miércoles, 6 de agosto de 2008

CONVENTO DE SAN FRANCISCO DE LA CIUDAD DE SANTA FE. LA HISTORIA

Clementino PAREDES, 21 de diciembre de 1944

La antigua ciudad de Santa Fe, fundada por el noble Vizcaíno Dn. Juan de Garay el 15 de noviembre de 1573 a contar de principios del siglo XVII tuvo que soportar el avance frecuente de indígenas y, a fin de evitar estas contínuas incursiones, el Gobernador Céspedes (7 de julio de 1627) tuvo que designar como Capitán de la defensa de la Ciudad a Dn. Cristóbal de Garay, nieto del fundador.
Durante más de 35 años tuvieron que luchar los habitantes de Santa Fe contra las invasiones que los indígenas realizaban periódicamente a la ciudad, cometiendo depredaciones, robos y muertes.
Esto provocó que el 21 de abril de 1649, el procurador Capitán Dn. Juan Gómez Rescio solicite del Cabildo el permiso necesario para la mudanza de la ciudad a otro sitio, pero el estado de pobreza en que se encontraba la población impedía tomar una resolución extrema.
No habiendo tomado por el Cabildo ningún acuerdo, el referido Procurador, el 24 de septiembre del mismo año, insiste en su pedido y señala para la mudanza el Río Grande del Salado y sitio allí determinado. Al mismo tiempo se le solicita al Gobernador Lariz el permiso necesario para la traslación de la ciudad y, el 24 de noviembre, se concede dicho permiso.
Resuelta por la autoridad colonial la traslación de la ciudad en 1651, en julio de ese mismo año se había procedido a trazar el égido; los moradores de la vieja población procedían lentamente a su traslación por cuanto en la antigua ubicación habían quedado algunos pobladores y fuerzas militares para defender los intereses de los que poseían haciendas en sus estancias. Sin embargo puede decirse que en 1660 estaba definitivamente establecida la nueva Ciudad.

Si bien es cierto que en 1660 se encontraba instalada la Ciudad en su sitio, aún no estaban totalmente edificadas las casas de las autoridades ni los edificios de los Conventos y de las Iglesias.
Las autoridades coloniales, al trasladarse a la nueva ciudad, señalaron a las Congregaciones Religiosas la ubicación que habían de tener, más o menos de acuerdo a la que habíab poseído en la antigua Ciudad.
Así San Francisco se ubicó en su sitio actual pero sus terrenos iban más al Este del Convento, quedando reducido hoy a una manzana más o menos, pues el resto de su propiedad fue ganada por el río. Durante los 10 primeros años inmediatos a la ubicación de la nueva Ciudad, los Frailes franciscanos habían construído, provisoriamente, un simulacro de Convento pues la edificación del mismo, se decía, eran las paredes de barro, sus techos de paja y la pequeña Capilla para el culto.
Después de 1670 empieza la edificación del actual templo, pues según documentos existentes en el archivo de los Tribunales, en 1676, el Padre Guardián solicita del Cabildo de Santa Fe el permiso necesario para establecer una vaquería en la otra banda del Paraná, a fin de que con su producto se pudiera terminar la iglesia que ya se había comenzado.
Cuenta la tradición que en la dirección de la construcción de esta obra, intervino un Padre Franciscano de reconocida competencia arquitectónica.
El templo de San Francisco de Santa Fe, construído en cruz latina, tiene sus cimientos de hormigón de piedra traída de las barrancas del Paraná, mezcladas con arena y cal de la misma procedencia. Sus paredes son de tapia en toda su extensión superficial.
La elaboración de la tapia consiste en el siguiente procedimiento, según hemos tenido ocasión de oír a viajeros santafesinos: se extraía tierra negra, se desmenuzaba con grandes pisones, después se cernía y convertida en polvo fino se depositaba en grandes pozos, hechos a flor de tierra, hasta una profundidad de un metro más o menos y unos 8 a 10 metros de diámetro. Los peones traían del río cercano agua en barriles o en petacas de cuero, en angarillas, cuyo líquido lo volcaban en el pozo, dejando que este barro se pudriera, para lo cual cada pozo de barro debería permanecer más de ocho días con agua permanente, hasta que el barro quedaba convertido en limo, como el limo que queda depositado en las cañadas y pequeñas lagunas cuando estas se van secando; es decir, quedaba como una manteca. De ahí resulta, que cuando la tapia se secaba, aquello quedaba como una piedra.
Realizada esta operación, los sirvientes trasladaban ese barro a las cajas de madera - a la manera de moldes de ladrillos o de baldoza - que se iban colocando sobre el cimiento de hormigón y después, en toda la extensión de las paredes hasta su total terminación.

Antes de colocar las ménsulas y tirantes que soporta el coro y el artezonado del templo, el director técnico de la obra hacía construír el andamiaje, que había de soportar ménsulas y tirantes que tenían que ser empotrados en las paredes, cuyas ménsulas y tirantes descansan en tuda su extensión sobre tirantes de madera dura. Así se explica la nivelación simétrica de las colocación de las ménsulas y tirantes en esta obra colonial admirable.
La media naranja del crucero descansa, en sus puntos cardinales, sobre tirantes de madera de una sola pieza, que son de cedro y lapacho; de ahí proviene su estabilidad centenaria.

Las maderas usadas en todo el templo, que son de cedro, lapacho, algarrobo, quebracho colorado y otras, eran traídas de los bosques del Paraguay, en jangada de una extensión de más de media cuadra, dirigidas por un piloto mayordomo que comandaba la embarcación madre.
Llegada a Santa Fe, la madera paraguaya era depositada en los galpones de adobe y techo de paja que tenían construídos los padres franciscanos alrededor de su futura templo. En estos galpones se encontraban también los talleres de elaboración del artesonado, puertas y ventanas del templo y Convento y, contiguo a ellos, las habitaciones de peones y servidumbre del Convento.
Una vez secada la madera se procedía a su elaboración, para lo cual la peonada usaba la azuela, el acha, el cepillo y el cuchillo para moldear las ménsulas que soportaban los tirantes de la iglesia en construcción. En todo el artesonado no hay un solo clavo de hierro, todo es ajustado con madera en forma de trabas y cuñas. Como complemento del templo se encontraba edificado en la parte Este del mismo, el convento Franciscano, con sus celdas y además comodidades para la Comunidad.
Alrededor de un gran patio, ornamentado con naranjos paraguayos, existían las celdas centenarias (de las que hoy solo quedan 4 auténticas) de paredes de tapia con techo a dos aguas, los tirantes de palma paraguaya con cañaverales sobre sus tirantes y encima de la caña en barro y sobre este las tejas españolas.
Las celdas tenían sus galerías sobre el patio y sobre la barranca. Los pilares de las galerías eran de quebracho labrado y sus techos con tirantes de palma, cañaverales atadas con tientos de cuero de vaca, barro y teja española.
Según la tradición santafesina, el templo de N.P. San Francisco fue terminado en 1680 y es el único construído en la forma que se le conoce, pues en toda América del Sur no hay otro similar.
Guarda en su interior notables reliquias de carácter eminentemente artístico e histórico. Posee un altar mayor que hace dos siglos fue traído de España para los PP. de la Compañía de Jesús, quienes lo rechazaron, y el artista que lo construyó lo vendió a la comunidad franciscana.

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