo ministerio episcopal (1933-1969) se dedicaba ‘... a conocer y a dar a conocer a cuántos sacerdotes seculares o diocesanos nacieron en Santa Fe y su jurisdicción desde 1573 hasta el año 1850; o ejercieron la regencia de los curatos de españoles y de naturales en la ciudad de Santa Fe’[2]

No menos importante ha sido la contribución del Pbro. Américo Tonda, quién además de sus obras sobre el pensamiento teológico de prominentes clérigos que actuaron en las primeras décadas del siglo XIX[3], nos ha dejado una ‘Historia del Seminario de Santa Fe’ que es imprescindible a la hora de analizar la conformación de buena parte del clero local.



En lo que a nosotros respecta, desde hace tiempo venimos trabajando la problemática del clero diocesano a través de la publicación de algunas biografías y notas necrológicas[4] pero por sobre todo abordando aspectos parciales, a saber:
- El clero secular nacional. Ámbitos de reclutamiento y nacionalización. Estudio de las vocaciones sacerdotales ingresadas en Santa Fe hasta 1930[5]
- El clero secular español y su actuación en Santa Fe (1856-1930)[6]
- Catálogo de ordenaciones sacerdotales y consagraciones episcopales realizadas por los Obispos y Arzobispos de Santa Fe (1898-1997)[7]

Lo señalado al principio, la experiencia recogida en los trabajos citados y en otros que involucran al clero y la disposición reglamentaria de nuestro Archivo Arquidiocesano que no contempla el acceso a los legajos personales de los sacerdotes[8] nos han convencido de la necesidad de este ELENCO que servirá de base para cualquier otro abordaje relacionado directa o indirectamente con el nuestro clero diocesano.

En una perspectiva parecida, debemos mencionar los dos tomos del Diccionario Biográfico del clero secular de Buenos Aires (1580-1900 y 1901-1950) del Pbro. Francisco Avellá Chaffer y ‘Paternidad que perdura (sacerdotes fallecidos en 100 años) del Pbro. Dr. José Luis Kaufmann de la Arquidiócesis de La Plata, de los cuales sin embargo nos diferenciamos, en el primer caso al extendernos hasta 1998 y en el segundo, que mientras allí se catalogan solo los fallecidos en dicha jurisdicción episcopal, nosotros lo hacemos con todos los que han actuado en la nuestra.

II.- LAS FUENTES

No ha existido en la Diócesis y luego Arquidiócesis de Santa Fe un libro de Registro de sacerdotes unificado en el cuales se insertaran sus datos personales y las designaciones pastorales, como tampoco de aspectos parciales como sucedió en La Plata con el ‘Libro de Defunciones de sacerdotes de la Diócesis...’[9] o los dedicados al clero extranjero como los hubo en Buenos Aires[10].

En nuestro caso la información se encuentra dispersa en la documentación que a continuación consignamos:
- Sacerdotes no admitidos. 1898.
- Registro Diario. Tm. I (1898-1910)
- Registro Diario. Tm. II (1910-1921)
- Registro Diario. Tm. III (1921-1927)
- Registro Diario. Tm. IV (1927-1936)
- Libro Títulos y Nombramientos (1936-1998)
- Libro Notas IV (1912-1920)
- Caja ‘Sacerdotes ausentados definitivamente’
- Caja ‘Juicios Canónicos’
- Legajos personales sacerdotes
- Registro Biográfico sacerdotes cincuentenario del Seminario de Santa Fe, 1957

A los datos aquí obtenidos se le suman los encontrados en publicaciones o servicios siguientes:
- Base ingreso de datos ingreso inmigrantes del CEMLA
- Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Santa Fe
- Guía Eclesiástica 1910
- Guía Eclesiástica 1915
- Revista Eclesiástica del Arzobispado de Buenos Aires
- Revista Eclesiástica del Arzobispado de Santa Fe
- Revista Eclesiástica del Obispado de Rosario
- Revista ‘La Cruzada’, 1940

Finalmente debemos señalar la información que nos ha sido provista por algunas diócesis de origen de los sacerdotes extranjeros y la obtenida a través de Internet.

III.- DIFICULTADES Y PRECISIONES

La riqueza que aporta la documentación que hemos enumerado no siempre será un camino fácil y sin obstáculos por el cual discurre el investigador limitándose a una mera transcripción de los datos obtenidos.

Con motivo de la ponencia sobre el clero secular español y su actuación en Santa Fe, precisábamos:

‘Tal dispersión de fuentes ha implicado un verdadero trabajo de ´´ingeniería’’ para la reconstrucción de cada caso, pero el resultado creemos que es bastante valioso, no solo por la cantidad de sacerdotes a quienes se les ha podido detectar la región y la Diócesis de origen, y hasta el pueblo donde nacieron y el Seminario en el que estudiaron, sino también por la exactitud de los mismos’[11]

Nuestro Archivo Arquidiocesano cuenta con decenas de Legajos de sacerdotes (incardinados o solo de paso) que aportan no pocos datos pero que a la vez ofrecen algunas dificultades: en el caso de los sacerdotes nativos la mayoría contiene documentación hasta la ordenación y en algunos casos, una ficha solicitada en 1947 con información personal y destinos pastorales como así también la fecha de fallecimiento, en tanto los de los extradiocesanos están en muchos casos vacíos, con la anotación ‘se le entregó la documentación respectiva’.

Asimismo cuenta con una fuente verdaderamente importante: los Libros de Nombramientos y a partir de 1937 de Títulos y Ordenes, aunque allí también es posible detectar algunos vacíos que pueden atribuirse a descuido de los Secretarios o al mismo autor de este trabajo, quien ganado por el cansancio pasó por alto alguna designación.

Para superar estas deficiencias hemos confrontado con otras fuentes parciales como Boletines, Guías eclesiásticas y otras publicaciones (incluidas las que se refieren a las historia civil y/o religiosa de las poblaciones santafesinas), lo que nos ha permitido reconstruir con bastante certeza los destinos pastorales de mas de 900 sacerdotes.


IV.- ORGANIZACIÓN DEL MATERIAL

En orden a un mayor aprovechamiento del material obtenido y que cada lector o investigador podrá incrementar a medida que se realicen otros hallazgos no consignados hemos elaborado dos tipos de ordenamientos.

El primero es de orden alfabético y consiste en un simple listado acompañado del nro de página donde se encuentra el material obtenido, en tanto el segundo es de tipo cronológico para lo cual se toma como inicio del ministerio la FECHA DE ORDENACIÓN para el caso de los sacerdotes que estudiaron en el Seminario de Santa Fe o en otros lugares pero para esta Iglesia particular y la FECHA DE ADMISIÓN A LA DIÓCESIS o el PRIMER DESTINO PASTORAL para los extra-diocesanos y como cese del mismo la FECHA DE FALLECIMIENTO, EXCARDINACION, RETIRO o CREACIÓN DE UNA NUEVA DIÓCESIS a la que queda incardinado.

En este trabajo presentamos el primero ya que el volumen del segundo excede considerablemente los límites fijados y será objeto de otra publicación.


V.- EL CLERO DIOCESANO EN SANTA FE. ALGUNAS NOTAS.

Durante la etapa hispánica, Santa Fe (especialmente la ciudad) fue pródiga en lo que se refiere a vocaciones para la vida consagrada y el ministerio sacerdotal.

Por cierto, el mayor número ingresó a las órdenes religiosas y de estas, probablemente, hayan sido los jesuitas los más beneficiados[12], pero a la par no pocos fueron los que se encaminaron al clero secular.

Entre estos se destacan Baltasar Maziel, Juan Crisóstomo Perez. Juan Blas Troncoso, José, Manuel y Gregorio Ambrosio Aguiar, los dos Pedro José Crespo, Juan Nepomuceno Caneto, Pascual Silva Braga, Francisco J. Echagüe y Andía, José B. Redruello, José y Amenábar y a los que debemos sumarles el corondino Bernardo de Alzugaray y el rosarino Pedro Mártir Neto.

Hay que decir que muchos de estos, una vez ordenados no solo nunca ejercieron su ministerio entre nosotros, sino que incluso debieron incardinarse fuera del Obispado de Buenos Aires.

Tras la crisis independentista que vació seminarios, dejó muchos curatos vacantes y las poblaciones abandonadas a su suerte en lo espiritual y a demasiados clérigos a incursionar por caminos ajenos al ministerio pastoral[13] los candidatos al sacerdocio comenzaron a menudear por diversas razones, al punto que en 1854 el Obispo de Buenos Aires -Diócesis a la que por entonces pertenecía Santa Fe-señalaba que el antiguo clero casi había desaparecido y solo quedaba un triste esqueleto del mismo[14].

En el caso de Santa Fe es posible constatar un tiempo bastante prolongado –al menos dos décadas- de ausencia vocacional y recién a partir de la década del treinta un puñado de jóvenes santafesinos recibirán las sagradas órdenes, entre otros Severo y Milcíades Echagüe, José Lassaga, Basilio Roldán, José María Gelabert, Julián Garcilazo, Luis y Manuel Córdoba y Vicente Acosta.

Esta pobreza vocacional –aunque algunos de los citados fueron verdaderamente beneméritos- preocupaba a la Jerarquía, al punto que en 1865 el Obispo de Paraná –a la cual por entonces pertenecía Santa Fe- le escribe al Cura de Coronda interesándole por el Seminario, argumentando que lo hace ‘... no sólo por ser así de nuestro deber sino por exigirlo además imperiosamente el estado actual en que se halla nuestra Diócesis a causa de la escasez del clero’[15].

El Informe del año 1875 del Seminario del Litoral que funcionaba en el Colegio de la Inmaculada y estaba regido por los padres jesuitas, nos muestra que la respuesta esperada por el Obispo seguía siendo pobre, ya que sobre 37 seminaristas solamente diez eran santafesinos y de ellos únicamente accederían al sacerdocio Toujas, Pera y Viñas[16].

La transformación santafesina por el impacto inmigratorio

En este marco eclesial c comienza en la provincia de Santa Fe el proceso inmigratorio, que a partir de 1856 –primero lentamente y luego de modo incontenible- ocupará las tierras feraces y vírgenes que se destinarán a la agricultura.

Tímida en sus comienzos y en el marco de la denominada ‘colonización oficial’ o ‘artificial’, a partir de 1870, como ‘inmigración espontánea’ se volverá imparable, y así miles de extranjeros –especialmente italianos- se desparramarán por toda la provincia ocupando los campos desiertos o afincándose en los pequeños centros de población, los cuales, si para 1872 llegaban a 72 en 1887 superaban los 190.

En cuánto al incremento de la población, si en 1869 el total de la provincia arrojaba cerca de 90.000 habitantes de los cuales casi 14.000 eran extranjeros, en 1895 sobre 397.188, 166.487 eran inmigrantes a los que habría que agregarle muchos que figurando como argentinos –especialmente los de las áreas rurales- solo tenían de esto el nombre ya que estaban impregnados de la mentalidad de sus padres.

Como en el resto del país –especialmente en la región triguera-, también en Santa Fe la inmigración transformará la vida económica y social y más que en otros lugares, también afectará la vida religiosa y sacudirá las débiles estructuras eclesiásticas[17].

De esta manera, si la escasez de clero ‘propio’ había sido un problema grave en la décadas anteriores, a partir de este momento va a adquirir proporciones insospechadas, ya que la inmigración –mayoritariamente católica- intentaba reproducir en las colonias el estilo de vida religiosa de sus pueblos y aldeas de origen donde el Párroco jugaba un papel singular.

Al respecto señala Ángelo Gambassin:

‘Attraverso di parroci, i fedeli fanno l’única esperienza di chiesa: la veritá di fede, i dogmi, ogni forma di esperienza sacra e religiosa passano attraverso i parroci. Mediante i Parroci si attua la practica dei sacramenti, delle devozioni e della catechesi; si solennizano i riti che consacranola vita dei cristiano, le feste domenicale e satgionali, le processioni, i pellegrinaggi. I parroci comnpiono gli esorcismi sugli animali e sulle messi; invocano i santi prottetori delle arti e dei mestieri’[18]

Pasados los primeros momentos en que los colonos viajaban varias leguas para acercarse a los centros poblados de importancia que tenían templo y que a decir verdad no eran demasiados, comienza lo que hemos denominado ‘el clamor de los pueblos’ ya que semana a semana en la Curia del Paraná se reciben notas reclamando el envío de sacerdotes para atender las necesidades de las nuevas feligresías con el agregado de que de ser posible deben entender el idioma de las mismas.

Una década después de la fundación de Esperanza, en julio de 1866 los vecinos alemanes escriben al Obispo:

‘hace diez años que esta colonia existe y que nosotros estamos aquí, y que por repetidas veces hemos peticionado para obtener un sacerdote que hablara nuestro idioma’[19]

En el año 1868 son los vecinos de San Carlos quienes escriben a Mons. Gelabert y Crespo comunicándole que después de haber estado atendidos pastoralmente por los padres Pou y Martinetti, hacía ya más de un años y medio que carecían de capellán[20].
Años mas tarde, el Juez de Paz de Emilia y San Justo, le recuerda a la autoridad eclesiástica:

‘... hace mucho tiempo que los colonos de Emilia solicitan un sacerdote que por falta de quién se haya ocupado en hacer conocer a V.S. los deseos tan ardientes de los colonos, no han conseguido...’[21]

Más dramática es la carta que los miembros de la Comisión Departamental de Pueblo San Martín elevan en el año 1879 a la Curia de Paraná:

‘Encontrándose este pueblo y su sección en completo abandono de la precisa educación cristiana por no haber un Padre de la Iglesia que con su ejemplo haga aparecer la voz del Evangelio a fin de que la respeten en su valor por la multitud de habitantes de todas las edades, que desgraciadamente yacen oscurecidos de la verdad cristiana y deseando se cumplan los deseos de V.I. de no permitir se abata sobre nuestra religión católica, creemos muy justo hacer presente a V.I. que de algunos años a esta parte la Religión de este Departamento y hasta una distancia de 30 leguas que hay de este pueblo al de Santo Tomé se encuentra en completo abandono y no hay un sacerdote que auxilie con voz cristiana y su buen ejemplo a miles de almas que ansiosamente lo reclaman’[22]

Y así los vecinos de Pilar en 1880[23], los de Progreso en 1886 que informan haber concluido el templo y son 150 las familias que esperan la atención de un sacerdote[24] y los de Rafaela –a fines de ese año- que señalan que son mas de 200 familias las que esperan la asistencia de un sacerdote y que su radio de acción se puede incrementar a 200 más[25], por no citar sino algunos.

Tales reclamos perdurarán hasta las primeras décadas del siglo XX cuando ya esté organizada la nueva Diócesis de Santa Fe , especialmente de las poblaciones mas pequeñas tal como sucede con los vecinos de San Genaro quien en 1898 a través de José Raffo escriben al Obispo:

‘El abajo firmado en nombre de todos los feligreses de ésta se presenta ante Ud. Suplicando que se sirva mandarnos en esta colonia un capellano, porque aquí estamos viviendo como los animales sin poder hoir misa y todos los devotos pierden la devoción’[26].

En la misma línea, hacia 1911, Juan Tessa escribía desde Lopez (exRigby), solicitando un capellán ‘... por no vivir especialmente la juventud como los animales’[27].

Este clamor de los pueblos en orden a obtener un sacerdote, encerraba por lo general el deseo de que hablara el idioma de los colonos como sucede con los de Estación Diaz, quienes en 1900 solicitan se le provea ‘... de un nuevo Párroco estable, si es posible, italiano, piamontés’[28] o como los de Lopez (exRigb y) quien años más atrde, escriben:

‘Permetta S. Eccellenza che manifestiamo il desiderio che ci invisi, se i possibile, un prete Piemontesi, essendo quivi in gran maggioranza la popolazione Piemontese’[29]

Reclamos de esta característica llevará a que el Inspector de Parroquias, Egmidio Segarra, en 1913, afirme en un Informe al Obispo que si se consiente a estos pedios, tal situación solo podrá resolverse ‘... mediante un traslado a ésta (provincia) del clero piamontés...’[30]


El clero extranjero

Para responder a estas exigencias de una población en continuo aumento, el Obispo José María Gelabert y Crespo contó en primer término con la inestimable colaboración de los padres franciscanos del Convento de San Carlos (San Lorenzo) quienes en su mayoría eran de origen italiano y para quienes el prelado tiene conceptos harto elogiosos[31] y algunos jesuitas de habla alemana que se destacaron en la atención de las pocas colonias de origen suizo-alemán[32], a los que en los años siguientes se agregarán miembros de otras congregaciones religiosas como los redentoristas y los padres del Verbo Divino.

Junto a estos y una vez que las comunidades se estabilizaban se valió del clero diocesano de origen extranjero que se llegaba a estas tierras carentes de personal eclesiástico y donde todo estaba por hacerse, para lograr un destino pastoral que no siempre era fácil de conseguir en los lugares de origen.

Una buena parte de este clero provenía de España, en muchos casos emigrados tras la revolución que había arrojado a Isabel de Borbón del trono y el resto de la península itálica, por lo general del sur de la misma, los que a partir de los años ’80-90 no será demasiados bien vistos y convertidos en objeto de crítica cuando no de mofa.



Así en su Memoria al Congreso del año 1885, Eduardo Wilde -anticlerical y ministro de Roca- se refiere negativamente a ‘... la mayor parte del clero extranjero que solo sabe que el gobierno sostiene su culto y que la patria quedó en el otro lado del océano’[33] y al año siguiente vuelve a la carga, precisando:

‘... los curas son casi todos extranjeros, muchos de ellos ineptos, algunos completamente ignorantes y no pocos grotescos y ridículos que convierten la cátedra sagrada en un objeto de mofa. El que quiera convencerse de esto, no tiene mas que recorrer algunos pueblos de campaña y oír los sermones que el clero cosmopolitano predica en un idioma que no existe’[34]

Cuatro años antes, en su visita a la colonia Esperanza, Estanislao Zevallos hace referencia unos de estos curas extranjeros, el napolitano Luis Castronuovo a quien describe como ‘... de lengua rebelde y acuchilladora de la lengua de Cervantes...’[35]

Por cierto que estas prevenciones sobre el clero extranjero no eran privativas de la clase gobernante, ya que el clero local, especialmente la exigua Jerarquía episcopal –aunque debiera echar manos de el- la compartían.

Al respecto indica Gianfausto Rosoli:

‘... dificultades e incomprensiones por parte del clero local hacia los sacerdotes italianos no faltaron ni siquiera hacia los salesianos, no sólo porque la exigencia de una asistencia específica, no ciertamente exclusiva, no era la mayoría de las veces comprendida, sino especialmente por los distintos prejuicios y temores de que atentaran contra la identidad nacional’[36]

La situación comienza a mejorar a partir de 1890 cuando la Congregación del Sagrado Concilio reglamenta la emigración del clero italiano con una serie de exigencias[37], aunque no pudo remediar todos los abusos especialmente los cometidos por aquellos que ya estaban afincados o deambulaban de diócesis en diócesis.

La misma Sagrada Congregación emitiría con fecha 20 de julio de 1898 un Decreto más general, con disposiciones sobre la excardinación-incardinación y en el que se solicitaba especial cautela y severidad para con los clérigos de otro idioma y nacionalidad que no deberían ser admitidos por los Obispos sin tener informes acerca de su buena conducta[38].

Es preciso sin embargo señalar que los buenos sacerdotes no escaseaban entre los extranjeros, ya que cuando se organize la estructura parroquial de la nueva Diócesis de Santa Fe la mayoría de los nombrados Curas Párrocos pertenecían a sus filas[39].

La formación del clero propio o nacional

La clase política que rige los destinos de nuestro país a partir de la llamada ‘Organización Nacional’ a la par que fomentaba la inmigración, intentará por diversos medios la ‘nacionalización’ de los mismos o al menos de sus hijos para lo cual se valdrá de diversos instrumentos como la educación común y el servicio militar obligatorio[40].

La misma Iglesia no quedará exenta de esta estrategia ya que a pesar del anticlericalismo e irreligiosidad de muchos de los constructores de la Argentina moderna y de los conflictos Iglesia-Estado en ese período, estos fomentarán la formación de un clero nacional lo cual era también reclamado por la Jerarquía eclesiástica.

Así en 1875, en carta al Ministro Leguizamón, el Obispo de Paraná le señala que ‘... una de las necesidades mas sentidas en esta Diócesis es la falta de un clero propio o nacional...’[41] y una década mas tarde, en 1887, el Ministro Bonifacio Lastra manifiesta:

‘Los Seminarios Eclesiásticos reclaman la atención del Honorable Congreso. Institutos de enseñanza superior, en cuyas aulas han de formarse los sacerdotes nacionales el país está interesado en su ventajoso desarrollo, a fin de fomentar la ilustración de los que tan poderosa influencia ejercerán sobre el pueblo’[42]

Quizás por las contradicciones que embargaban a los gobernantes entre sus convicciones y la estrategia elegida, los resultados no eran muy alentadores como se desprende del Informe del Ministro Carballido al Congreso en 1891:

‘Vamos a paso muy lento en la formación del clero nacional asunto que debe preocupar a nuestros prelados’[43]

La falta de clero propio preocupaba también a los dirigentes políticos de nuestra provincia, como por ejemplo el Dr. Funes quien en 1885 había enfrentado al Ministro Wilde en el Parlamento en defensa el Seminario del Litoral, argumentando:

‘¿Acaso no hacen falta clérigos?. Sin Seminarios, ¿de donde los sacaremos? ¿Estaremos solamente a la espera de que nos vengan bachichas?’[44]

Por su parte, el Dr. José Gálvez al abrir las sesiones de las Cámaras santafesinas del año 1888 señalaba en referencia a la Ley 2246 que autorizaba al Poder Ejecutivo Nacional a solicitar a Roma la creación de la Diócesis de Santa Fe:

‘Antes de terminar debo manifestar complacido que el Gobierno Nacional ha hecho de la Provincia de una Diócesis separada e independiente de la de Paraná y que aprobada que sea esta disposición por el Sumo Pontífice tendrá lugar la preconización del primer Obispo de Santa Fe.
Con esta medida podrá servirse mejor las necesidades eclesiásticas de la Provincia a cuya satisfacción ha contribuido ayudando a la construcción de templos en las Colonias y demás centros de Población. Pero el modo mas eficaz de conseguir aquel fin es contar con clero nacional que se forma en el Seminario que costea la Nación y al cual esta provincia debería crear algunas becas, que bien poco costarían al Estado’[45]

Estas aseveraciones del progresista Gobernador fueron corroboradas en los hechos con la creación de 25 becas, de las cuales 11 fueron destinadas a jóvenes de las nuevas colonias y el resto para la ciudad capital y antiguas poblaciones[46].

Hay que señalar que a partir de 1886 se notaba un repunte en el número de candidatos que deseaban ingresar al Seminario del Litoral que funcionaba anexo al Colegio de la ‘Inmaculada Concepción’ siendo llamativo que muchos de ellos provenían de las colonias agrícolas y de Rosario donde el aislamiento y la falta de instrucción en el caso de las primeras y el anticlericalismo en el caso de la segunda, atentarían contra el desarrollo de las vocaciones eclesiásticas[47].

Se da entonces la paradoja que el clero nacional tan reclamado surgirá no de las antiguas familias criollas sino de las inmigrantes, siendo los mismos candidatos inmigrantes llegados de pequeños, primera generación de argentinos o hijos de estos que es casi como decir extranjeros[48].

Una carta del Rector del Seminario del Litoral al Obispo, fechada el 15 de febrero de 1888, confirma de alguna manera esta afirmación, cuando sostiene que ‘... en las Colonias se despiertan cada día nuevas vocaciones en niños que ofrecen grandes esperanzas; y que dentro de algunos años, formando en el clero nacional, dispensarían al Prelado de tener que acudir al extranjero para provisión de los curatos y cargas de almas’[49].

Si bien es cierto lo que afirma Néstor Auza acerca de que el clero nacional experimentó entre 1895 y 1914 un crecimiento de cerca del 140 % en tanto el extranjero el 45 %[50], en números concretos esto significa que sobre unos 150 sacerdotes diocesanos que actuaban en Santa Fe, solamente una treintena se había formado en el Seminario local[51].


Por esta razón, en 1910 el Pbro. Andrés Olaizola, manifestaba:

‘... una de las dificultades mas grandes con que tropiezan los Obispos de las Diócesis Argentinas para el desenvolvimiento de su acción, es sin duda, la falta de Clero propio, de clero diocesano que por sus condiciones de adaptación al suelo nativo y las vinculaciones de familia y relaciones sociales es el llamado a ser, mejor que otro, el colaborador mas eficaz de sus respectivos prelados’[52]


El nuevo Obispado de Santa Fe

A pesar de que el Gobierno Nacional venía impulsando desde 1887 la creación de nuevos Obispados, el conflicto que a la par mantenía con la Sede apostólica que incluía la ruptura de relaciones diplomáticas y el deseo inconfeso de someter a la Iglesia, demoraría esta resolución tan ansiada hasta el año 1897[53].

Con fecha 15 de febrero de ese año y tras una serie de negociaciones, el Papa León XIII expide la Bula ‘In Petri Cathedra’ por la cual se erigen las diócesis de La Plata, Tucumán y Santa Fe, separándose esta última provincia del Obispado de Paraná y sumándosele los territorios nacionales de Chaco y Formosa.

En lo tocante al clero secular, el Auto ereccional emitido por Mons. Uladislao Castellanos –Arzobispo de Buenos Aires- en su número 34 señalaba que podría optar por prestar sus servicios en la nueva circunscripción o trasladarse al resto de la antigua, en tanto el Seminario permanecería en la ciudad de Santa Fe.

La administración de la nueva Diócesis fue encomendada a Mons. Gelabert y Crespo pero poco después –el 23 de noviembre- este fallecía por lo cual el 6 de enero de 1898 se hacía cargo de la misma el Pbro. Gregorio Romero quién de inmediato se abocó a recoger información sobre el estado de las capellanías y sus titulares ya que existía mucha confusión al respecto[54].

De inmediato aparecieron las situaciones irregulares de una parte del clero –especialmente el extranjero- por lo cual a varios de ellos les hace llegar ‘... una palabra que sea una advertencia oportuna antes de tomar medidas extremas’[55] a la par que les comunica ‘... el propósito inquebrantable de ser inexorable con los sacerdotes que no sean de sanas costumbres y que esta regla de conducta será aplicada mas reciamente en aquellos que (...) tienen cura de almas’[56].

La decidida actitud del nuevo Administrador, el cumplimiento de la resolución citada de la Sagrada Congregación del Concilio sobre el clero italiano y la exigencia de que los sacerdotes fijaran residencia ya que muchos transitaban de colonia en colonia[57], hicieron que algunos se retiraran de nuestra provincia y otros ajustaran su situación a derecho, con lo cual se desbrozaba un campo difícil que facilitaría la tarea del nuevo Obispo.

En este contexto se produce la asunción de Mons. Juan Agustín Boneo como Obispo de Santa Fe, quien pastorearía esta Iglesia particular desde el 30 de abril de 1898 hasta su muerte acaecida el 16 de junio de 1932.

De inmediato, a la vez que comienza a visitar distintas comunidades de la provincia, se aboca a la organización de la Curia eclesiástica, gestiona la dotación correspondiente al Seminario y procede a la erección con fecha 3 de diciembre de ese año de 44 parroquias en el territorio santafesino, de las cuales 35 fueron confiadas al clero secular.

También para Mons. Boneo la falta de clero propio fue uno de los problemas mas sentidos, ya que su carencia se volvía un obstáculo para atender las necesidades pastorales y los requerimientos de los fieles que no pocas veces recibieron respuestas negativas a sus solicitudes y reclamos.

Por este motivo, como acontecía desde la época de Mons. Gelabert y Crespo, Santa Fe continuaría necesitando del aporte de clérigos extranjeros, aunque los criterios de selección habían ido mejorando paulatinamente especialmente tras el Decreto ‘De clericis ad American et ad Philipinas Insulas Profecturis’ del 14 de noviembre de 1903 proveniente de la Sagrada Congregación del Concilio[58].

En el caso concreto de nuestra Diócesis, con fecha 31 de octubre de 1899 el Obispo había dictado unas disposiciones generales para la admisión de sacerdotes de otras Diócesis y de aspirantes al estado eclesiástico en la que se señalaba que no serían admitidos los clérigos que presentaran letras testimoniales negativas, los que hubieran pertenecido a órdenes o congregaciones religiosas aunque presentaran boleto de secularización y los seminaristas con estudios comenzados o concluídos[59].

Aunque mas general –ya que no se refiere solo a los sacerdotes extranjeros- es la Circular del 14 de setiembre de 1900 dirigida a los Curas Párrocos, donde tras precisar algunas anomalías que se cometían en el ejercicio del ministerio sacerdotal, se señalan severas medidas para quienes cometan transgresiones y para quienes las permitan.

A pesar de la mejoría de la situación, no faltaran situaciones que motivan la critica como por ejemplo lo hace el periódico ‘El Mensajero’ de Rosario en 1908, donde se lee:

‘... la sagrada misión de subir a tan alta cátedra se confía hoy a cualquier cura de misa y olla...’[60]

Conducir a un clero tan complejo, a menudo lejos de la sede episcopal, era tarea harto difícil, razón por la cual Mons. Boneo apeló a dos medios que le permitían estar cerca de los sacerdotes y acompañarlos en su vida espiritual, aspecto éste último en el que sin dudas se destacaba ya que una sólida piedad alimentaba su alma[61].

Estos medios eran las Visitas Pastorales ya que permitían al Obispo conocer las situación de los sacerdotes en sus lugares de actuación y residencia, los Ejercicios espirituales que realizados en dos tandas congregaban a la mayoría del clero[62] y el Boletín Eclesiástico que contribuirá por una parte a su formación y actualización y por otra a una mayor vinculación con la Iglesia particular[63].

Es notable en este sentido el esfuerzo que hace el Obispo para lograr de un clero tan herereogeneo verdaderos pastores de almas, no solo con la aplicación de normas disciplinares sino fundamentalmente con la formación de una mentalidad verdaderamente presbiteral y del ministerio como camino de santificación.

Finalmente no podemos dejar de referirnos a la formación del clero propio, en el cual Mons. Boneo depositaba todas sus esperanzas y expectativas al punto que no dudaba en darle grandes responsabilidades como sucedió por ejemplo con el Seminario cuando éste dejó de depender de los padres jesuitas.

Tal decisión no era del agrado de muchos, o al menos no se la consideraba correcta tal como sucede con el autor del ‘Informe Reservado’ elevado a Roma en 1907, quién dice acerca del Obispo:

‘Es un santo hombre; pero tiene la desgracia de estar circundado de sacerdotes muy jóvenes y por eso, sin experiencia. No obstante esto, su V icario es bueno y serio’[64]

En cuanto al Seminario, sostiene:

‘Ahora está en manos de sacerdotes del lugar. Serán muy instruidos y celosos... pero me parece a mí que esto constituye un grave error’[65]

Hablando de la formación del propio clero hay que señalar que su preocupación venía desde los inicios de su episcopado y se sentía avalado por las disposiciones del Concilio Plenario de América Latina en las que se ordenaba evitar la convivencia entre los seminaristas y los estudiantes que aspiraban a la vida civil, tal como sucedía en el Colegio de la Inmaculada[66].

En carta al Ministro de Relaciones Exteriores y Culto, y cuando ya el Seminario había sido trasladado a Guadalupe –esto es en 1908-, sostenía:

‘Una de nuestras mayores aspiraciones desde que nos hicimos cargo de esta Diócesis ha sido la formación del Clero diocesano de conformidad con las disposiciones del S. C. Tridentino y el año ppmo ppdo tuvimos la satisfacción de colocar nuestro Seminario en las condiciones indicadas por el citado Concilio, en edificio propio separado por completo de los alumnos que se forman para las carreras civiles y con personal competente elegido del Clero de esta Diócesis’[67]

De todas maneras, los sacerdotes que Mons. Boneo ordenará hasta 1910 llevarán la impronta de la formación jesuítica de la cual estarán siempre agradecidos[68] y los superiores diocesanos de origen santafesino colocados por el Obispo (Biagioni, Durán y Macagno) eran fruto de la misma que había durado cuatro décadas.

En orden a la formación del clero nacional sobre la base de vocaciones cuya estructura mental estaba ligada mas al ‘paese’ o a la aldea de sus progenitores, al menos tres fueron los elementos que contribuyeron a dicha nacionalización: el aprendizaje del idioma nacional[69], la apelación al patriotismo[70] y el fomento de la devoción a la Virgen de Guadalupe[71].

Hay que señalar también que correspondió a Mons. Boneo, casi al final de su vida, la fundación de la Obra de las Vocaciones Eclesiásticas que tenía por objeto ayudar a sostener al Seminario y fomentar las vocaciones siendo además de justicia, recordar que el se encontraba entre los grandes benefactores del mismo.

Dos años antes de su muerte, en 1930 el Seminario contaba con 130 alumnos, de los cuales 16 cursaban Teología y 22 Filosofía, en tanto los de Latinidad, 10 pertenecían a 4to año, 19 a 3ro, 30 a 2do y 33 a 1ero[72].


El episcopado de Mons. Fasolino

Dotado de singulares cualidades intelectuales y de gobierno Mons. Fasolino va a trascender nuestra Iglesia particular proyectándose de tal manera al plano nacional, que el investigador boloñés Loris Zanatta lo considera como uno de más activos protagonistas del reposicionamiento del catolicismo en la primera mitad del siglo XX[73].

Su episcopado –también extenso como el de su predecesor- estuvo marcado por las profundas transformaciones y crisis que vivieron el país y la Iglesia entre los años cuarenta y sesenta.

En el plano eclesial podemos citar la creación de nuevas diócesis en el territorio del Obispado comenzado por Rosario en 1934 y siguiendo por Chaco en 1939, Reconquista en 1957 y finalmente Rafaela en 1963; el crecimiento acelerado de los barrios mas allá los bulevares en la ciudad sede, extendiéndose sobre todo hacia el norte pero también al este y al oeste, con calles de tierra, mal iluminadas y carentes de la estructura socializadora básica y finalmente la crisis sacerdotal y vocacional desatada tras el Concilio Vaticano II que arrastró a algunos en quienes había puesto su esperanza y vació el Seminario.

Al comienzo de su ministerio pastoral, los sacerdotes extranjeros todavía constituían un alto porcentaje del clero: sobre 112, 47 era de otras diócesis; una década después (en 1945) solo quedaban 25 y los santafesinos habían aumentado a 92[74] y a los italianos y españoles originarios se agregarían algunos polacos emigrados tras la guerra que permanecerían poco tiempo[75].

Durante el episcopado de Mons. Fasolino la Iglesia santafesina creció en clero propio., varios seminaristas o sacerdotes fueron enviados a realizar estudios en Roma y otras partes de Europa, algunos sacerdotes alcanzaron la dignidad episcopal y el ingreso de seminaristas llevó a tomar la determinación de construir un nuevo Seminario que reemplazara al edificado por Mons. Boneo que para entonces se había vuelto obsoleto, el cual nunca fue utilizado ya que no se lo concluyó y una década después de haberse comenzado las vocaciones comenzaron a menguar.

Este punto preocupaba especialmente al entonces Cardenal en los últimos años de su episcopado ya que habiendo recibido el Seminario de manos de su predecesor con casi 150 seminaristas lo dejaba con unos pocos alumnos, a la par que confesaba con palabras quemantes ‘hace tantos años que no ordeno un solo sacerdote’ y responsabilizaba de este fracaso a los superiores de la casa[76].

El otro punto que le afectaba era la situación de desborde y crítica que se vivía en buena parte del clero no sólo en lo que se refiere a la Iglesia en general sino en lo tocante a su propia persona y a algunas de sus obras mas queridas como la Universidad Católica.

Hay que destacar en toda esta larga etapa el protagonismo del clero diocesano en el fomento de obras sociales (como Durán y la Casa Cuna), el periodismo (Corti con ‘La Mañana’ y Cerdán con ‘La Cruzada’), el acercamiento a los trabajadores en los años previos al peronismo (Giampaoli en Gálvez) y la presencia en los barrios con la fundación de Parroquias y Colegios (Mons. Rodriguez, Dusso, Di Stefano, Blanchoud, Zanello, Pensato, Silvestrini, Günter, Espinosa y Gasparotto, entre otros).

Volviendo a la preocupación del Arzobispo por su clero, hay que señalar que ésta le acompañó hasta su muerte, tal como se refleja en el testamento donde es posible leer:

‘Sacerdotes muy queridos: sed luz y sal de la Diócesis. Firmes en la verdad ortodoxa; unidos inquebrantablemente al Padre Santo, al Vicario de Cristo, hoy SS Paulo VI; cuya palabra la más alta, digna y noble nos indica la senda de la salvación. Sed obedientes a vuestros Prelados y trabajad unidos a ellos, no solamente diciendo, sino afirmando con los hechos la realidad de la conocida afirmación del mártir Pontífice: ´´Nihil sine Episcopo’’’[77]


Crisis y recuperación

Al poco tiempo de llegado a Santa Fe como Arzobispo Coadjutor, Mons. Zazpe –tras haberse reunido con diversos sacerdotes- tiene su primer encuentro con el clero en el cual no solo se presenta sino que plantea de modo descarnado la realidad que vive el presbiterio y tras señalar cual entiende que debe ser la relación del Obispo con éste, señala que el problema de gobierno no reside solo allí sino también ‘... en las horizontales del presbiterio’[78].

¿Cuál es el diagnostico que hace en la ocasión Mons. Zazpe?

‘Creo –señala- que no solo hay diversidad –lo cual es un valor- sino ciertas ´´separaciones’’, hasta de tipo afectivo, que afectan de fondo la marcha del presbiterio y de toda la diócesis’[79]

¿Cuál considera que es la solución?

‘Todo eso necesita –a su entender- de una ascesis dolorosa con mucho de revaloración, abnegación y renuncias a juicios personales y a obras personales’[80]

En aquella oportunidad dejará bien claro que trabajaría con todos y no solo con algunos y ante las exigencias de cambio de los destinos sacerdotales, señala que estos se realizarán en el momento oportuno, que cuando los haga –tras escuchar, valorar y orar-, lo hará no por presiones o tácticas sino por lo que viese en conveniencia ante Dios y esto, aún cuando pudiese causar algún desagrado[81].

Pero los años ’70 con el cercenamiento de las libertades políticas y sociales por parte del gobierno de la ‘Revolución Argentina’, las protesta que aunaba a obreros y estudiantes en los principales centros urbanos, la irrupción de la guerrilla y el desarrollo de la idea que si de verdad se quería cambiar el actual estado de cosas había que optar por el socialismo, fueron factores que repercutirán de modo notorio sobre la ya complicada situación interna.

En este marco, a la perdida de identidad que manifestaban muchos clérigos, la crítica a la vida celibataria y la disciplina eclesiástica se sumaba la idea de que la plenitud del ministerio podía adquirirse en la lucha por la justicia y la construcción de la sociedad[82].

Entre nosotros también se había instalado en algunos esta idea al punto que con motivo de un pedido de reducción sacerdotal, solicitada la opinión de un hermano en el ministerio señala que se ha ido acentuando en él una vocación política manifiesta en el cauce del peronismo combativo y por allí parece haber decidido su camino. El testimoniante no encuentra contradicción con los fundamentos sociales del Vaticano II y sobre todo de Medellín, por lo que aboga para que la Iglesia valore maternalmente esta opción de un hijo que necesita de mayores círculos para lo que entiende será siempre su sacerdotal entrega.

En el lúcido análisis que Mons. Guiaquinta realiza a 20 años del Concilio Vaticano II. Señala como expresión de la crisis sacerdotal la emergencia del Movimiento de Sacerdotes para el tercer Mundo[83], que en Santa Fe tuvo la adhesión de una franja importante del clero y en algún momento, algunos de ellos fueron parte de la conducción nacional[84].

Frente a la actividad que desplegaba este movimiento sacerdotal, preocupaba a Mons. Zazpe la crítica que desde el mismo se hacía a la Jerarquía eclesiástica razón por la cual en 1971 les va a dirigir una carta personal a los integrantes santafesino donde manifiesta que su mayor preocupación y reserva ante las posiciones asumidas no se refieren tanto a las relacionadas con la injusticia y la pobreza, como las que tienen que ver con el aspecto eclesial.

En esta carta en la que se puede apreciar la caridad y la paternidad de Zazpe ya que frente a declaraciones públicas del Movimiento o de dirigentes del mismo de fuerte contenido contra los Obispos, él elige el camino de la misiva personal a cada uno de los integrantes, aunque por razones que desconocemos y quién o quienes lo hicieron, ésta trascendió a la prensa[85] y tuvo amplia repercusión[86].

Ante el planteo tercermundista que ponía al Episcopado de Argentina ante la disyuntiva de aceptar sus reclamos, Mons. Zazpe sostiene:

‘... no hablo defendiendo mi persona o actuación, sino la comunión del movimiento con la Jerarquía. Es decir, veo la gravedad de una concepción eclesiológica especial no solo sostenida por ustedes sino presumiblemente entregada a los fieles, cuya responsabilidad ante Dios es mía, de manera inmediata, directa y personal (LG 3, 27)’.

Finalmente afectaba al Obispo el quiebre de la unidad eclesial y pastoral que se suscitaba en la Arquidiócesis, ya que si bien en Santa Fe la situación fue menos tensa que en otros lugares porque Zazpe nunca rompió el diálogo con los sacerdotes del Tercer Mundo y reclamó enérgicamente ante las autoridades por algunos de ellos cuando fueron detenidos[87], estos llegaron a afirmar que no tenía una pastoral coordinada y que la misma se le escapaba de las manos[88].

Como contrapartida algunos sacerdotes –individual o grupalmente- manifestaban su oposición a los enrolados en esta postura o sus reparos a un Obispo que consideraban demasiado blando frente a aquellos o a sus actos de desobediencia, aunque nunca llegaron a constituir una agrupación con la formalidad de los tercermundistas.

Ante la manifiesta falta de comunión en el clero, expresaba en la Misa Crismal de 1974 y en el marco del Año Santo que llamaba a la Reconciliación:

‘... debemos convertirnos y reconciliarnos porque la Iglesia local de Santa Fe tiene sus propias indigencias, sus propios clamores y esperanzas.
Desde 1965 –y quizás desde algunos años antes- el cuerpo sacerdotal ofreció al pueblo de Dios la imagen de un cuerpo no solo tensionado, sino electrizado.
Ciertos hechos mostraron que las tensiones llegaron a invadir algunos campos no cristianos: el de la división, el del enfrentamiento, el de la quiebra de la fraternidad sacerdotal, el de los grupos incomunicados.
Fueron diez años duros, difíciles y arduos’[89]

Por cierto que Mons. Zazpe era consciente que tremenda realidad no era exclusiva de Santa Fe, pero consideraba que tenía relieves propios y su propia estructuración, por lo cual concluía señalando dolorido: ‘Somos el resto de lo que fuimos’[90].

A este problema se le suma la escazes de clero y el envejecimiento del mismo[91] lo que hace temer no en vistas al año 2000 sino para el futuro inmediato ya que como señala el Pbro Büntig que trata de ‘...objetivar gráficamente la gravedad de esta situación’[92], ‘en toda pirámide de edades ´´normal’’, la base tiene que ser suficientemente ancha y consistente como para sustentar los segmentos siguientes...’[93] pero en el caso santafesino ‘... la pirámide se ha transformado en un ´´rombo’’, con una base que es prácticamente un vértice’[94] .

También hay que señalar que a pesar de los requerimientos que hace Zazpe a diversas diócesis de Europa o a los obispos con quien tiene ocasión de departir en asambleas y encuentros eclesiásticos solicitándole sacerdotes seculares, no obtiene respuestas positivas.

Como si esto fuera poco el panorama vocacional se presenta desolador ya que la Arquidiócesis carece de candidatos al sacerdocio y de un ámbito para la formación de los mismos ya que cerrado el Seminario en 1967, la experiencia del Instituto Juan XXIII –en reemplazo del Seminario Menor- que en su momento había autorizado Mons. Fasolino en orden a adecuar la formación de los futuros presbíteros a las exigencias del Concilio Vaticano II[95] estaba a punto de fenecer.

En el año 1972 Mons. Zazpe decide el cierre definitivo del Instituto ya que –junto a otras razones esgrime- el mismo no cumple con los objetivos fijados porque se ha convertido en un colegio secundario mas[96] y la Arquidiócesis necesita imperiosamente de un ámbito que se dedique a la promoción vocacional para afrontar la penuria local que vive esta Iglesia[97].

Frente a la crisis ministerial se propone como alternativa la promoción del laicado y las religiosas para el servicio del pueblo de Dios ya que se considera que mas que los ‘ministros’ lo importante son los ‘ministerios’[98], lo cual Mons. Zazpe no dejará de promover e implementar pero sin perder de vista la necesidad de los sacerdotes y de suscitar vocaciones.

De allí que a tiempo y a destiempo, privada o grupalmente no dejará de convocar a los jóvenes al seguimiento de Cristo en el ministerio, como llega a hacerlo por ejemplo en 1979 cuando plantea:

‘El Arzobispo pide que la juventud santafesina responda, porque los pueblos reclaman sacerdotes, los enfermos necesitan religiosas, los pobres quieren ser socorridos, las familias afianzadas y la juventud orientada’[99]

Sin dudas que esta era una de las cuestiones que mas preocupaba a Mons. Zazpe, mas si tenemos en cuenta que durante su Episcopado pudo ordenar solo 10 sacerdotes diocesanos (uno de los cuales provenía del viejo Seminario, algunos de otras diócesis o de experiencias en la vida religiosa y el resto formado en otros seminarios) y el puñado de seminaristas con que entonces contaba la Arquidiócesis se formaban en Paraná y Córdoba.

En virtud de su carácter firme y decidido no se limitó a lamentarse o a convocar, sino ante lo que consideraba un momento de gracia[100] tomó la decisión de abrir el Seminario de ‘Nuestra Señora’, lo que fue apoyado por unos y cuestionado por otros que consideraban –ya que se comenzaría con adolescentes- que no era muy viable dado que las experiencias de seminarios menores habían sido desechadas en casi todo el mundo.

De esta manera, el 13 de marzo de 1978 se dejaba inaugurada la nueva casa que colocaba bajo la dirección de Mons. Edgardo Storni, en lo que parece un corte con la etapa anterior ya que el mismo Zazpe señala:

‘La Arquidiócesis comienza una nueva etapa de su historia’[101]

El acierto de su decisión le era reconocida a su muerte por el Cardenal Primatesta, quién afirmó en aquella ocasión:

‘Nuestro Obispo, en el último momento, fue un sembrador a través de una ofrenda por el Seminario. Esta semilla, este Seminario, tienen que crecer con la entrega de los sacerdotes y por la preocupación de la comunidad, y por la generosidad de tantos jóvenes a quienes hoy mismo ha de llegar y llega el llamado del Señor’[102]

A partir de 1986 comienzan a ser ordenados sacerdotes que han sido formados íntegramente en este nuevo Seminario, los que para 1997 alcanzaban el número de 50, cifra sin duda llamativa ya que en los largos episcopados de Boneo y Fasolino, los ordenados fueron 112 y 113 respectivamente.

Como nota distintiva de esta ultima etapa hay que señalar que en la Arquidiócesis el número de sacerdotes seculares extranjeros que ejercen su ministerio es ínfimo y que el clero diocesano es en su casi totalidad originario de nuestra región; que el perfil rural o proveniente de pequeñas localidades que ostentaba buena parte del clero hasta entrado los años sesenta ha sido desplazado por uno de tipo urbano ya que los nacidos y criados en Santa Fe y Santo Tomé rondan el 50%, en cabeceras de departamentos o centros urbanos importantes un 30% y solo un 20% en pequeñas localidades y finalmente, que si hasta los sesenta ingresaban púberes en esta etapa lo hacen jóvenes que han concluido con sus estudios de nivel secundario.


VI.- ORDENAMIENTO ALFABETICO

Letra A

ABELLA PARRA, Pedro; ABELLA PARRA, Santiago; ABELLA PARRA, Valentín; ACASTELLO, Eduardo; ACASTELLO, Francisco; ACASTELLO, Gabriel; ACASTELLO, Miguel; ACCETA, Francisco; ACIAGA, Celestino; ACHKAR, Daniel;
AGUILAZ, Inocencio; AGUERA, Ernesto; AGUILO, Gaspar; AGUIRRE, Carlos;
AGUNAGA, Juan; AGUSTINI, Héctor; AIMINI, Juan; AIZPIRU IRIONDO, Manuel;
ALBALA, Francisco; ALBANESI, Pascual José; ALBERGA, Elvio; ALBERTI, Pedro;
ALBONICO, José María; ALCÍBAR, Francisco; ALDASORO, Antonio; ALEGRE Y ALEGRE, Felipe; ALEÑA, Narciso; ALESSANDRONI, Romualdo; ALGARAÑAZ, José; ALLEGRO, Alberto; ALONSO FERNÁNDEZ, Antonio; ALONSO REQUENA, Celedonio; ALONSO, Pascual; ALUMNI, José; ALVAREZ PASCUAL, Benito; ALVAREZ, Florentín; ANDRES, Maximiliano; ANTONINI, Wenceslao; AMEZAGA, Luis; ANNOVAZZI, Santiago; APPENDINO, Gustavo; APPREZZO, Nicolás;
ARAGONE, Domingo; ARAGNETTI, Pedro; ARCHANGELI, Torcuato; ARGUINCHONA, Axel; ARIAS, Antonio; ARIAS, Gumersindo; ARPESELLA, Tito; ARREGUI ZAVALA, José; ARRENTO LARRAGA, Isaac; ARRUTI, Francisco; ARSENIO, Hipólito; ARTACHO, Antonio; AUSILIO, Luis; AYALA, José Luis; AYME, Pedro; AZPIRI MENDIGUREN, Francisco; AZIS, Floriano

Letra B
BADANO, Domingo; BADINO, Sebastián; BAGINI, Juan; BAIOCCO, Nazareno;
BAIXAULI NACHER, Ramón; BAJAC, Juan; BAJAC, Esteban; BALBIANO, Domingo; BALDONCHINI, Pedro; BALMA, Santiago; BALLESTA, Martín; BANCHIO, Armando;
BARANDARIAN, Jesús María; BARBAT, Antonio; BARBERIS, Serafín; BARBIERI, Maggiorino; BARCELÓ, Bartolomé; BARI, Miguel; BARUTTA, Mario; BASILE, Salvador; BASSI, Ángel; BATIPAGLIA, José; BAUSÁ ADROVER, Cosme; BAUZÁ, Juan; BAVA, José; BAYO UTRILLA, Victoriano; BELDI, Roberto; BEILETTI, Silvio; BELLAGAMBA, Nazareno; BELTRAN, Pedro Juan; BENASSI, Eduardo; BENASSI, Olivio; BENEDETTI, José; BERIZZO, Juan; BERGA, Juan; BERGALLO, Juan; BERGAS, Antonio; BERMEJO RESINA, Joaquín; BERSANO, Ángel; BERTAINA, Carlos; BERTETTI, Francisco; BERTI, José; BÉRTOLO, Anselmo; BÉRTOLO, Natalio;
BESSO, Marcelo; BEZOMBE, José; BIDONE, Luis; BIAGIONI, Aniceto; BIAGIONI, Antonio; BIAGIONI, Celestino; BIAGIONI, Claudio; BIAGIONI, Tomás; BINIMELIS, Francisco; BLANC CASTILLO, Facundo; BLANCHE, Marcelo; BLANCHOUD, Bernardo; BLANCHOUD, Moisés; BLASCO, Francisco Javier; BLUA, Gabriel; BOERO, José María; BOETTI, Juan; BOMBELLI, Luis Agustín; BOMBELLI, Pedro Edmundo;
BONA, Delfín; BONACINA, Rubén; BONET, Santiago; BONFANTI, Raúl; BONINI, Antonio; BONNIN, Raúl; BONNIN, Rafael; BORGOGNONI, Guillermo; BORRAZ, Joaquín; BOSCO, Juan; BOSSIO, Francisco; BOSSO, Victorio; BOTTA, Juan José;
BOTTAS GILIOLA, Orlando; BOTTO, Luis; BOVERO, Alejandro; BRACCI, Desiderio;
BRASCA, Antonio; BRIZZIO, Luis; BROCANI, Agustín; BRONDA, Natalio; BRUNA, Celestino; BRUFAU, José; BRUNO, José; BRUSATORI, Felipe; BUANEC, Luis;
BUENO Y BUENO, Benito; BUFFARDI, Isidro; BUITRAGO, Gervasio; BULFERETTI, Tarcisio; BÜNTING, Aldo; BUONE, Luis; BUREBA, Aurelio; BUSTINS QUINTANA, Miguel

Letra C
CABALLERO GARCIA, Desiderio; CAGGIANO, Antonio; CALABRESE, Juan; CALANDRI, Máximo; CALLE, Zacarías; CALLERI, Pablo; CAMPANA, Sócrates;
CANALE ECHEVARRIA, Juan; CANALE OBERTI, Rafael; CANELL COLL, Mateo;
CANELLAS PERICAS, Juan; CAÑIZAL Y REPILA, Baltasar; CANO, Fernando;
CANSECO, León; CAPELLETI, Miguel Ángel; CAPELLO, Hugo; CAPITANELLI, Raúl;
CAPOCETTI, Sergio; CARABASA, Hilario; CARACCIOLO, Roque; CARACCIOLO, Francisco; CARAMUTTO, Pascual; CARBÓ CHIBELLI, Antonio; CARDENAS, Bernabé; CARFORA, Vicente; CARIC, Juan; CARLÉS VAZQUEZ, José; CARNEVALLI, Remigio; CARPIO, Agustín; CARRÓN, Gabriel; CARRONE, Tomás;
CASADEI, José; CASALE, Jerónimo; CASEY, Miguel; CASEY, Juan; CASTELLA, José María; CASSONE, Juan; CASTILLA, Miguel; CARDELL, Jaime; CARDONE, Francisco;
CATALANO, Hugo Nelo; CATENA, Osvaldo; CATHALS, Cirilo; CASTRILLO, Juan;
CASTRO, Juan Carlos; CASTRONUOVO, Luis; CASTRONUOVO, Nicolás; CATULO, Domingo; CHARRUAD, Agustín; CHIABRERA, Leopoldo; CHIAFFREDO, Albino;
CHIAFFREDO, Berardo; CHIARA, Luis; CECCHI, Guido; CELI, Juan Bautista;
CERDAN, Emiliano; CERVILLA, Ramón; CIAMPAOLI, Nicolás; CIAMPICHETI, Pedro; CIRIACI PROSPERI, Nazareno; CISERA, Valentín; CLERICO, Carlos;
CLOQUET, Juan; COCA CARRASCO, Antonio; COCA LUQUE, Juan; CODEUS, José Juan; COLABIANCHI, Valeriano; COLACINO (COLAINO), Francisco Antonio;
COLANGELO, José; COLACIÓN, Gabriel; COLAZCO, Alejandro; COLL E ISERN, José; COLL Y PISA, Rafael; COLOMBO, Ángel; COMINI, Francisco; CONSONI, Ambrosio; CORDOBA, Manuel; CORONEL, José; CORRAL, Domingo; CORTAZAR, José Juan; CORTESI, Omar; CORTI, José; CORTI, Juan; CORTI, Normando; COSCIO, Ricardo; COSTA RIERA, José; COUCEIRO VIDAL, Heraclio;
COUREL SOTO, José; COUTI, Fernando; COVELLI, Fernando; COVELLI, José; CRESPÍ Y VIDAL, Antonio; CRESPÍ Y VIDAL, Matías; CRUZ Y JOYA, Miguel;
CRUZ, Venancio; CUESTA, Julián Pío; CULIN, Emilio; CUÑADO DIAZ, Luis;
CUTULI, Pascual

Letra D
D’ALESANDRO, José; DALLA FONTANA, Hugo; D’ANGELO, Mario; D’ANGIO, Gerardo; DANIEL, Carlos; DANIELE, Antonio; DAVID, Daniel Andrés; DE ACHA, Laureano; DE ACHA, Marcos; DE BERNARDI, Domingo; DEBIAGGI, Dante; DE CANÓNICO, Juan; DE CARLO, Nicolás; DECHAT, Jorge; DEFAR, Emilio; DE GRAZIA, José; DE IRIONDO, Juan; DEJAR, Emiliano; DE GAETANO, Carlos; DE LA GANDARA Y MUÑOZ, Lorenzo; DEL CASTILLO JIMÉNEZ, Antonio; DELLA VEDOVA, Luis; DE LOS RIOS CUESTA, Eladio; DE MARTÍN, Martín; DEROSSI, Federico; DEPETRIS, Pedro; DE OBIETA, Antonio; DE ROJAS, Francisco; DE ORYAZABAL, Martín; DIAZ ASENCIO, Francisco; DIAZ, Cándido; DIAZ, Ramón;
DIAZ RUIZ, Plácido; DIEZ Y DIEZ, Baltasar; DIEZ ALVAREZ, Edmundo; DIEZ, Miguel Francisco; DI LORENZO, Pablo; DI MEGLIO, Rafael; DI SALVATORE, Victorio; DI STEFANO, Ítalo; DOMENGE, Pedro; DOMEZAIN SORET, Luciano;
DOMINGO, Francisco; DONATIELLO, José; DONNARUMA, Antonio; DONZELLI, Nicomedes; DURAN, Alfonso; DUSSO, Luis; DUSSUEL, Antonio; DUTARI RODRIGUEZ, Antonio; DUTARI RODRIGUEZ, Daniel; DUTARI RODRIGUEZ, Félix;
DUTARI RODRIGUEZ, Norberto; DUTARI RODRIGUEZ, Tomás; DUTRUEL, René;
DUTTO, Juan Antonio; DUTTO, Severino

Letra E
EGGEL, Luis; ELIZALDE, Blas; ELLENA, Antonio; EMMERT, Hernán; ESPINOSA, Atilio; ESQUEF, Santiago; ESCOBAR, Rufino; ESCUDERO, Justiniano; EZCURRA, Isidoro


Letra F
FARULLA, José; FAOLE, Juan; FAVRE, Calixto; FECH, Eduardo José; FELIU Y MUÑANET, Francisco; FERIGUTTI, Antonio; FERNÁNDEZ, Carlos; FERNÁNDEZ, Cecilio; FERNÁNDEZ Y FERNÁNDEZ, Constancio; FERNÁNDEZ, Diego; FERNÁNDEZ, José; FERNÁNDEZ ALVAREZ, Justo; FERNÁNDEZ, Leonardo;
FERNÁNDEZ SABAS, Manuel; FERNÁNDEZ, Octaviano; FERNÁNDEZ FLORES, Ramiro; FERNÁNDEZ, Víctor; FERRANDO, Santiago Felipe; FERRARI, Francisco;
FERRER, Ángel; FERRERO, Celestino; FERRERO, Francisco; FERRERO, Víctor;
FIALLO, Natale; FIDALGO, Francisco; FIGUEIRAS, Félix; FIGUEIRAS, Prudencio;
FIUSSI, Remigio; FIUZA, Tomás; FIZ GALENDE, Victoriano; FONTELA, José;
FOSCHESSATO, Bartolomé; FRAIDE, Víctor; FRANCESCHI, Luis; FRANCHINI, Miguel; FRANK, Marcelo; FRATTIN, Antonio; FRAVINO, Domingo; FRENCIA, Alcides; FRIGGERI, Pablo; FRITZ, René; FRIZZETTI, Luis; FUENTES, Juan; FUENTES, Pedro; FUNOLL, Jorge

Letra G
GABASA, Manuel; GALARDI, Eduardo; GALETO, Gerardo; GALINDO, Juan;
GALLI, Pedro; GALLIANO, Benito; GALLO, Juan; GALLO, Miguel; GALLUPI, Domingo; GAMBETTI, Hermenegildo; GAMULIN, Esteban; GARCIA, Ángel;
GARCIA, Bonifacio Hernán; GARCIA DE LA VEGA, Joaquín; GARCILAZO, Julián;
GARCILAZO, Tomás Benito; GARDOIS, Gabriel; GARRIGA VILLA, Gabino;
GARZABAL, Juan; GASPAROTTO, Edelmiro; GASSER, José; GATTI, Diego; GATTI, Fabián; GAYÁ , Francisco; GAYÁ Y GALMÉS, Ramón; GAZZE, Cesar; GELABERT Y DURÁN, Guillermo; GENESIO, Miguel; GENTILE, Domingo; GENTILE, Fortunato;
GERVASI, Gerónimo; GHIONE, Bartolomé; GIANNUCCI, José; GIL Y SANTA PAU, Juan; GIMENEZ, Cayetano; GIAMPAOLI, Juan; GIANNONI, Juan; GIARTY, Ricardo;
GIODA, Felipe; GIUIDICE, José María; GIOVANNINI, Eladio; GIULIANI, Atilio; GOMEZ PEREZ, Bernardino; GOMEZ ROMERO, Ricardo; GOMOND, Felix;
GONZALEZ, Amós; GONZALEZ DIAZ, ; GONZALEZ VEGA, Antonio;
GONZALEZ, Benito; GONZALEZ, Javier; GONZALEZ CANSECO, Juan; GONZALEZ, Julián; GONZALEZ, Manuel; GONZALEZ, Pantaleón; GONZALEZ FERNÁNDEZ, Severino; GONZALEZ RODRIGUEZ, Víctor; GOROLIK, Alejandro; GOVA, Pedro;
GRAFENILLE, Silvano; GRAFFIGNA, Luis; GRANDE DE LA FUENTE, Pedro;
GRASES MILLET, Vicente; GRASSI, Mario; GRECCA, Mario; GRECO, Pedro;
GRENON, Néstor; GRENÓN, Nicolás; GRENON, Nicolás; GRENON, Nicolás;
GRENÓN, René Julio; GRENÓN, Santiago; GRIMALDI, Sixto; GRIMALT Y ESCALES, Rafael; GRITTI, Ángel; GROSSO, Miguel Ángel; GUADAGNOLI, Gentile; GUAL Y BARCELO, Jorge; GUILIANELLI, Felix; GUANCHE KEY, Alberto; GUARDAMAGNA, Nilo; GUAZZOTTI, Francisco; GUERNACINI, Enrique; GUNTERN, José Tarsicio; GUSA COSTAU, Antonio; GUTIERREZ FERNÁNDEZ, Antonio; GUTIERREZ, Nazareno

Letra H
HAQUIN, Alberto; HEARTZ, Ricardo; HERNÁNDEZ, Francisco; HERNÁNDEZ, Victoriano; HERRAN GARCIA, Bonifacio; HISI, José; HOURIET, José

Letra I
IGLESIAS, Benjamín; ILANES, Bartolomé; IMBODEM, José; INCORONATTO, Alberto; INZA, Antonio; IRULEGUI, Santos; ISAGUIRRE, Joaquín; ITUARTE GARC IA OYUELO, Mariano; IZAGUIRRE, Antonio; IZAGUIRRE, José Pedro; IZAGUIRRE, Juan José; IZQUIERDO, Antonio

Letra J
JIMÉNEZ LOPEZ, Manuel; JULIÁ Y MESQUIDA, Miguel

Letra K
KOMIC, Francisco; KOVACEC, Mirko; KOWAL, Casimiro; KRÚGER, Pablo; KUZMA, Santiago

Letra L
LABAT Y SÁNCHEZ, José; LANNUTTI, Rafael; LARRAYA, Sandalio; LAGGER, Guillermo; LASSO, Antonio; LAURIA, Gabriel; LEIVA, Francisco; LELL, Ligorio;
LEMKE, Augusto; LEMKE, José; LEÓN, Fernando; LEONANI, Mario; LEONARDI, Leonardo; LEONETTI, Francisco; LEYENDEKER, Ernesto; LEZAUM SEGURA, Secundino; LIARTE, Ignacio; LIBERATI, Adalberto; LÓPEZ LÓPEZ, Daniel; LÓPEZ VEGA, Domingo; LOPEZ, Honorio; LOPEZ, José Luis; LOPEZ Y PLANES, Julio;
LORA, Francisco; LORENZON, Belisio; LOSNO, Domingo; LOVATO, Adalberto;
LOVATO, Eladio; LOBATO, Juan; LUBETA, Mateo; LUCCIETO, Adolfo; LUPO, Domingo; LUQUE, Félix

Letra LL
LLINAS, Gerónimo; LLOBERA Y ROTGER, José; LLODRÁ Y NADAL, Mateo;
LLONCH PUIG, Antonio

Letra M
MACAGNO, Carlos; MACAGNO, José; MACOR, Emilio; MAGRANER Y COLL, Pedro;
MALLO, Patricio; MAMBRETTI, Carlos; MANASSERO, Juan; MANGO, Alfonso;
MANGO, Pascual; MANRESA, Francisco; MAÑÁS, Silvio; MARCACCINI, Luis; MARCHESINI, Aldo; MARCHINI, Amadeo; MARENGO, Manuel; MARÍ SCANDELL, José; MARINELLI, Arturo; MARINELLI, Nicolás; MARINI, José; MARINO, José;
MAROCCO, Juan; MARONNA, Lorenzo; MAROZZI, Pedro; MAROZZI, José; MARQUEZ REYNA, José; MARQUEZ ROJO, Rafael; MARSANIS, Luis; MARTEGANI, Ángel; MARTÍN BUITRAGO, Gervasio; MARTINEZ, Antonio;
MARTINEZ DE ILARDUYA, Agustín; MARTINEZ, Bernardo o Bernardino; MARTINEZ, Celso; MARTINEZ ALVAREZ, Emilio; MARTÍN, Aldo; MARTOS, Andrés; MARZOLLA, Ángel; MARZOLLA, Atilio; MASSARI, Luis; MASSEGUR, Luis;
MASSIN, Ernesto; MASSIN, Jeremías; MATAS MIR, José; MATEO, Marcelo; MATEOS, Dimas; MAURI, Gerónimo; MAUTI, Ricardo; MAUTINO, Elvio; MAXWEL, José T.; MAZZA, Ricardo Bautista; MAZZOLO, Domingo; MAZZUCCHI, Melchor;
MEAGHER, Francisco; MEDANA, Pedro; MEDINA. Héctor; MEGNA, José; MENDÍ, Juan José; MENDOZA, Mario; MENDOZA, Nazario; MENSA, Lorenzo; MERINO, Eduardo; MICHELINI, Serafín; MICHETTI, Domingo Ángel; MICONE, Carmelo;
MIGLIO, Bartolomé; MILESI, Antonio; MILICH, Nicolás; MINGARDI, Raúl; MINGONI, Gustavo; MIR RIPOLL, Ricardo; MIRALLES, Luis; MIRANDA Y TASCÓN, Justo; MIRET, Magín; MOJÁ, Pedro; MOLFESE, Celestino; MOLFESE, Gerardo;
MOLINARI, Luis; MOLINUEVO, Elías; MOLLARET. Ambrosio; MOLLO, Antonio;
MONAGLIA, Juan; MONDINO, Enrique; MONTEMURRI, Cayetano; MONTERO SANTOS, Miguel; MONTES PAZOS, Celestino; MONTINI, Jorge Juan; MONTOVANI, Dante; MORAGLIA, Juan Julio; MORAGUES Y DE MANZANO, Fernando; MORELLO, Enrique; MORELLO, Félix; MORIN BERRAZ, Carlos; MORLACHI, Carlos; MOSCHEN, Ricardo; MOSSI, Miguel; MUCHIELLI, Martín; MUGUERZA LARRETA, Antero; MUÑOZ BARRÓN, Miguel; MURCHIO VERGARA, Miguel

Letra N
NADALICH, Agustín; NANI, León; NAPOLITANO, Alejandro; NARDI, Domingo;
NARDILLO, Ángel; NAPPI, Santiago; NEPOTE, Vicente; NIELLA, Luis María;
NETRI, José; NETRI, Pascual; NIETO BAYO, Ricardo; NISTAL, Faustino;
NOGUERAS RAMÓN, Vicente; NÚÑEZ, Francisco; NÚÑEZ, José


Letra O
OCHOA, Manuel; ODDONE, Cristóforo; ODEICAR, Francisco; OLAIZOLA, Andrés; OLIVA, José; OLESSIO, Santiago; OLIVIERI, Tomás; OLLER, Francisco; ONIS, Leonardo; OREGLIA, Félix; OROZ, Sabino; ORUS, Manuel; ORTEGA FERNÁNDEZ, Francisco; ORTEGA QUIRINO, Lerome; ORTIZ, Oscar Edmundo; OSORIO, Valentín;
OSTOLAZA, Telésforo; OSTORERO, Serafín; OTERO ECHAURRI, Edelmiro;
OYARZABAL Y URANGA, Juan María

Letra P
PABTS, Pedro; PAGÉS SELLARÉS, Pedro; PALAZZI, V.; PALMIERI, Francisco; PALMIERI, Leopoldo; PANIGO, Olidio; PANIZZI, Francisco; PAPROCKI, José;
PARDINI, Paulino; PARISI, Juan; PARODI, Honorio; PASCUCCI, Luis; PASSARI, Vicente; PAUTASSO, Juan; PELLICANO, Lorenzo; PENSATO, José; PEÑALVA, Juan;
PERELLÓ FERRER, Juan; PERETTI, Mario; PERETTI, José Pedro; PEREYRA, Argentino; PEREYRA HERNÁNDEZ, Isidoro; PEREYRA, Oscar; PEREZ BUENO, Benito; PEREZ BUENO, Diego; PEREZ, Emiliano; PEREZ, Gaspar; PEREZ GONZALEZ, Pío; PERONI, Romeo; PERRETTA, Roque; PERZ, E.; PESOLE, Nicolás;
PETTINARI, Domingo; PETRONE, Leonardo; PEZZINI, Domingo; PICABEA, Vicente Juan; PICARDI, Domingo; PICHIOTTINO, Carlos Emilio; PIGGIARDI, Pedro;
PIGNOLO, Luis; PIOVANO, Juan; PISANI, Pablo; PLANAS, Julio; PLANELS Y PLANELS, Juan; POLIZZI, Vicenzo; PONTA, José; PONTE BALLESTEROS, Tomás;
PORFIRIO, Constantino; PORLIRONIC, Lucas; PORPORATTO, Quintín; PRADOLINI, Duilio; PREITI, Antonio; PRIETO SUAREZ, Rafael; PRIETO, Ulpiano; PRINCIPE, Enrique; PONTORIERO, Gerónimo; PUGLIESE, Domingo; PUGLIESE, Miguel; PUIG Y SAGRERA, Gabriel; PUJATO, Manuel; PUSSETTO, Celestino; PUESTO, José;

Letra Q
QUADRELLI, Pablo

Letra R
RAELE, Rafael; RAFAELLI, Alfonso; RAMIS LLINAS, Guillermo; RAMIS, Rafael;
RAMÓN Y TUR, Juan; RAMOS, Ismael; RASTELLI, Juan; RATTALINO, Alejandro;
RE, Idelso; RE, Juan; RECALDE, José; REGHENAS, Andrés; REQUEJO ALONSO, Antonio; RHOR, Santiago; RHORMAN, Omar; ROCALDONI, José; RICHARD, Juan Antonio; RIERA, José; RINALDI, Domingo; RIOS, Eduardo; RIPAMONTI, Pedro;
RIPOLL Y SAMPER, Pedro; RIPOLLI, Cayetano; RISSO, Antonio; RISSO, Manuel;
RIVA, Bartolomé; RIZZETTI, Romeo José; RIZZO, Juan B.; ROBLEDO GARCIA, Ramón Pedro; ROCONE, Camilo; RODRIGUEZ Y RODRIGUEZ, Ángel; RODRIGUEZ ZIA, Ángel; RODRIGUEZ FERNÁNDEZ, Benito; RODRÍGUEZ, Benito;
RODRIGUEZ, Benito Epifanio; RODRIGUEZ, Antonio; RODRIGUEZ, Antonio;
RODRIGUEZ ALVAREZ, Eduardo; RODRIGUEZ, Francisco; RODRIGUEZ, Francisco;
RODRIGUEZ AVELLÓN, Francisco; RODRIGUEZ PEREZ, Guillermo; RODRIGUEZ, Guillermo; RODRIGUEZ GANGOSO, Leonidas; RODRIGUEZ DE HOYOS, José;
RODRIGUEZ GONZALEZ, José; RODRIGUEZ VALLEJO, José; RODRIGUEZ, Victorino; ROIG MARÍ, Juan; ROIG, Juan; ROLANDO, Tomás; ROMAGNOLI, Gaspar;
ROMANO, Francisco; ROMERO LEÓN, Fernando; ROMERO, Gregorio; ROSA, Daniel;
ROSA, José; ROSSELLÓ, Domingo; ROSSELLÓ, Gerónimo; ROSSELLÓ, Pedro Alejo;
ROSSELLÓ, Pedro M.; ROSNASKI, Casimiro; ROSSI, Ángel; ROSSI, Antonio; ROSSI, Blas; ROSSI, Gelasio; ROSSI, Jorge; ROSSI, Miguel; ROSSO, Atilio; ROTA, Luis;
ROTEGLIA, Luis; RUBÍ, Juan; RUBILLOTTA, Pascual; RUCCI, Héctor; RUISECH PUJADAS, José; RUIZ PEREZ, Francisco; RUIZ, Genaro; RUIZ, Lucio; RUIZ BADANELLI, Pedro; RUIZ GALLO, José; RUOCCO, Francisco; RUSCITTI, Vicente

Letra S
SABIO, José; SAGARRESSE, Francisco; SAGOLS, Francisco; SALA, Juan; SALAMONE, Luis; SALAZAR, Joaquín; SALVETTI, Juan; SÁNCHEZ TORRES, Fausto; SÁNCHEZ MORENO, Francisco; SÁNCHEZ, José María; SÁNCHEZ, Manuel;
SÁNCHEZ DIAZ, Rafael; SANGALLI, Juan; SANNINO, Tomás; SANTA CRUZ, Samuel; SANTIAGO, Miguel Vicente; SANTISTEBAN, Dionisio; SANTORO, Miguel;
SANTOS MARIA, Mariano; SANZ GARCIA, José María; SARSOTTI, Jorge; SASTRE Y SASTRE, Antonio; SASTRE VIDAL, Jaime; SCAFARELLI, Rosalbo; SCALZOTTO, Miguel; SCATIZZA, Carlos; SCAVALLI, Pascual; SCAZZAFAVA, Luis; SCHETTINO, José; SCHY, José; SCHUHMAYR, Jorge; SCORZA, Lucio; SCOTO, Francisco; SEGARRA, Egmidio; SEINGI, Carlos; SELANI, Enrique; SEMPRINI, Albino; SEMPRINI, Hipólito; SERRA, Alberto; SERRA, Jaime; SERRA, José; SERRA, José María; SERRA, Melchor; SERRANO, Benito; SERVERA Y SUREDA, Andrés;
SERVERA Y FORNÉS, Antonio; SERVERA Y NEBOT, Monserrat; SHEEHY, Juan;
SIERRA Y SALDIVAR, José María; SILVA, Genaro; SILVA, Osvaldo; SILVESTRE, Severino; SILVESTRINI, Carlos; SIMÓN VAZQUEZ, José; SINDONI, Francisco;
SOLARI, Esteban; SOLIMANO, Juan; SORIA, José María; SORIANO, Antonio; SOTO, Manuel; SPEZZANO, Juan Alberico; SPIHA, Antonio; SPINELLI, José; SPONTÓN, Ernesto; SPONTÓN, Luis; SPONTÓN, Luis; SPOSARO, Domingo; SREDIE, Juan;
STECCO, José; STEINKI, Juan; STRALLA, Mauricio; STOFFEL, Edgar Gabriel; STORNI, Edgardo Gabriel; STRINA, Omar; STRINA, Rubén; STROFFOLINO, Pellegrino; SUAREZ, Daniel; SUAREZ, Eduardo Esteban; SUAREZ, José María; SUDIC, Juan; SUIRON, José María; SUREDA, Manuel

Letra T
TACCA, Marcos; TACCA, José; TACCA, Juan; TACCA, Olivio Esteban; TACCARI, Albino; TAMAYO RICO, Nicolás; TANTI, Marcelo; TARANTINO, Antonio; TARDIVO, Florencio; TARTAGLIA, Generoso; TAVELLA, José; TELLARO, Miguel; TEIXEIRA DE VASCONCELOS, Alfredo; TEIXIDOR Y PAGÉS, Jaime; TIBALDO, Ángel;
TIBALDO, Arturo; TIBALDO, Carlos; TOMASEWSKI, Andrés; TOMATIS, Luis María;
TORRES, Casimiro; TORRES, Félix; TORRES RIERA, Antonio; TORRES CARDONA, Miguel; TORRES RIERA, Pedro; TORTEA, José; TRAMONTI, Domingo; TRANCÓN CARNERO, Policarpo; TRIAS, Antonio; TRIVOLI, Luis; TRONGE, Pedro; TROSSERO, René; TONDA, Américo; TOUJAS, Domingo; TRUCCO, Edgardo Juan; TUR CAPLES, Vicente; TUBAU Y BATTLE, Modesto

Letra U
UGOLINI, Domingo; URANGA BENGOECHEA, Eugenio

Letra V
VAGNI, Federico; VALBONA Y ADROVER, Sebastián; VALENTI, Mario; VAQUER, Bartolomé; VAQUER, Jacobo; VAQUER, Jaime; VARELA GONZALEZ, Valentín;
VASALLO, Adelgiso; VAZQUEZ, José María; VAZQUEZ, José Ramón; VAZQUEZ, Manuel; VAZQUEZ Y AMÁN, Ramón; VECCHIA, Antonio; VEGA ARIAS, Antonio;
VEGA, Feliciano; VEGA, Valeriano; VELÁSQUEZ, Manuel; VENGOYEANNE, Gastón;
VERDAGUER, Francisco; VERDAGUER, Francisco de Asís; VICENTE S., Miguel; VICENTÍN, Francisco; VICENTÍN, Luis; VIDAL, Heraclio; VIDAL RODRIGUEZ, Manuel; VIETTI, Gustavo; VILARINO, Faustino; VIDAURRETA, Cecilio José;
VIDAURRETA, José Francisco; VILLANUEVA I., Pablo; VILLÓN GAREDAS, José;
VINOL, F.; VIÑAS, Jacinto; VIÑOLO, Matías; VIRILE, Domingo; VIRGILIO, Julio;
VISCANNA, Misael; VIVAS, Néstor; VIVAS, José; VOCATURO, Cayetano; VOSSEN, Elías

Letra W
WHELAN, Edmundo; WHELAN, Juan; WELCHEN, Alfredo; WIAGGIO GENNARO, Luis

Letra Y
YANNUZZI, Dionisio; YOSSEN, Germán

Letra Z
ZAPICO, Evilasio; ZANELLO, Hilmar; ZANFINI, Francisco; ZANINOTTI, Rafael;
ZANOTELLI, Benjamín; ZENERE, Antonio; ZENGARINI, Enrique; ZENKLUZEN, Cirilo; ZOMOZA FERNÁNDEZ, Domingo; ZOMOZA, José; ZUBICOA, Juan; ZUNINI, Arturo; ZÚÑIGA MORENO, Nicolás; ZURBRIGGEN, Aldo



VII.- BIBLIOGRAFÍA
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CENTENARIO DE LA PARROQUIA INMACULADA C ONCEPCION . 1873-1973, Reconquista, 1973.
CENTENARIO DE SANTA CLARA DE BUENA VISTA. 1886-1986, 1986.
CENTENARIO PARROQUIA SAN MARTÍN DE TOURS (1888-1988), San Martín de las Escobas, 1988.
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[1] A guisa de ejemplo:FASOLINO, Nicolás. Vida y obra del primer rector y cancelario de la Universidad de Buenos Aires Presbítero Dr. Antonio Saenz, Bs. As, 1921 y reedición año 1968; GRENON, Pedro. Familia y escudo del Pbro. Ignacio Duarte Quirós, fundador del Colegio de Montserrat, Córdoba, 1942; VERGARA, Miguel Ángel. Zegada – Sacerdote y patricio de Jujuy, Jujuy, 1940; ZURETTI, Juan Carlos. Fundación de la Biblioteca Pública y acción del Pbresbitero Chorroarín, Archivum ene-jun. 1960, pgs. 87-105; VERGARA, Miguel Angel. El Arcedeano Dr. Juan Ignacio Gorriti en 1810, Ibidem ant., pgs. 157-168; FURLONG, Guillermo. Pedro Ignacio Castro Barros y su epifanía en el escenario patrio, Idem. Ant., pgs. 173-1182;VILARDI, Julio. Santiago Segurola, Archivum. Ene-dic. 1961, pgs. 241-251; ECHEVERRIA DE LOBATO MULLE, Felisa. El padre Salvaire y la Basílica de Luján, Edit. La Perla del Plata, Luján, 1961; FURLONG, Guillermo. Castro Barros. Su actuación, Academia del Plata, II, 1961; GELLY Y OBES, G. Manuel Alberti, el presbítero de la revolución, Bs. As, 1961; FREITAG, Clara. Escolástico Zelada: sacerdote y patricio jujeño, Archivum año 1998, pgs. 205-212;
[2] Cfr. El clero santafesino, Revista de la Jta Pcial de Estudios Históricos, Nro3, pgs. 28-36; Actuación de cuatro clérigos santafesinos, Rvta Jta Pcial de Estudios Históricos, Nro 3, 1940, pgs. 25-29; DR. José De Amenábar, Rev. Jta Pcial de Estudios Históricos, Nro. 6; El maestro D. Pedro Rodriguez, Archivum ene-jun. 1943, pgs. 16-53; Dos semblanzas (Francisco Javier Echagüe y Andía – Hernando Arias Mansilla), Jta Pcial de Edstudios Históricos de Santa Fe, 1943; Alvaro Gil ¿cura de Santa Fe en 1573-1576?, Rvta Jta Pcial de Est. Históricos, Nro 11, 1944, pgs. 9-13; Sacerdotes santafesinos en Mendoza, Rvta de la Jta Pcial de Est. Históricos, Nro 26, 1961, pgs. 23-48 Los sacerdotes Aguiar en Santa Fe, 1968; Los Presbíteros Crespo en Santa Fe, Bs. As. 1968; Juan Nepomuceno Caneto, 1773-1840, Bs As, 1968; Neto y Silva Braga (Dos figuras santafesinas), 1958; El Maestro Don Pedro Rodriguez, Archivum I, 1, 1943; Francisco J. Echagüe y Andía – José B. Reduello, Edic. ‘El Litoral’, 1955. Sobre Nicolás Fasolino como historiador eclesiástico, veáse DAMIANOVICH, Alejandro. Cinco historiadores argentinos. Los presidentes de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe, en Revista de la Jta Pcial de Estudios Históricos de Santa Fe, Nro. LX, Santa Fe, 1995, especialmente pgs. 68-71.
[3] Cfr. El Deán Funes y la Reforma Rivadaviana, Santa Fe, 1961; Castro Barros. Sus ideas, Academia del Plata, III, 1961; Mariano Medrano. Su nombramiento de vicario apostólico en Buenos Aires, Santa Fe. 1971; La eclesiología de los doctores Gorriti, Zavaleta y Agüero, Rosario, 1981; La eclesiología de los doctores Funes y Castro Barros, Rosario, 1982; El pensamiento teológico del Deán Funes, Santa Fe, 1982; La eclesiología del Dr. Mariano Medrano, Rosario, 1983. En 1981 publicó en Córdoba ‘El Obispo Orellana y la Revolución’, en donde entre otros capítulos, desarrolla la situación del clero del Obispado de Córdoba.
[4] Cfr. La acción pastoral de José de Amenábar. Antiguo colegial en Chile, Anuario de Historia de la Iglesia en Chile, 11, Stgo de Chile, 1993; El Pbro. Domingo Rinaldi. Amigo de los pobres. Maestro de los niños. Padre de todos, Revista del Arzobispado, año XCIII, jul-dic., 1994, pgs. 5-10; El presbítero José María Gelabert, Serie ‘Centenario de la Diócesis de Santa Fe’, Nro 1, Arquidiócesis de Santa Fe de la V. Cruz; El Pbro. Severo Echagüe, Revista del Arzobispado, año XCVI, ene-jun. 1995, pgs. 18-22. Entre las necrólogicas: Pbro. Celestino Bruna, Revista del Arzobispado, año XCIII, ene-jun.1994, pgs. 131-132; Pbros. Oscar Edmundo Ortiz y Anselmo Fortunato Bértolo, en Ibidem ant., año XCIII, jul-dic. 1994, pgs. 145-146; Pbro. Oscar Pereyra, Idem ant., año XCIX, ene-jun. 1999, pgs. 200-201; Pbro. Carlos Morín, Idem ant., año CI, ene-jun. 2001, pgs. 215-216
[5] Cfr. AUZA, Nestor T. Iglesia e inmigración en la Argentina, Tm. II, CEMLA, Bs. As., 1994, pgs. 61-86.
[6] Cfr. AUZA, Néstor T. Iglesia e inmigración en la Argentina, Tm. II, CEMLA, Bs. As., 1997, pgs. 71-100.
[7] Revista del Arzobispado, año XCVI, jul-dic. 1997, pgs. 10-18.
[8] Cfr. Reglamento Archivo Arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz, 2005.
[9] Cfr. Kauffmann, Luis. Paternidad que perdura (Sacerdotes fallecidos en 100 años),
[10] Cfr. AVELLÁ CHÁFFER, Francisco. Diccionario Biográfico del clero secular de Buenos Aires. Tm. II 1901-1950, Bs As, 1985, pg. 5.
[11] Ibidem nota 6, pgs. 73-74.
[12] Cfr. FURLONG, Guillermo sj. Cuatro siglos de religiosidad santafesina, Revista del Arzobispado, may-dic. 1973, pg. 10.
[13] Cfr. TONDA, Américo. Historia del Seminario de Santas Fe, Castellví, 1959; DUSSEL, Enrique. Historia de la Iglesia en América Latina;
[14] Cfr. TONDA, A. Obra cit., pg. 22.
[15] AASFVC. Caja Coronda- Documentos Varios, Nota del Obispo de Paraná al Cura de Coronda, 18 de febrero de 1864.
[16] Cfr. Memoria del Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública, año 1876, pg. 86.
[17] Cfr. Nuestros trabajos: La inmigración y su impacto sobre las estructuras eclesiásticas, en Primeras Jornadas de historia del Departamento de San Jerónimo y su región, Gálvez, 1994, pgs. 119-123; La inmigración y su impacto sobre las estructuras eclesiásticas santafesinas (1856-1898), Archivum, 1994, Bs. As; La inmigración europea y su impacto sobre la vida religiosa y pastoral santafesina, en Coloquio Internacional ‘Geografía de las relgiones’. Grupo de Estudio Aproximación Cultural en Geografía, UGI, Univ. Católica de Santa Fe, 1999, pgs. 137-197; La construcción de templos y capillas en el actual Departamento Castellanos, Centro de Estudios e Investigaciones Históricas de Rafaela, 2001.
[18] Il clero diocesano in Italia durante il Pontificato di Pio IX (1846-1878), Chiesa e religiositá dopo l’Unitá, Relazioni, Tm I, pgs. 158-159.
[19] AASFVC. Caja Esperanza. Nota de los vecinos alemanes al Obispo, 12 de junio de 1866.
[20] AASFVC. Caja San Carlos Centro. Nota de los vecinos al Obispo, 17 de octubre de 1868.
[21] AASFVC. Caja Emilia, Tm. I. Nota del Juez de Paz al Obispo, 10 de noviembre de 1872.
[22] AASFVC. Caja San Martín de las Escobas, I. Nota de la Comisión Departamental del pueblo al Obispo, 20 de junio de 1879.
[23] Cfr. AASFVC. Caja Pilar, I. Nota de los vecinos al Obispo de setiembre de ese año donde manifiestan que ‘... el creciente aumento de la población de esta colonia exige imperiosamente la presencia en ella de un pastor espiritual necesidad tan sentida por sus habitantes esencialmente católicos apostólicos romanos, cuanto ella dista muchas leguas de cualquier punto donde poder encontrar los auxilios espirituales’.
[24] AASFVC. Caja Progreso, I. Nota de la Comisión edificadora del Templo al Obispo, 13 de junio de 1886.
[25] AORaf. Caja Rafaela, I. Nota de Luis Eyssatier en nombre de comerciantes y vecinos al Obispo, 29 de diciembre de 1886.
[26] AAFVC. Caja San Genaro, I. Nota de José Raffo al Obispo, 1898.
[27] AASFVC. Caja Capellanías, Carpeta Lopez. Nota de Juan Tessa al Obispo, 29 de abril de 1911.
[28] AASFVC. Caja Estación Díaz. Nota de José Alemany al Obispo, 13 de enero de 1900.
[29] Ibidem nota 27.
[30] AASFVC. Caja Inspección de Parroquias. Informe del Inspector de Parroquias al Obispo, 1913.
[31] Cfr. PINILLOS, Teófilo ofm. Historia del Convento de San Carlos de San Lorenzo,; TONDA, Américo, obra cit., nota 13; Nuestros trabajos Los franciscanos de ‘Propaganda Fide’. La atención pastoral de los inmigrantes en el Chaco santafesino, en Nuevo Mundo Nro. 50, 1995, pgs. 45-85 e Historia de la Parroquia y del Templo de la Natividad de la Santísima Virgen. Esperanza (1921-1996), Esperanza, 1996.
[32] Cfr. TONDA, Américo, Obra cit., nota 13; Apuntes históricos sobre los ministerios de los P.P. de la Compañía de Jesús en la Colonia Esperanza, 24 de setiembre de 1867-4 de noviembre de 1877, en GRENÖN, Pedro sj. La ciudad de Esperanza, Tm. III; OGGIER, Gabriel y JULLIER, Emilio, Historia de San Jerónimo Norte, Tm. I, Edit. Apis, Rosario, 1984; Nuestros trabajos En las colonias, en La Herencia jesuítica en Santa Fe, Nro 16, El Litoral
[33] Memoria del Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública, 1885
[34] Ibidem ant, 1886.
[35] Cfr. Descripción amena de la República Argentina,
[36] Las organizaciones católicas y la inmigración italiana en la Argentina, en DEVOTO, Fernando y Gianfausto Rosoli (comp..). La inmigración italiana en la Argentina, Edit. Biblos, p. 231.
[37] Cfr. Sacerdotes que vienen á América. Comentario importante, Boletín Eclesiástico de Santa Fe, 18 de abril de 1904, pg. 315.
[38] Ibidem ant.
[39] Cfr. Nuestro trabajo Nuestra primera organización parroquial diocesana, Santa Fe, 1998; Acertadamente señala el p. Fabio Baggio c.s que ‘... Mons. Boneo seppe riconoscere i meriti dei bravi sacerdoti italiani e spagnoli residenti nella sua diocesi; como giá si è visto sopra, nel processo di organizzacione diocesana ne premiò molti con la nomina di parroco e viceparroco, assicurando alle colonie un’assitenza specializata’, en La Chiesa argentina di fronte all’inm,igrazione italiana tra il 1870 ed il 1915, Istituto Storico Scalabriniano, Roma, 2000, pg. 208.
[40] Cfr. BAROVERO, Diego. Los inmigrantes y la política en Argentina, en Migración Noticias, 31, julio 1990, pgs. 17-18.
[41] Memoria del Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública. Año 1876. Carta de Mons. Gelabert y Crespo al Ministro, 20 de febrero de 1875.
[42] Ibidem, Tonda, Obra cit. Nota 13, pg.
[43] Idem ant.,
[44] Idem, pg. 100
[45] Mensaje del Gobernador de la Provincia de Santa fe a las Honorables Cámaras Legislativas en la apertura de sus sesiones ordinarias de 1888, pg. 37.
[46] Cfr. AASFVC. (Carpeta Seminario del Litoral). Becas de la Provincia, enero 1890.
[47] Cfr. Tonda, obr. Cit. Nota 13, pgs. 23 y 24.
[48] ‘... la mayor parte de los argentinos de las colonias, que –como reconoce el Anuario de Estadísticas de 1905- era ´´descendientes de los colonos establecidos en el país hace veinte y mas años y que nacidos en él (la mayor parte en las antiguas colonias de Santa fe) son por ley ciudadanos argentinos, pero conservando aún sus indiosincrasias y rasgos típicos de las nacionalidades de sus padres, que en su totalidad eran italianos (del Piamonte) y suizos’’’, en FERRERO, José. El Espíritu de la Pampa Gringa, Todo es Historia, Nro. 113, pg. 77. Veáse con mas amplitud, nuestro trabajo cit. Nota 5, pgs. 69-73.
[49] Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública, año 1888, Tm I, pg. 393.
[50] Cfr. Una aproximación a la relación entre clero, población e inmigración en la provincia de Santa Fe, 1869-1914, pgs. 48-49. Hay que hacer notar que el autor no distingue entre sacerdotes diocesanos y religiosos, ya que su fuente de información son los Censos que no realizan esta discriminación.


[51] Cfr. Guía eclesiástica de la República Argentina. Año 1915, pgs. 373-378.
[52] LLOYD, Reginald y otros. Impresiones de la República Argentina en el siglo XX, 1911, pg. 864.
[53] Para profundizar en este proceso, veáse LEYENDEKER, Ernesto. Diócesis de Santa Fe. Su creación, Santa Fe, 1947.
[54] Cfr. AASFVC. Informe de Mons. Gregorio Romero al hacer entrega del Obispado, abril de 1898 y Circular Nro. 1 del 24 de enero de 1898, dirigida al clero.
[55] AASFVC. Libro de Notas, I.
[56] Ibidem ant.
[57] Ibidem nota 54.
[58] AASFVC. Caja Decretos Mons. Boneo.
[59] Cfr. Ibidem ant.
[60] Edición del 7 de abril de 1908.
[61] Cfr. BIAGGIONI, ANTONIO. Mons. Boneo en su centenario, Guadalupe, Nro. 300, diciembre de 1945, pg. 5.
[62] Sobre participación de clero Ejercicios de 1910, REABA XI, pgs. 65-66.
[63] Cfr. Nuestro trabajo Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Santa fe. Medio para la comunión, la formación y la actualización del clero, en Revista del Arzobispado, año C, jul-dic. 2000, pgs. 3-8.
[64] MARTINEZ, Pedro Santos. La situación religiosa en Santa fe en 1907 (Un ‘Informe reservado’), II Congreso de Historia de la Iglesia, Santa Fe, 1992.
[65] Ibidem ant.
[66] Cfr. Nros 612-613. Sobre el caso concreto de Santa Fe, ver el Capítulo II de la Historia del Seminario de Santa Fe del Pbro. A. Tonda.
[67] AASFVC. Libro de Notas, III, pg. 153.
[68] Cfr. Álbum conmemorativo del Cincuentenario del Colegio de la Inmaculada Concepción en Santa Fe (República Argentina), 1912.
[69] En 1911, el Rector del Seminario Pbro. José Benedetti –hijo de inmigrantes y nativo de colonia Margarita-, informa al Obispo: ‘... convencido de que lo útil debe unirse a lo bello para su mayor eficacia práctica, he procurado dar especial importancia a la enseñanza de la lengua patria...’. AASFVC. Carpeta ‘Informes anuales (Seminario) 1898.
[70] El Informe de 1910, señala: ‘El Seminario se asoció al regocijo de la patria en el Centenario de su gloriosa independencia, con cediendo a los alumnos ocho días de asueto, durante los cuales se engalanó la fachada del edificio, iluminándolo de noche, y se celebró un acto literario musical, que puso de relieve el acendrado patriotismo de los seminaristas’, Ibidem ant.
[71] MARTEGANI, Ángel. Nuestra Señora de Guadalupe. Breve historia de su imagen y Santuario en la ciudad de Santa Fe,, 1928, pag. 61: ‘El Seminario Conciliar a sólo dos cuadras y con el bello edificio que cuenta en la actualidad y la importancia que le dan sus 150 alumnos, aspirantes al sacerdocio, es, sin discusión, el vecino más caracterizado de María de Guadalupe, que desde su Camarín vigila de contínuo la casa de estudios eclesiásticos, para cumplir amorosamente lo que el Prelado se propuso al colocarlo tan cerca de Ella, que cuente siempre con su protección y que no olviden que son sus hijos más queridos’.
[72] Cfr. Solemne distribución de premios, año 1930, pgs. 35-39.
[73] Del estado liberal a la nación católica. Iglesia y Ejército en los orígenes del peronismo. 1930 – 1943, Bs As, Univ. Nac. De Quilmes, 1996.
[74] Cfr. FASOLINO, Nicolás. Discurso pronunciado en el acto de clausura del II Congreso de las Vocaciones Eclesiásticas, Guadalupe, Nro. 300, diciembre de 1945, pg. 8-9.
[75] Cfr. WROBEL, Antonio. Historia de la pastoral polaca en Argentina. 1897-1997.
[76] (TONDA, Américo) Últimos tiempos del Cardenal, mecanografiado. Que pertenecen a su autoría lo explica la referencia a las Jornadas de Historia del Litoral, realizadas en Rosario. Probablemente el último diocesano ordenado haya sido Osvaldo Silva el 19 de enero de 1964. En 1967, el panorama del Seminario era el siguiente: 5 alumnos en teología, 4 en filosofía y 45 en latín, lo que refleja una verdadera crisis cuantitativa. Cfr. Instituto Juan XXIII de Santa Fe, pg. 4, s/fecha. Sobre esta última etapa escribe el Pbro. Eladio Lovato: ‘Todo era mirado desde la óptica intelectual. El que no tenía capacidad intelectual elevada no podía ser sacerdote del Señor’ (...)’El Padre Rector Presbítero Elbio Alberga supo consolarme más de una vez y me tendió su mano de Padre y sacerdote en todo este trajín de la vida de teólogo’, en 1979- 27 de junio – 1995. Bodas de Plata sacerdotales. P. Eladio Lovato, 1995, pg. 16. En su libro ‘Cantos rodados’ escribe el citado Pbro. Alberga: ‘Cuando los rectores fueron cambiando y nuevos aires fueron soplando por las galerías y las bibliotecas del Seminario, se fue gestando, como en toda la Iglesia, la posibilidad de una renovación. Y de pronto, el Concilio Vaticano II con su aletazo espiritual. Juan XXIII conmovió a la Iglesia. Pablo VI lanzó la barca hacia alta mar. Y las acudidas y el mareo llegó a todos los marineros. Los necesarios aires de libertad resfriaron a muchos que no supieron capear el temporal. El sacerdocio dejó de ser atractivo y las vocaciones disminuyeron notablemente’, pg. 107. Hay que señalar asimismo que la conflictividad respecto a la conducción del Seminario ya se constata hacia 1958. svaldo Silva O
[77] En JUNTA PROVINCIAL DE ESTUDIOS HISTORICOS DE SANTA FE. Cardenal Arzobispo Dr. Nicolás Fasolino, Santa Fe, febrero de 1971, pg. 14.
[78] AASFVC. Archivo Zazpe. Primer encuentro con el clero santafesino y otras cuestiones pastorales, manuscrito, s/fecha.
[79] Ibidem ant.
[80] Idem ant.
[81] Id.
[82] Al respecto señala Mons. Aloisio Lorscheider en el Sínodo de 1974: ‘Con mucha vehemencia se plantea la cuestión de la acción de la Iglesia en el campo de la justicia y de la liberación social. (....) También en ese campo surge en el ámbito sacerdotal, ´´el tercer hombre de la Iglesia’’. Este no quiere abandonar ni el ministerio ni la fe, aunque hace poco caso de la vida y de la acción de la Iglesia, y afirma por otra part6e, que quiere realizar su misión mediante el ´´compromiso con los pobres, con los oprimidos’’, al margen de la Iglesia institucional. No ataca a la la jerarquía ni a la Iglesia institucional. Permanece en la Iglesia para ´´concienciar’’, hasta que se consiga la reforma de las estructuras sociales. Alienta la esperanza de que con la destrucción de las estructuras sociales podemos llegara a la ´´reforma de las estructuras eclesiásticas y al nacimiento de una Iglesia n ueva’’’.En Evangelización Hoy, Cuadernos del Instituto 2, pg. 139.
[83] Criterio 1957-1958, pg. 701.
[84] Cfr. MARTÍN, José Pablo. El Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Un debate argentino, Nuevo Mundo Nros. 41-42, 1991, Bs. As, pgs. 19-20, 24, 27 y 57. BRESCI, Domingo (compilador) Documentos para la memoria histórica. Movimientgo de Sacerdotes para el Tercer Mundo, Centro Salesianop de Estudios ‘S. Juan Bosco’, Centro Nazaret, CEHILA, Bs As, 1994.
[85] Cfr. Diario El Litoral, 21 de agosto de 1971.
[86] Cfr. ‘Tercer Mundo, Jerarquía y bendición’, Clarín, 27 de agosto de 1971; ‘Sobre la unidad de la Iglesia. Polémica de monseñor Zazpe y sacerdotes tercermundistas’, La Opinión, 27 de agosto de 1971; Ignacio Palacios Videla. ‘La carta de monseñor Zazpe a los tercermundisas. El difícil camino de la unidad’, La Opinión, 2 de setiembre de 1971. También el entonces Pbro. Jorge Mejía realizó un fuerte comentario en Criterio 1627 del 9 de setiembre de 1971, pg. 575 señalando que si bien texto semejante no habría quedado demasiado en secreto, ‘... prueba una vez más la carencia de escrúpulos con que estas cosas se manejan’.
[87] En uno de sus cuadernos, en lo que parece ser un ‘borrador’, tal vez de la carta a los tercermundistas, se lee de su puño y letra: ‘En varias oportunidades he defendido a mis sacerdotes santafesinos y de otras diócesis y /hay unas palabras tachadas/ lo seguiré haciendo a pesar del desconcierto y fastidio que he provocado y provocaré. También he denunciado públicamente (juzgado?) algún acontecimiento, /palabras tachadas/ acaecidos en el territorio de la Arq o del país y lo seguiré haciendo a pesar de las reacciones de oposición que se dieron y se darán. Pero con la misma firmeza debo clarificar las declaraciones de los sacerdotes que resultan confusas, esquivas y /tachado/ que llevan al error al pueblo cristiano’
[88] Cfr. Confirmado, 1ro de febrero de 1972, pg. 22.
[89] Revista del Arzobispado, ene-jun/jul-dic. 1974, pg. 37.
[90] Ibidem ant.
[91] En 1971 había 3 sacerdotes de entre 24 a 30 años; 14 de 31 a 40 años; 32 de 41 a 50 años; 16 de 51 a 60 años; 10 de 61 a 70 años y 6 que superaban los 71 años. Cfr. BÜNTING, Aldo. Estadísticas y reflexiones pastorals, en Revista del Arzobispado, año LXX, jul-dic. 1971, pg. 11.
[92] Ibidem ant.
[93] Idem ant.
[94] Id.
[95] Cfr. Instituto Juan XXIII de Santa Fe, pgs. 1 a 6.
[96] Carta de Mons. Zazpe al Rector, 24 de julio de 1972: ‘El Instituto Juan XXIIII ha evolucionado hacia los objetivos de un colegio de enseñanza secundaria que no específicamente diversos de cualquier otro organismo de ese tipo. La atenta lectura de la última reforma así lo pone de manifiesto’. En ‘Cantos rodados’, agrega el Pbro. Alberga: ‘Pero el brote político prendió en el Seminario. Y quién más quién menos, sobre todo el Juan XXIII, sintió el ramalazo del momento, alrededor de los años 70. Mientras tanto, muchos mayores habían abandonado sus estudios y varios sacerdotes su altar, en un mar de dudas’, pg. 108.
[97] Ibidem ant.
[98] Ibidem nota 91.
[99] Carta Pastoral sobre las vocaciones, 6 de mayo de 1979, Revista del Arzobispado, año LXXVIUII, ene-dic. 1979, pg. 31.
[100] En la homilía de apertura del nuevo Seminario señala: ‘Es indudable la gracia misteriosa del Señor sobre la Arquidiócesis ...’, en Revista del Arzobispado, año LXXVII, ene-jun. 1978, pg. 26.
[101] Ibidem ant.
[102] Diario El Litoral, 27 de enero de 1984.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

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http://www.senado-ba.gov.ar/ProyectoIndividual.aspx?expe=82627
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BIBLIOGRAFÍA
- Card. Copello, Santiago Luís. Gestiones del Arzobispo Aneiros a favor de los Indios, hasta la Campaña del Desierto. Buenos Aires, 1945. Imprenta y Casa Editora “Coni”, Edición definitiva.-
- Mons. Durán, Juan Guillermo. El Padre Jorge María Salvaire y la familia Lazos de Villa Nueva – 1866-1875. Buenos Aires, Ediciones Paulinas, 1998. / En los Toldos de Catriel y Railef. Editorial Pontificia de la Universidad Católica Argentina, 2002. / Frontera, indios, soldados y cautivos -1780-1880. Buenos Aires, 2006. Bouquet Editores; Universidad Católica Argentina. Facultad de Teología.
- P. Hux, Meinrado. Caciques Huilliches y Salineros. Ediciones Marymar, Buenos Aires, año 1991.
- P. Salvaire, Jorge María, P. Hux, Meinrado. Una excursión apostólica del Padre Salvaire a Salinas Grandes según su esbozo de diario completado. Publicado por Ministerio de Cultura y Educación, Secretaria de Estado de Cultura, Ediciones Culturales Argentinas, 1980.-
- P. Entraigas Raúl, Braun Menéndez Armando, Levene Ricardo. Historia Argentina Contemporánea 1862 - 1930. Publicado por la Academia Nacional de Historia. Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1965.
- Tanzi, Héctor José. Monseñor Aneiros, Arzobispo de Buenos Aires, y la Iglesia de su tiempo. Junta de Historia Eclesiástica Argentina, Buenos Aires, 2003.
OTRAS FUENTES
- Biblioteca y Archivo del Arzobispado de Buenos Aires. Legajo de Monseñor Aneiros sobre conversión de los indios.
- Archivo Basílica Nacional, Ntra. Sra. de Luján, Pcia. de Buenos Aires, Carpeta Nº 13, J. M. Salvaire.
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