EN LA CASA DE GOBIERNO
Emotivo homenaje a Monseñor Durán
El prócer del ecumenismo fue recordado en un encuentro que se caracterizó por la calidad de las exposiciones y por un fecundo diálogo interreligioso.
Ayer por la mañana, en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno se llevó a cabo el acto central de homenaje al llamado Prócer del Ecumenismo, monseñor Alfonso Durán.
Figura de pensamiento pluralista, de dilatada actuación en nuestra ciudad capital, entre sus acciones merece especial atención la condena efectuada al régimen nazi y las manifestaciones referidas a la defensa de la creación del Estado de Israel.
La ceremonia estuvo presidida por el gobernador Jorge Obeid, presidente de la Comisión de Homenaje, y el representante de la Fundación Raoul Wallenberg, Ricardo Faerman, quienes pronunciaron sendos discursos en los que destacaron la importancia de la existencia de figuras "salvadoras" en contextos críticos, como fue la de monseñor Durán.
La comisión está formada además por Eduardo Duschkin y Marcelo Voroviof, de la DAIA Santa Fe; el Pbro. Edgardo Stoffel, por el Arzobispado; el Dr. Walter Gálvez, en nombre de los cultos cristianos evangélicos y la Lic. Ana María Cecchini de Dallo, por la Secretaría de Cultura provincial.
Del acto, que convocó a un importante número de personas, participó también un grupo de alumnos de la escuela Monseñor Alfonso Durán -ubicada en Los Nogales 2400, en barrio Altos del Valle-, que siguió atentamente las instancias del encuentro.
AMOR Y PAZ
En la oportunidad, se presentó el documental audiovisual "Alfonso Durán, una vida para el amor y la paz" y una publicación sobre la vida de este sacerdote, escritor, historiador, docente y poeta.
El material audiovisual, de excelente factura, incluye reportajes, fotografías, testimonios y la recreación actoral de momentos de la vida del sacerdote, que falleciera en nuestra ciudad en 1954.
La intervención de Alfonso Durán durante la segunda posguerra mundial fue trascendente para el mundo entero y destacada por la comunidad judía santafesina, que recuerda su actividad en pro de la eliminación del antisemitismo y los prejuicios raciales, reconociéndolo "como eminente defensor de la verdad y la justicia".
En 1948, fue nombrado Camarero Secreto de Su Santidad El Papa, tras su activa participación y compromiso con la comunidad judía mundial.
Durán tuvo una profunda preocupación por la historia y la cultura. Fue miembro fundador de la Junta de Estudios Históricos, de la Comisión Municipal de Cultura y de la Biblioteca Popular Hogar del Maestro.
Trabajador infatigable en favor del bienestar de la comunidad, sobre todo de las personas más necesitadas, fundó la Asociación del Magisterio Católico, presidió el Patronato de Menores de la provincia, y fue el creador de la Casa Cuna Hogar Atanasia Hernando de Durán.
También desarrolló una prolífera producción literaria, en poesía y en novela, logrando reconocimiento no sólo en el país sino también en el extranjero. Su decidida búsqueda de la igualdad y de la justicia lo llevó a comprometerse públicamente en la defensa de la colectividad judía, cuando la sombra oscura del racismo y la discriminación los amenazaba.
Recíproco
Resulta oportuno destacar la estrecha relación existente entre la Fundación Raoul Wallenberg y el gobierno provincial: el director de la Fundación, Baruj Tenembaum, nacido en nuestra provincia en la localidad de Las Palmeras, fue nombrado ciudadano ilustre de Santa Fe por la difusión mundial que diera a la epopeya de la colonización judía.
Por su parte, la entidad designó a Obeid como miembro honorario, por su incansable labor en pos de la convivencia de las distintas corrientes inmigratorias en el territorio provincial.
Diario EL LITORAL, Santa Fe, 22 de noviembre de 2007
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Jueves, 22.11.07 Homenajearon a Monseñor Alfonso Durán
El gobernador manifestó que “Alfonso Durán fue un hombre que en una etapa difícil del mundo, de intolerancia raciales y religiosas dio una lucha frontal contra el antisemitismo en épocas en que calaba fuerte en buena parte de la sociedad. Fue un hombre justo que condenó cualquier forma de discriminación y abogó en defensa del respeto de las ideas”, al presidir el acto central de homenaje al llamado Prócer del Ecumenismo, en el Salón Blanco de la Casa Gris. Fuente: SM “Este es un momento de mucha emoción y orgullo -continuó Jorge Obeid-, a pocos días de finalizar la gestión de Gobierno, participar y ser protagonista de esta ceremonia me sobrepasa en lo personal, que sin lugar a dudas es el justo y postergado reconocimiento a una de las figuras más grandes y de mayor peso moral que ha tenido esta ciudad de Santa Fe.” Unión religiosa Más adelante, el mandatario santafesino dijo que “les doy la bienvenida a todos los presentes de las distintas manifestaciones religiosas, quiero hacerles conocer también que espiritualmente esta en estos momentos con nosotros el señor arzobispo de Santa Fe, Monseñor José María Arancedo, que ha trabajado con nosotros y que lamentablemente al igual que Baruj Tenembaum por razones de esfuerzo mayor no han podido encontrar aquí”. Fundación Raoul Wallenberg “Tal cual se comentaba aquí -continuó Obeid- fue Baruj Tenembaum, fundador de la Fundación Raoul Wallenberg, quien nos acercó la iniciativa de llevar adelante este homenaje a Alfonso Durán. Desde la Fundación, Baruj Tenembaum ha venido desarrollando una tarea incansable para lograr el entendimiento entre las distintas etnias y religiones, sus constantes aportes para el acercamiento de judaísmo con el catolicismo y las Iglesias cristianas en general, son una construcción de la obra ecuménica que tiene uno de sus antecedentes más importantes en la convocatoria del Concilio Vaticano Segundo del Papa Juan XXIII, de quien Tenembaum es un admirador”. Y recordó que “Raoul Wallenberg fue un funcionario de la Embajada sueca que durante la segunda guerra mundial y mediante una acción continuada, valiente y arriesgada, permitió salvar la vida de miles de judíos de la mano del nazismo. Finalmente secuestrado por los servicios secretos soviéticos y se transformó en un desaparecido”. La comisión especial El gobernador explicó que “la iniciativa de Baruj Tenembaum nos llevo a firmar el Decreto 1293, de fecha 9 de junio del año 2006, mediante el cual se conformó una comisión especial de homenaje a Alfonso Durán integrada por miembros del gobierno, la iglesia Católica, la delegación argentina de entidades israelitas, DAIA Regional Santa Fe, y de las iglesia evangélicas con el aporte de otros credos que también se pusieron de nuestro lado y brindaron su aporte”. “El objetivo -remarcó Obeid- era preparar un programa de homenajes, que incluía la elaboración del documental y de una detallada información que se brindará a instituciones, y que estuvo a cargo de la subsecretaria de Cultura, Ana María Cecchini de Dallo”. Una experiencia Posteriormente, el mandatario santafesino indicó que “en lo personal viví una experiencia cuando como diputado de la Nación participe de la Comisión parlamentaria del Jubileo del año 2000 convocada por el Papa Juan Pablo II” y que “significó trabajar junto a representantes de mas de 15 cultos religiosos en un ambiente de respeto y tolerancia, elaborando una serie de documentos que fueron presentados en persona a su Santidad en audiencia en el Vaticano”. Un hombre múltiple Obeid manifestó que “Monseñor Alfonso Durán Fue un hombre múltiple: sacerdote, docente, poeta, novelista, pero por sobre todas las cosas fue un humanista. Imposible sería soslayar una de sus obras más desatadas de las cual se hizo mención, la fundación de la Casa Cuna de Santa Fe, junto a la Sociedad de San Vicente de Paul, que ha dado cobijo durante más de 70 años a madres y niños de escasos recursos”. Continuando con su alocución, el gobernador sostuvo que “Alfonso Durán se opuso a aquella tradición nefasta que pretendía en nombre de Dios crear la base de la intolerancia, señalando el pueblo judío como un pueblo despreciado”. Y que en aquellos tiempos aparecía escrito en paredes de Santa Fe y de muchos lugares de la Argentina la consigna feroz e inhumana de “hay que matar judíos y frente a eso Durán dio una respuesta clara y concisa: No odies, se grande, aseméjate a Dios, no mates judíos, no mates a nadie, ama, ama y siempre ama. Es la única manera como nosotros pobres criaturas humanas podemos casi deificarnos. Todos somos hermanos, Padre nuestro le decimos a Dios”. Acto ecuménico El mandatario santafesino aclaró también que “más allá de un justo homenaje personal a Alfonso Durán, este es un acto de marcado carácter ecuménico, que para los griegos era toda la tierra habitada, y su significado actual se asocia a las actitudes y vivencias que incluyen la tolerancia, la pluralidad, la solidaridad y las prácticas democráticas”. “Estos meses de trabajado conjunto -prosiguió- nos ha permitido además de descubrir a un hombre sabio y valiente, convivir entre sectores que pensamos distinto pero mantenemos convicciones comunes que incluyen la condena al odio racial, a la intolerancia, a la tortura, al crimen político y a la desaparición de personas”. Para luego sentenciar que “ante la posibilidad de que pudieran surgir cualquiera de estas ideologías de destrucción del otro, del odio, los grandes remedios son la democracia, y la justicia porque la impunidad sin lugar a dudas es el peor remedio para combatir estos males”. Y que “en tercer lugar el coraje cívico que tuvieron hombres como Alfonso Durán, este homenaje es también a las miles víctimas del odio racial y de la intolerancia, a los torturados, muertos, desaparecidos y de reafirmación de una fuerte opción por la paz, la vida y el respeto al otro”. Una esperanza Por último, Jorge Obeid expresó que “desde nuestra mas profundas convicciones políticas y religiosas estamos convencidos que hay una esperanza, Alfonso duran es el testimonio de esa posibilidad. Quiero manifestar mi orgullo como gobernador de esta provincia, como ciudadano de Santa Fe, por la presencia en esta tierras de un hombre que no nació aquí pero fue santafesino por adopción y que hoy es tomado como un ejemplo en el mundo”. “Alfonso Durán es el símbolo del pensamiento ecuménico y de la tolerancia, este es nuestro homenaje”, finalizó el gobernador de Santa Fe. Camino de los salvadores Por su parte el presidente de la Comisión de Homenajes Y representante de la Fundación Raoul Wallenberg, Ricardo Faerman, dijo que “En el mundo entero y en cada lugar se dice hay un acto para reconocer a un religioso que se animó a caminar el camino de los salvadores”. Y que “en la Fundación vimos esto con mucha emoción y reconocimiento, gobernador Ud. en el Consejo Honorario está acompañado de importantes representantes del mundo que saben de su obra y del camino que recorremos juntos en homenaje al padre Alfonso Durán”. Recordatorio para Obeid Seguidamente, Faerman le entregó un recordatorio a Jorge Obeid por su colaboración y por haberse comprometido “en seguir colaborando en la tarea de poner luz sobre los salvadores de todos los tiempos y en la construcción de este pilar que Ud. le deja a la provincia de Santa Fe, de este pilar donde se apoya la Santa Fe Capital mundial del ecumenismo”. También, el gobernador de Santa Fe obsequió a Ricardo Faerman un presente con productos artesanales en cuero de yacaré, agenda, billetera y porta valores”. Decreto Monumento Histórico Provincial En el acto se firmó también el Decreto que declara Monumento Histórico Provincial al edificio de la Casa Cuna “Anastasia Hernando de Durán” y al Mausoleo Monseñor Alfonso Durán y Anastasia Hernando de Durán. 80.000 pesos a la Escuela Monseñor Alfonso Durán La Dirección de la Escuela Particular Nº 1413 “Monseñor Alfonso Durán” de Santa Fe recibió la suma de $79.939,48 para la terminación de las aulas. Alfonso Durán Alfonso Durán fue una figura de pensamiento pluralista de dilatada actuación en la ciudad capital, entre las cuales merece especial atención la condena efectuada al Régimen Nazi y sus manifestaciones referidas a la defensa de la creación del Estado de Israel. Documental En la oportunidad se presentó el documental audiovisual “Alfonso Durán, una vida para el amor y la paz”, realizado por el Instituto Superior de Cine y Artes Audiovisuales de la Provincia; y una publicación sobre la vida de este sacerdote, escritor, historiador, docente y poeta. Autoridades presentes Estuvieron también presentes los restantes miembros de la comisión: Eduardo Duschkin y Marcelo Voroviof de la DAIA Santa Fe; el Presbítero Edgardo Stoffel por el Arzobispado de Santa Fe; el Dr. Walter Gálvez, en nombre de los cultos cristianos evangélicos; y la Lic. Ana María Cecchini de Dallo por la secretaría de Cultura provincial, entre otras autoridades.- Estrecha relación Resulta oportuno destacar la estrecha relación existente entre la Fundación Raoul Wallenberg y el Gobierno Provincial, por cuanto el Director de la misma, Baruj Tenembaum, nacido en la localidad de Las Palmeras, fue nombrado ciudadano ilustre de nuestra provincia por la difusión mundial que diera a la epopeya de la colonización judía. Por su parte, la fundación designó al actual gobernador, Ing. Jorge Obeid, como miembro honorario de la misma por su incansable labor en pos de la convivencia de las distintas corrientes inmigratorias habidas en nuestro territorio provincial. La tarea de Durán La intervención de Alfonso Durán durante la segunda posguerra mundial fue trascendente para el mundo entero y destacada por la comunidad judía santafesina, que recuerda su actividad en pro de la eliminación del antisemitismo y los prejuicios raciales, reconociéndolo "como eminente defensor de la verdad y la justicia". En 1948 fue nombrado Camarero Secreto de Su Santidad El Papa, tras su activa participación y compromiso con la comunidad judía mundial y su derecho a tener un lugar nacional en el mundo. Como se recordará, Alfonso Durán tuvo una profunda preocupación por la historia y la cultura. Fue miembro fundador de la Junta de Estudios Históricos, de la Comisión Municipal de Cultura y de la Biblioteca Popular Hogar del Maestro. Fue un trabajador infatigable en favor del bienestar de la comunidad y sobre todo por los más pobres. Fundó la Asociación del Magisterio Católico, presidió el Patronato de Menores de la Provincia, y fue el creador del Hogar “Atanasia Hernando de Durán”, más conocido como “Casa Cuna”. También, desarrolló una prolífera producción literaria, en poesía y en novela logrando reconocimiento no sólo en el país sino también en el extranjero. Su decidida búsqueda de la igualdad y de la justicia lo llevó a comprometerse públicamente en la defensa de la colectividad judía cuando la sombra oscura del racismo y la discriminación los amenazaba. El documental incluyó reportajes, fotografías, testimonios, y la recreación actoral de momentos de la vida del sacerdote que falleciera en nuestra ciudad en el año 1954. Publicado en ‘SIN MORDAZA’, Santa Fe
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Publicado el 11-23-2007 HOMENAJE EN ARGENTINA AL PADRE ALFONSO DURÁN, PIONERO DEL DIÁLOGO INTERRELIGIOSO Promovido por Santa Fe y la Fundación Internacional Raoul Wallenberg
ZENIT.org El Salón Blanco de la Casa de Gobierno de la provincia de Santa Fe en Argentina fue el escenario en el que este miércoles se llevó a cabo un tributo al padre Alfonso Durán, pionero del diálogo interreligioso en Argentina. El padre Durán con sus múltiples tareas como sacerdote, escritor, historiador, docente y poeta promovió valientes acciones para eliminar el antisemitismo y los prejuicios raciales. En el acto tomaron la palabra el gobernador, Jorge Obeid, Ricardo Faerman, representando a la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, ONG educativa que promovió las celebraciones recordatorias del sacerdote católico, Marcelo Vorobiof, presidente de la filial Santa Fe de la DAIA; el presbítero Edgar Stoffel, del arzobispado de Santa Fe y Daniel Altare, miembro del Consejo de Pastores de Santa Fe. «No dudo de que éste es uno de los hechos más importantes de mi gestión como gobernador», señaló Obeid. «Santa Fe debe este merecido homenaje a uno de sus hijos dilectos, Baruj Tenembaum (fundador de la Fundación Wallenberg) quien me sugirió la idea de promover la obra de Durán como modelo de respeto, convivencia, solidaridad y coraje cívico». En 2005, Tenembaum, fue distinguido como Ciudadano Ilustre de Santa Fe. Al recibir la distinción pidió públicamente un reconocimiento a la figura y a la obra del padre Durán. En 2006, un decreto del gobierno santafecino creó una Comisión especial de homenaje a Monseñor Alfonso Durán, presidida por Obeid e integrada, entre otros, por Stoffel, Vorobiof y la licenciada Ana Cecchini de Dallo, subsecretaria de cultura. Este grupo de trabajo contó con la colaboración del licenciado Jorge Lannot, voluntario de la Fundación Wallenberg, quien se encargó de editar en once volúmenes toda la obra literaria y documental del padre Durán luego de investigar en archivos de Santa Fe y Buenos Aires. En nombre de la organización presidida por Oscar Vicente, Ricardo Faerman entregó a Obeid la pieza artística «Raoul Wallenberg», grabado en bronce realizado por la escultora Estela Garber. La obra es una donación del vicepresidente de la FIRW, doctor Natalio Wengrower. En el acto, se proyectó un video documental especialmente producido por la Comisión de Homenaje. También, se presentó «Santa Fe y su debido homenaje a un prócer del ecumenismo», publicación coordinada por la licenciada Cecchini de Dallo y que contó con la colaboración, entre otros factores, del diario «El Litoral» y de la hemeroteca del Archivo General de la Provincia.
La oportunidad también fue propicia para que Obeid firmara un decreto que declara monumento histórico provincial al edificio de la Casa Cuna «Atanasia Hernando de Durán», entidad fundada por el sacerdote homenajeado y que lleva el nombre de su madre.
El padre Durán puede ser considerado un adelantado mundial en materia de diálogo interconfesional. Su posición en relación al judaísmo precedió en más de una década al documento papal «Nostra Aetate», declaración que redefinió la relación de la iglesia católica con las demás religiones.
Proclamada por el pontífice Pablo VI, los fundamentos de «Nostra Aetate» fueron emplazados por el Concilio Vaticano II, convocado por el Papa Juan XXIII (Angelo Giuseppe Roncalli, 1881 - 1963) quien en 1944, en su carácter de delegado papal en Estambul (Turquía), se había destacado por salvar del exterminio a decenas de miles de personas, en su mayoría judías, perseguidas por el nazismo.
El padre Alfonso Durán nació en San Juan de Puerto Rico, en las Antillas, el 21 de enero de 1883. Llegó a Santa Fe siendo muy pequeño y cursó sus estudios primarios en la escuela Domingo Faustino Sarmiento y el bachillerato en el Colegio Inmaculada Concepción. Finalizados sus estudios, fue nombrado profesor de Literatura del Seminario y de castellano en la Escuela Industrial de la Nación y en el Colegio Nacional, jubilándose en este último con más de treinta años de profesorado.
Fundó la Asociación del Magisterio Católico, presidió el Patronato de Menores de la Provincia, asesoró a distintas entidades, entre ellas, la Asociación Civil «El Centavo» y fue capellán del Colegio Adoratrices. Su apostolado y filantropía no reconocieron fronteras. Su alto sentido ecuménico, en pos de la igualdad y de la justicia lo llevó a comprometerse en la defensa de la colectividad judía y de todos los perseguidos cuando la sombra oscura del racismo y la discriminación los amenazaba. Falleció el 6 de octubre de 1954.
El padre Durán siempre se opuso de manera inequívoca tanto al antisemitismo como a cualquier otra forma de discriminación. Sus ideas quedaron plasmadas en numerosos artículos de prensa y en toda su obra literaria.
Publicado en VIDA NUEVA (Arquidiócesis de Los Ángeles, EEUU)
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Tributo a uno de los pioneros del diálogo interreligioso
Santa Fe, 23 Nov. 07 (AICA)
Padre Alfonso Durán
El Gobierno de la provincia de Santa Fe tributó este 21 de noviembre un homenaje, en el Salón Blanco, al padre Alfonso Durán, pionero del diálogo ecuménico e interreligioso en la Argentina. En el acto hablaron Jorge Obeid, gobernador provincial; Ricardo Faerman, representante de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg (FIRW), Marcelo Vorobiof, presidente de la filial Santa Fe de la DAIA; el presbítero Edgar Stoffel, del arzobispado de Santa Fe de la Vera Cruz, y Daniel Altare, miembro del Consejo de Pastores de Santa Fe. "No dudo de que éste es uno de los hechos más importantes de mi gestión como gobernador. Santa Fe debe este merecido homenaje a uno de sus hijos dilectos, Baruj Tenembaum, quien me sugirió la idea de promover la obra de Durán como modelo de respeto, convivencia, solidaridad y coraje cívico", dijo Obeid. En 2005, Tenembaum, fundador de la FIRW, fue distinguido como ciudadano ilustre de Santa Fe. Al recibir la distinción pidió públicamente un reconocimiento a la figura y a la obra del padre Durán. El padre Durán con sus múltiples tareas como sacerdote, escritor, historiador, docente y poeta promovió desde Santa Fe valientes acciones para eliminar el antisemitismo y los prejuicios raciales.+
viernes, 23 de noviembre de 2007
martes, 20 de noviembre de 2007
Religión y política en la historia santafesina en los siglos XIX y XX: balance historiográfico y reflexiones para la investigación*.
Diego Mauro (CESOR-CONICET) – Ignacio Martínez (UNR-CONICET)
(diegomauro@uolsinectis.com.ar
igntinez@ciudad.com.ar)
Lo religioso en la historia
“Así, maravilloso duplicado en el mundo del que fue prototipo del consorcio del amor y de la lucha, emisario de paz y signo de contradicción, porque venía en nombre de Aquel que libró el mundo a las disputas de los hombres, la Iglesia Católica, al través de los sinsabores, de las batallas y de las pruebas cruentas, va despojándose de las escorias de su industrioso apostolado; y fénix constantemente redivivo, irá perpetuando el asombro de su vitalidad, depurada en sus persecusiones, ennoblecida en el sacrificio, transfigurada en el dolor, para ser siempre el albergue de las almas y el hogar de los espirituales amores sobre la tierra!”
Con estas palabras concluye la obra de Faustino Legón, que se constituyó en una referencia ineludible a lo largo del siglo XX para el estudio de las relaciones entre la Iglesia y el Estado en la Argentina. La cita condensa los presupuestos que subyacen en todos los estudios de la denominada historiografía eclesiástica confesional. Como lo ha advertido ya Roberto Di Stéfano, la reconstrucción del pasado eclesiástico en el país, al igual que en muchas tradiciones historiográficas confesionales europeas, estuvo signada por una concepción teológica del devenir de la Iglesia, entendido como la realización de una misión fundamental, de carácter divino. La Iglesia, representada muchas veces como la barca petrina que atraviesa inmutable en su esencia los mares del tiempo, es una entidad monolítica, con su timonel, el papa, de autoridad suprema e indiscutible.
Desde esta tradición, la historia eclesiástica del siglo XIX en el Río de la Plata era la de una embarcación a la deriva, que amenazaba zozobra. La razón principal salta a la vista inmediatamente, la comunicación con el piloto, que ya era remota durante los tiempos de la colonia, se interrumpe totalmente luego de los sucesos de la primera década revolucionaria. A esta circunstancia se suma la influencia de la fuerte tradición regalista hispánica, presente tanto en las autoridades eclesiásticas como civiles, que buscaron, y consiguieron en gran medida, incrementar la injerencia del poder civil sobre la vida de las instituciones religiosas durante el período de la incomunicación oficial con la Santa Sede. Frente a esta “amenaza”, sólo la fuerte religiosidad de los argentinos y sus sacerdotes, conservaron al rebaño rioplatense dentro del orbe católico. Desde esta concepción, el proceso revolucionario, en sus expresiones más nobles, fue inspirado por una piadosa voluntad nacional. Uno de los representantes más conspicuos de esta corriente podrá afirmar en el título de una de sus obras que “La Argentina nació católica”
Existe también otra tradición historiográfica de fuerte inercia en Argentina, que se ha preocupado a su modo por el lugar de la religión y la iglesia en la historia política nacional. La llamada historiografía liberal, que sienta sus bases a mediados del siglo XIX con las obras más importantes de la generación romántica en el exilio, otorga al catolicismo y a sus instituciones un lugar completamente opuesto al que le da la historiografía confesional. El catolicismo y su expresión institucional son entendidos como lastres sobrevivientes de la época colonial. Lejos de constituir una parte escencial de la nación, la religiosidad católica (barroca) y la Iglesia son los grandes obstáculos para la construcción del país.
Para la primera mitad del siglo XX, a diferencia de lo que se ve para el siglo XIX, el peso de los historiadores confesionales decrece y sus trabajos, cuando los hay, se mantienen dentro de los márgenes del paradigma de la “nación católica”. Con la reconstrucción del campo historiográfico en los años 80 y como parte de las preocupaciones de una generación de intelectuales increpados por los trágicos acontecimientos de los años setenta, y sometidos a itinerarios disímiles y experiencias formativas heterogéneas, se comenzó a prestar mayor atención a la historia de la Iglesia. Se esperaba encontrar en ella algunas claves explicativas que ayudaran a comprender los vericuetos de la historia política argentina contemporánea. El nuevo interés que la Iglesia Católica y el catolicismo como horizonte de comprensión del mundo despertaban, estuvo por entonces en gran medida asociado al interés por el origen y la naturaleza de las ideologías autoritarias y por la plausibilidad de la experiencia democrática que se iniciaba. La coyuntura del treinta y la denominada revolución libertadora se convirtieron en los extremos de un período en el que los historiadores de los años 80 y 90, intentaron encontrar el hilo de ariadna de lo vivido y de lo que, de una u otra forma, se aprestaban a vivir. Se sumergieron en las oscuras aguas del mar de lo que poco a poco fue conocido como el período de “entreguerras”, y lo recorrieron una y otra vez intentando asir la punta del ovillo de lo que, desde diferentes perspectivas y miradas, se aprehendía en el marco de las denominadas “anamolías argentinas”.
La impronta metafísica y teleológica -propia de las concepciones teológicas católicas- no fue exclusividad de los cultores del mito de la nación católica. Formó parte también de buena parte de los historiadores laicos que se acercaron a la historia de la Iglesia. En estos acercamientos, el impacto de las teorías de la secularización ha sido importante, tal como se verá en el apartado próximo. En este trabajo se ofrecerá un breve recorrido por algunas de las producciones historiográficas que han prestado atención a la Iglesia Católica y el catolicismo en Santa Fe en los siglos XIX y primera mitad del XX. En este recorrido se verá cómo la historia confesional es absolutamente preponderante para el siglo XIX y cómo para la primera mitad del XX sólo se cuentan unos pocos trabajos llevados a cabo en las últimas décadas, principalmente desde las Universidades Nacionales.
Nos interesa aquí, llamar la atención sobre los supuestos que fundan los diferentes modos de acercamiento, y reseñar luego, a grandes rasgos, los relatos del pasado santafesino que surgen de estos supuestos.
Modernización, secularización
Los relatos a los que haremos referencia aquí surgen de una multiplicidad de espacios y están inspirados por muy diferentes vertientes culturales e ideológicas. Sin embargo, creemos que en la mayoría de ellos es posible encontrar una matriz de interpretación común a la hora de reconstruir la relación entre poder civil y eclesiástico, política y religión, durante los dos siglos de historia “nacional”. Se trata de un esquema que pretende otorgar un sentido determinado a las transformaciones del fenómeno religioso en las sociedades occidentales, llamado comunmente proceso de secularización.
El concepto de “secularización” engloba una multiplicidad de procesos sociales que refieren genéricamente a la decreciente importancia de lo religioso en las sociedades modernas. En este sentido, la secularización ha sido frecuentemente considerada un componente de la modernización social que involucra múltiples dimensiones. Desde esta interpretación, la religión se retira progresivamente del ámbito económico y, al mismo tiempo, las instituciones religiosas son desplazadas en sus funciones públicas por el aparato del estado laico. Este mismo desplazamiento es sufrido en el espacio público y, por lo tanto, en el ámbito de lo político, cuyos valores son despojados de toda carga religiosa. En definitiva, la religión deja de otorgar sentido al cuerpo social y su relación con el universo, y sólo sobrevive como un sentimiento íntimo, individual. Incluso en este terreno, según los más entusiastas, aquélla deberá ir perdiendo espacio en la medida en que las explicaciones trascendentes del mundo vayan siendo reemplazadas por la causalidad científica, y una moral humanista desplace a la ética religiosa. De acuerdo con este modelo, una sociedad secularizada debe estar gobernada por un estado laico, ajeno a toda influencia y legitimidad religiosa, que garantice la pluralidad de cultos entre sus gobernados, sin beneficiar a ninguno en particular.
La recepción de algunas de las modalidades más rígidas de las teorías de la secularización contribuyó, por un lado, a frenar de manera directa el estudio del catolicismo -visto como un remanente del pasado y un fenómeno cuyo único horizonte posible era la extinción- y, por otro, a invisibilizar su presencia societal y a descuidar su estudio en favor de otras experiencias sociales que parecían amoldarse mejor a lo que los lineamientos teóricos mostraban como necesario. Las teorías de la secularización, variadas y heterogéneas, fueron recepcionadas entre los historiadores locales más bien de manera lineal. Aún con matices ha sido preponderante en ellas un sentido de decadencia, tal como ha sostenido entre otros Bryan Wilson , que los investigadores se aprestaron a conectar apresuradamente con los procesos de separación entre religión y sociedad. En estas perspectivas, el catolicismo perdía su función pública y abandonaba el rol legitimatorio que en el pasado le había conectado con las tareas educativas y asistenciales y con el sostenimiento del orden social y político, instancias progresivamente acaparadas en las esferas del estado. Tales miradas potenciaron la confusión entre el proceso de consolidación del estado y el de una supuesta extinción societal del catolicismo como horizonte religioso. La utilización de conceptualizaciones imprecisas, que como ha observado Bellah confundían separación y diferenciación , alimentó el uso ideológico de las teorías de la secularización. En muchas ocasiones, dichas teorías fueron apropiadas antes que por cuestiones científicas, en virtud de posicionamientos políticos, e incluso, como ha hecho notar Cristian Parker, por anhelos personales. Al mismo tiempo, y principalmente en los estudios sobre los trabajadores y el movimiento obrero, ha sido muy fuerte la presencia teórica del materialismo histórico. A pesar de la filiación culturalista reivindicada por muchos de los historiadores que se reconocían deudores de dicha tradición, el estudio preciso y minucioso del catolicismo fue abandonado inexplicablemente y reemplazado por la reproducción de fórmulas generales preformateadas por la teoría, cayendo en muchos casos, en posiciones legislativas que profundizaron las lecturas lineales y simplificadoras de lo religioso. En el caso de la Iglesia Católica, estas lecturas estuvieron exclusivamente orientadas a mostrar la naturaleza distorsiva y reaccionaria del catolicismo.
Estrechamente vinculados a los supuestos de la secularización, los enfoques historiográficos emergentes de la idea de modernidad, han contribuido directamente, en otros trabajos, a invisibilizar la presencia de lo religioso y a obstaculizar el desarrollo de la historia del catolicismo y obviamente el de otras iglesias de menor incidencia cultural y social. Estas perspectivas dicotómicas, cuya novedad simplemente desaparece al recorrer los postulados clásicos de la sociología (solidaridad mecánica-orgánica en Durkheim y comunidad-sociedad en Tönnies), estaban sólo preparadas para ubicar al catolicismo en uno de sus polos (antiguo régimen, sociedad tradicional). Las dificultades del modelo para historiar la vitalidad del catolicismo en la modernidad derivaron en buena medida en su invisibilización o en la construcción de otros objetos menos problemáticos. Cristian Parker ha visto en estas elecciones casi una patología, un verdadero ´lapsus´ de “quienes quieren saldar cuentas con los traumas societales a través del mecanismo doble de la represión (olvido como tema importante) y de la racionalización por el desprecio (crítica teórica a la religión como fenómeno-obstáculo al desarrollo)” .
La teoría de la secularización no sólo está presente en las producciones de quienes aceptan de buena gana el sentido histórico que postula, sino que también sirve de clave interpretativa a la historiografía confesional, que observa con suma preocupación el lento desplazamiento de lo religioso como agente aglutinante de la sociedad. Desde este sustrato común es comprensible la imagen, que describíamos en la introducción, de la Iglesia como sujeto histórico inmutable, que puede cobrar mayor o menor importancia en diferentes períodos.
¿Dos siglos de santa Fe?
Es cierto que mucho de lo que se comente sobre la historiografía confesional santafesina es aplicable también a la historiografía argentina en general. Otro tanto ocurre con la historiografía política no confesional. Sin embargo, para Santa Fe, en la primera mitad del XIX hay algunos rasgos particulares. No existe una obra de síntesis sobre la Iglesia de la región, como ocurre con otras provincias. Esta falta puede adjudicarse a muchas causas, pero una de las más importantes es, a nuestro entender, la inexistencia durante el siglo XIX de estructuras diocesanas sólidas, puesto que la creación de la diócesis ocurre sobre el final de la centuria. Esto no implica, por supuesto que no existiera actividad eclesiástica en la provincia. Pero en la medida en que la reconstrucción histórica estuvo a cargo de la corriente confesional, y sus miembros vincularon tradicionalmente a la Iglesia con sus instituciones y jerarquías, la iglesia santafesina carecía para ellos de consistencia suficiente como actor historiable. Y esta afirmación se puede demostrar a partir de dos datos:
Primero, es muy sugerente que los estudios que más se acercan a una reconstrucción general de la historia eclesiástica local sean pensados como una introducción que reseña los antecedentes de la creación del obispado. De estos trabajos podemos extraer una somera información institucional que reconstruye las jurisdicciones parroquiales del territorio de la provincia. También pueden encontrarse allí informes sobre el número de clérigos, regulares y seculares, que asistían espiritualmente a los fieles santafesinos. La obra de Leyendecker, está destinada casi por completo a reseñar el largo y accidentado trámite de la erección del obispado. A modo de introducción, menciona dos episodios de la historia eclesiástica santafesina ocurridos durante la primera mitad del siglo XIX, de cuya interpretación hablaremos un poco más adelante. En la misma línea se inscribe el libro de Américo Tonda Historia del seminario de Santa Fe, que indaga en ciertos aspectos del período que nos ocupa para rastrear los antecedentes de la creación de esa institución.
Segundo dato, aquellas obras que sí se detienen en la primera mitad del siglo XIX, están consagradas a rememorar la labor de los clérigos que actuaron en la provincia de Santa Fe durante este período. Indudablemente, la figura del Dr. José de Amenábar es el objeto de la gran mayoría de estos trabajos. Y esto no sólo por su importancia en el ámbito eclesiástico –ofició de Cura Vicario y párroco de la Iglesia Matriz de Santa fe desde el año 1815 hasta su muerte en 1863– sino por su contínua presencia en la política santafesina a lo largo de medio siglo. El padre Castañeda es otra de las figuras que ha llamado la atención de los memorialistas del pasado eclesiástico santafesino. Pero el aporte más valioso se debe quizás al proyecto de Nicolás Fasolino de reconstruir la biografía de otros miembros del clero secular que, sin gozar de un protagonismo descollante, actuaron en la provincia durante la primera mitad del siglo XIX. Esta obra quedó trunca, y nunca llegó a editarse un libro donde se reunieran los resultados de su investigación. Sin embargo, Fasolino publicó numerosos artículos dedicados a diferentes sacerdotes del período, que aportan información interesante sobre la dinámica eclesiástica no sólo de la ciudad de Santa Fe, sino también de sus pueblos de campaña. Pero más allá del valor de este material como fuente de información, el hecho de estar enfocado en los clérigos, nos sugiere una vez más, la imposibilidad, por parte de sus autores, de pensar al espacio eclesiástico santafesino como un fenómeno historiable en sí mismo. Puesto que no existe una estructura institucional y jerárquica “estrictamente eclesiástica” para la provincia de Santa Fe, sólo se puede hablar de la Iglesia, reconstruyendo la labor de su “personal”.
Subyacen a todos estos relatos, concepciones preexistentes del desarrollo de las relaciones estado-iglesia. Desde esta perspectiva, el siglo XIX abre claramente el período de avance liberal, lo que implica la aceleración de la secularización de la sociedad. Para los historiadores “católicos” este avance va contra la naturaleza piadosa de la sociedad local. De aquí que se empeñen en señalar la profunda religiosidad de Estanislao López, o la constante resistencia de la provincia frente a la irreligiosidad porteña. La intención es demostrar, parafraseando la obra de Cayetano Bruno, que Santa Fe nació católica.
En las obras de la historiografía no confesional para este período, la dimensión eclesiástica no ocupa demasiado lugar. Puede aparecer como indicador de otros fenómenos: nivel de complejidad social, características de la estructura fiscal o, en el mejor de los casos, nivel de modernidad política, al evaluar el grado de participación de eclesiásticos en la vida pública de la provincia. Este vacío es, para el caso de la provincia de Santa Fe, difícilmente reprochable, porque poco hay estudiado para la política santafesina en general, y no sólo en su relación con el ámbito eclesiástico. No obstante, creemos que la incorporación de este aspecto al análisis de la dinámica política santafesina puede ayudar mucho a la comprensión del proceso de surgimiento de nuevas formas de poder político. Sobre el final de la ponencia ofrecemos nuestra propuesta al respecto.
Para la segunda mitad del siglo XIX el panorama cambia ligeramente. El llamado proceso de organización nacional y la consecuente implementación de los proyectos liberales de integración a la economía mundial hicieron de Santa Fe uno de los polos más dinámicos de la transformación “modernizadora” de la nueva nación. A los ojos de lo que hemos denominado historiografía liberal este viraje terminó de afianzar el perfil laico de la sociedad santafesina. El aluvión inmigratorio –cuyas primeras oleadas eran mayoritariamente protestantes–, la consolidación en el poder de élites que se demostraban, por sus intereses y por sus políticas de gobierno, claramente orientadas a promover una modernización burguesa y liberal, dejan poco o ningún espacio a la dimensión eclesiástica. Si Santa Fe se moderniza, se seculariza. Es que el crecimiento sólo es posible abandonando el arcaico maridaje entre religión y estado.
Por su parte, la historiografía confesional asume muchos de estos supuestos, pero, lejos de entusiasmarse con el huracán liberal, adopta una actitud claramente defensiva. Es el momento en que “La Iglesia” recibe los peores embates por parte del Estado. Frente a este atropello, sólo la ferviente religiosidad de los santafesinos (los viejos, y los recién llegados) consigue frenar estos avances. El empeño en demostrar esta afirmación ha rendido algunos frutos interesantes. Los trabajos de Edgar Stoffel llaman la atención sobre algunas características del proceso de colonización que los clásicos trabajos no confesionales sobre el tema no habían considerado relevantes. Stoffel destaca el vertiginoso crecimiento de la estructura parroquial santafesina que acompaña a la instalación de las colonias, y el fuerte componente religioso de la naciente actividad asociativa de estas sociedades, poniendo en evidencia que la iglesia y la religión, participaron del tan mentado progreso de la provincia.
Ambas posiciones, al mantener el supuesto de la separación entre Iglesia y Estado, se condenan a destacar un solo aspecto del proceso, que se piensa como el resultado de una lucha entre fuerzas opuestas. A partir de allí, los actores históricos deben ubicarse en uno de los bandos en disputa. Así, para la historiografía confesional, los gobiernos nacionales son “liberales”, “logistas”, laicistas, y el pueblo es piadoso. Para la corriente no confesional, ocurre casi lo mismo: las élites de la segunda mitad asumen una deriva claramente burguesa y liberal, abandonando o combatiendo los obstáculos religiosos del antiguo régimen.
El problema es que, desde ambas perspectivas, muchos fenómenos del período se vuelven invisibles o difíciles de explicar. Destacamos más arriba el acierto de llamar la atención sobre el vertiginoso crecimiento de la estructura material de la iglesia santafesina durante la segunda mitad del siglo XIX. Pero no creemos que esta expansión deba adjudicarse solamente al fervor religioso de los colonos. Stoffel menciona la existencia de disposiciones oficiales promoviendo la construcción de capillas y parroquias, pero en su esquema explicativo, este dato no posee mayor importancia. Es que, desde la lógica de la separación Iglesia y Estado, éste queda del lado de las fuerzas “secularizantes” y, por lo tanto, cualquier política oficial que refuerce la presencia eclesiásticas es, o excepcional, o forzada por elementos externos.
La misma idea puede encontrarse en trabajos de la historiografía no confesional. Por ejemplo, existen detallados estudios sobre la importancia de la jefatura política como elemento de centralización del poder político en el territorio de la provincia. Pero poco o nada se ha estudiado sobre el rol del sacerdote como autoridad en las mismas regiones. La invisibilidad también ha afectado a la labor de los intelectuales y militantes católicos en el espacio político santafesino, que irá creciendo hacia finales del siglo XIX, para consolidarse durante las primeras décadas del XX.
Para la primera mitad del siglo veinte, algunos de los postulados de las teorías de la secularización, sobre los que se ha trabajado, refuerzan su presencia en la historiografía local y regional. El proceso de modernización económica de la segunda mitad del XIX y la emergencia de una economía capitalista potenció la investigación de las formas de modernización política. En esta dirección, las investigaciones sobre identidades y prácticas políticas, dejaron, apresuradamente, de lado lo religioso. El problema de la tributación y de la emergencia de una identidad contribuyente entre los colonos, la preocupación por la aparición de partidos políticos modernos y el análisis, en sentido amplio, de las formas de participación política, dejaron de lado lo religioso y, con ello, el estudio de la Iglesia Católica. La dificultad de estos enfoques para incorporar al catolicismo como una de las fuentes de nutrición de las identidades sociales y políticas, se proyectó a las primeras décadas del siglo XX. Las investigaciones se orientaron a seguir el proceso de modernización política y a atender las formas de resistencia. Los minuciosos y cuidados trabajos sobre la presencia anarquista en los trabajadores de Rosario entre 1870 y 1910, compartieron escena con otros que analizaron la constitución y el proyecto reformista de las élites dirigentes. Con la creación de la Liga del Sur primero y el PDP después, se creyó encontrar, finalmente, el partido moderno que la UCR no había sido. Al mismo tiempo se prestó una significativa atención al normalismo, y a su supuesto impacto en la educación pública, y a experiencias como las bibliotecas populares, a las que se filiaban con horizontes laicistas, liberales y democráticos. El análisis de las formas de asociacionismo, supuesto indicador del robustecimiento de una sociedad moderna, se expandió enormemente y proliferaron estudios sobre ámbitos y espacios que, desde otro lugar, parecían confirmar la consolidación del mundo burgués y el arribo de lo que se llamó el “consenso liberal”.
La década del treinta, puso sobre la mesa de trabajo de los historiadores las fragilidades de ese consenso. Las élites dirigentes se mostraban mucho menos seguras sobre los rumbos a seguir y, mientras el anarquismo languidecía, el catolicismo se mostraba vigoroso y organizado en las calles de Santa Fe y Rosario. La emergencia del peronismo agravó las dificultades de estos modelos interpretativos para comprender lo que, infructuosamente, intentaba aprehenderse en los términos de la “crisis del consenso liberal”. Como consecuencia de estas interpretaciones, la ciudad de Rosario había asumido contornos cada vez más laicistas y liberales. Al mismo tiempo sus trabajadores, fuertemente impactados por el anarquismo, completaban, en estas perspectivas, el panorama de una urbe cada vez más moderna. Ante estas imágenes, la ascendente movilización del catolicismo en las calles durante los años 20 y 30 fue sencillamente desestimada. La invisibilización de lo religioso y la subestimación de las estructuras capilares de catolización de la Iglesia Católica, fue la consecuencia de la persistencia de algunos de los postulados de las teorías de la secularización. Enfoques que separaban religión y política y que, además, en muchos casos, veían lo religioso en tren de extinción. Este olvido limitó enormemente la capacidad de comprensión de las vías de alimentación de la cultura y de las lógicas del sistema político en el período de entreguerras y potenció las lecturas que hicieron del peronismo un fenómeno “anómalo” o bien, una “desviación”.
Dentro de este cuadro general, se llevaron a cabo no obstante, investigaciones que matizaron las perspectivas secularizantes, y que complejizaron la historia política del período. Los trabajos de María Pía Martín , Edgar Stoffel , Darío Macor , Eduardo Iglesias y Luis Quintana ofrecen algunas sugerentes reflexiones. Como se ve, a diferencia de lo que ocurre para el siglo XIX, los trabajos de los historiadores confesionales son bastante escasos , y a excepción de Stoffel, el resto se desempeña en Universidades Nacionales.
En estas investigaciones se presentan imágenes más complejas que muestran a un catolicismo militante (Martin, Macor), con intelectuales, dirigentes y cuadros formados en condiciones de ocupar roles funcionariales y nutrir las redes políticas (Iglesias, Macor, Martin). Se permite vislumbrar en ellos las tramas organizativas de diversas instituciones y emprendimientos, como los círculos de obreros y la ACA (Martin), que dieron densidad a la Iglesia Católica en la sociedad y en la cultura. Al mismo tiempo, muestran la importancia que, en la década del 10, tuvo el desarrollo de la estructura parroquial (Stoffel) y su importancia para la expansión del catolicismo. Estas investigaciones y otras orientadas a la dilucidación de experiencias concretas, como las de la prensa católica (Quintana), permiten dar entidad a eso que Macor ha denominado recientemente el “activismo católico”. Más allá de las diferencias, importantes entre algunos de estos trabajos, todos contribuyen a repensar el lugar del catolicismo a la hora de acercarse a la cultura y a la política de la sociedad santafesina entre 1900 y 1950.
Consideraciones finales
No se trata entonces de otorgar más o menos importancia a la Iglesia, a los católicos, o la religión en la historia santafesina. Creemos en cambio que es necesario comprender el componente político de lo eclesiástico, y la dimensión religiosa de lo político en Santa Fe. Los supuestos de la secularización no permiten observar esta interdependencia, porque se construyen sobre la idea de separación y oposición entre ambas esferas. La historia política santafesina desmiente, al menos para el extenso período reseñado, este esquema.
Si pensamos en cambio a la dimensión eclesiástica y al componente religioso como elementos inherentes al proceso de surgimiento, consolidación y desarrollo del sistema político santafesino a partir de 1810; y viceversa, si aceptamos que el estado santafesino, y los sectores que disputaban sus espacios, al recurrir al espacio eclesiástico en la búsqueda de bases sólidas, promovieron al mismo tiempo su crecimiento y consolidación y marcaron, de alguna manera, el sentido de su historia, estaremos en condiciones de explicar mejor muchos capítulos del pasado provincial.
Por ejemplo, para la primera mitad del siglo XIX puede pensarse en la lenta construcción de una iglesia santafesina, mucho antes de la creación de la diócesis. Puesto que el surgimiento de un poder autónomo y soberano en Santa Fe no podía resignar el gobierno de las cuestiones eclesiásticas, buscó concentrar y reforzar la autoridad de las dignidades eclesiásticas locales. Así puede explicarse la relevancia de una figura como la de Amenábar, que durante medio siglo rigió los destinos eclesiásticos de la flamante provincia. Las repetidas manifestaciones en contra de la tolerancia religiosa porteña pueden haber estado inspiradas en un arraigado sentimiento religioso, pero como recurso diplomático, colocaban a las autoridades santafesinas en mejores condiciones para solicitar a la Santa Sede la autonomía eclesiásica con respecto a Buenos Aires que, por aquel entonces, controlaba a las autoridades diocesanas de las que dependía el clero santafesino. Si abandonamos la pretensión de encontrar en Amenábar a un acérrimo defensor de los derechos de la Iglesia, podremos admitir sin escandalizarnos que su meteórico ascenso en el espacio eclesiástico santafesino se deba mucho a los sucesivos desplazamientos de sacerdotes que no supieron alinearse a las fuerzas vencedoras durante el violento conflicto que precedió al ascenso de Estanislao López al poder. Desplazamientos que se dieron a través de mecanismos que respetaron muy poco la supuesta “libertad de la iglesia”.
Para la primera mitad del siglo XX, la historia política y social, necesita urgentemente de investigaciones que den cuenta de las complejidades de la historia de la Iglesia Católica en Santa Fe. La elipsis que partiendo de la historia política, conduce a la historia de la iglesia, y de ésta nuevamente a la política, se hace cada vez más frecuente. El peso de las teorías de la secularización a la hora de pensar la articulación y las imbricaciones entre política y religión, ha sido, como se vio, un pesado lastre. En esta dirección es necesario retroceder desde las décadas del 30 y del 40 a las del 10 y del 20 para poder estudiar los mecanismos de expansión de catolicismo. Para comprender la compleja trama que fue sentando las razones de posibilidad de la enorme gravitación cultural, política y social que el catolicismo tuvo en los años 30. Es preciso evitar, en esta dirección, convertir los postulados teóricos en formas de deber ser de lo real. El catolicismo y la política entre 1900 y 1940, lejos de mostrarse separados, adoptaron diversas formas de imbricación, complementariedad e hibridación. Santa Fe no nació católica, como tampoco nació liberal o anarquista. Sin embargo, entre 1920 y 1940, la Iglesia Católica, logró ocupar, de manera creciente, un lugar central en la política y en la cultura y, por entonces, fueron muchos los que celebraron el nacimiento católico de la patria.
* Ponencia 2do. Congreso Regional de Historia e Historiografía
Santa Fe, 3 y 4 de mayo de 2007
(diegomauro@uolsinectis.com.ar
igntinez@ciudad.com.ar)
Lo religioso en la historia
“Así, maravilloso duplicado en el mundo del que fue prototipo del consorcio del amor y de la lucha, emisario de paz y signo de contradicción, porque venía en nombre de Aquel que libró el mundo a las disputas de los hombres, la Iglesia Católica, al través de los sinsabores, de las batallas y de las pruebas cruentas, va despojándose de las escorias de su industrioso apostolado; y fénix constantemente redivivo, irá perpetuando el asombro de su vitalidad, depurada en sus persecusiones, ennoblecida en el sacrificio, transfigurada en el dolor, para ser siempre el albergue de las almas y el hogar de los espirituales amores sobre la tierra!”
Con estas palabras concluye la obra de Faustino Legón, que se constituyó en una referencia ineludible a lo largo del siglo XX para el estudio de las relaciones entre la Iglesia y el Estado en la Argentina. La cita condensa los presupuestos que subyacen en todos los estudios de la denominada historiografía eclesiástica confesional. Como lo ha advertido ya Roberto Di Stéfano, la reconstrucción del pasado eclesiástico en el país, al igual que en muchas tradiciones historiográficas confesionales europeas, estuvo signada por una concepción teológica del devenir de la Iglesia, entendido como la realización de una misión fundamental, de carácter divino. La Iglesia, representada muchas veces como la barca petrina que atraviesa inmutable en su esencia los mares del tiempo, es una entidad monolítica, con su timonel, el papa, de autoridad suprema e indiscutible.
Desde esta tradición, la historia eclesiástica del siglo XIX en el Río de la Plata era la de una embarcación a la deriva, que amenazaba zozobra. La razón principal salta a la vista inmediatamente, la comunicación con el piloto, que ya era remota durante los tiempos de la colonia, se interrumpe totalmente luego de los sucesos de la primera década revolucionaria. A esta circunstancia se suma la influencia de la fuerte tradición regalista hispánica, presente tanto en las autoridades eclesiásticas como civiles, que buscaron, y consiguieron en gran medida, incrementar la injerencia del poder civil sobre la vida de las instituciones religiosas durante el período de la incomunicación oficial con la Santa Sede. Frente a esta “amenaza”, sólo la fuerte religiosidad de los argentinos y sus sacerdotes, conservaron al rebaño rioplatense dentro del orbe católico. Desde esta concepción, el proceso revolucionario, en sus expresiones más nobles, fue inspirado por una piadosa voluntad nacional. Uno de los representantes más conspicuos de esta corriente podrá afirmar en el título de una de sus obras que “La Argentina nació católica”
Existe también otra tradición historiográfica de fuerte inercia en Argentina, que se ha preocupado a su modo por el lugar de la religión y la iglesia en la historia política nacional. La llamada historiografía liberal, que sienta sus bases a mediados del siglo XIX con las obras más importantes de la generación romántica en el exilio, otorga al catolicismo y a sus instituciones un lugar completamente opuesto al que le da la historiografía confesional. El catolicismo y su expresión institucional son entendidos como lastres sobrevivientes de la época colonial. Lejos de constituir una parte escencial de la nación, la religiosidad católica (barroca) y la Iglesia son los grandes obstáculos para la construcción del país.
Para la primera mitad del siglo XX, a diferencia de lo que se ve para el siglo XIX, el peso de los historiadores confesionales decrece y sus trabajos, cuando los hay, se mantienen dentro de los márgenes del paradigma de la “nación católica”. Con la reconstrucción del campo historiográfico en los años 80 y como parte de las preocupaciones de una generación de intelectuales increpados por los trágicos acontecimientos de los años setenta, y sometidos a itinerarios disímiles y experiencias formativas heterogéneas, se comenzó a prestar mayor atención a la historia de la Iglesia. Se esperaba encontrar en ella algunas claves explicativas que ayudaran a comprender los vericuetos de la historia política argentina contemporánea. El nuevo interés que la Iglesia Católica y el catolicismo como horizonte de comprensión del mundo despertaban, estuvo por entonces en gran medida asociado al interés por el origen y la naturaleza de las ideologías autoritarias y por la plausibilidad de la experiencia democrática que se iniciaba. La coyuntura del treinta y la denominada revolución libertadora se convirtieron en los extremos de un período en el que los historiadores de los años 80 y 90, intentaron encontrar el hilo de ariadna de lo vivido y de lo que, de una u otra forma, se aprestaban a vivir. Se sumergieron en las oscuras aguas del mar de lo que poco a poco fue conocido como el período de “entreguerras”, y lo recorrieron una y otra vez intentando asir la punta del ovillo de lo que, desde diferentes perspectivas y miradas, se aprehendía en el marco de las denominadas “anamolías argentinas”.
La impronta metafísica y teleológica -propia de las concepciones teológicas católicas- no fue exclusividad de los cultores del mito de la nación católica. Formó parte también de buena parte de los historiadores laicos que se acercaron a la historia de la Iglesia. En estos acercamientos, el impacto de las teorías de la secularización ha sido importante, tal como se verá en el apartado próximo. En este trabajo se ofrecerá un breve recorrido por algunas de las producciones historiográficas que han prestado atención a la Iglesia Católica y el catolicismo en Santa Fe en los siglos XIX y primera mitad del XX. En este recorrido se verá cómo la historia confesional es absolutamente preponderante para el siglo XIX y cómo para la primera mitad del XX sólo se cuentan unos pocos trabajos llevados a cabo en las últimas décadas, principalmente desde las Universidades Nacionales.
Nos interesa aquí, llamar la atención sobre los supuestos que fundan los diferentes modos de acercamiento, y reseñar luego, a grandes rasgos, los relatos del pasado santafesino que surgen de estos supuestos.
Modernización, secularización
Los relatos a los que haremos referencia aquí surgen de una multiplicidad de espacios y están inspirados por muy diferentes vertientes culturales e ideológicas. Sin embargo, creemos que en la mayoría de ellos es posible encontrar una matriz de interpretación común a la hora de reconstruir la relación entre poder civil y eclesiástico, política y religión, durante los dos siglos de historia “nacional”. Se trata de un esquema que pretende otorgar un sentido determinado a las transformaciones del fenómeno religioso en las sociedades occidentales, llamado comunmente proceso de secularización.
El concepto de “secularización” engloba una multiplicidad de procesos sociales que refieren genéricamente a la decreciente importancia de lo religioso en las sociedades modernas. En este sentido, la secularización ha sido frecuentemente considerada un componente de la modernización social que involucra múltiples dimensiones. Desde esta interpretación, la religión se retira progresivamente del ámbito económico y, al mismo tiempo, las instituciones religiosas son desplazadas en sus funciones públicas por el aparato del estado laico. Este mismo desplazamiento es sufrido en el espacio público y, por lo tanto, en el ámbito de lo político, cuyos valores son despojados de toda carga religiosa. En definitiva, la religión deja de otorgar sentido al cuerpo social y su relación con el universo, y sólo sobrevive como un sentimiento íntimo, individual. Incluso en este terreno, según los más entusiastas, aquélla deberá ir perdiendo espacio en la medida en que las explicaciones trascendentes del mundo vayan siendo reemplazadas por la causalidad científica, y una moral humanista desplace a la ética religiosa. De acuerdo con este modelo, una sociedad secularizada debe estar gobernada por un estado laico, ajeno a toda influencia y legitimidad religiosa, que garantice la pluralidad de cultos entre sus gobernados, sin beneficiar a ninguno en particular.
La recepción de algunas de las modalidades más rígidas de las teorías de la secularización contribuyó, por un lado, a frenar de manera directa el estudio del catolicismo -visto como un remanente del pasado y un fenómeno cuyo único horizonte posible era la extinción- y, por otro, a invisibilizar su presencia societal y a descuidar su estudio en favor de otras experiencias sociales que parecían amoldarse mejor a lo que los lineamientos teóricos mostraban como necesario. Las teorías de la secularización, variadas y heterogéneas, fueron recepcionadas entre los historiadores locales más bien de manera lineal. Aún con matices ha sido preponderante en ellas un sentido de decadencia, tal como ha sostenido entre otros Bryan Wilson , que los investigadores se aprestaron a conectar apresuradamente con los procesos de separación entre religión y sociedad. En estas perspectivas, el catolicismo perdía su función pública y abandonaba el rol legitimatorio que en el pasado le había conectado con las tareas educativas y asistenciales y con el sostenimiento del orden social y político, instancias progresivamente acaparadas en las esferas del estado. Tales miradas potenciaron la confusión entre el proceso de consolidación del estado y el de una supuesta extinción societal del catolicismo como horizonte religioso. La utilización de conceptualizaciones imprecisas, que como ha observado Bellah confundían separación y diferenciación , alimentó el uso ideológico de las teorías de la secularización. En muchas ocasiones, dichas teorías fueron apropiadas antes que por cuestiones científicas, en virtud de posicionamientos políticos, e incluso, como ha hecho notar Cristian Parker, por anhelos personales. Al mismo tiempo, y principalmente en los estudios sobre los trabajadores y el movimiento obrero, ha sido muy fuerte la presencia teórica del materialismo histórico. A pesar de la filiación culturalista reivindicada por muchos de los historiadores que se reconocían deudores de dicha tradición, el estudio preciso y minucioso del catolicismo fue abandonado inexplicablemente y reemplazado por la reproducción de fórmulas generales preformateadas por la teoría, cayendo en muchos casos, en posiciones legislativas que profundizaron las lecturas lineales y simplificadoras de lo religioso. En el caso de la Iglesia Católica, estas lecturas estuvieron exclusivamente orientadas a mostrar la naturaleza distorsiva y reaccionaria del catolicismo.
Estrechamente vinculados a los supuestos de la secularización, los enfoques historiográficos emergentes de la idea de modernidad, han contribuido directamente, en otros trabajos, a invisibilizar la presencia de lo religioso y a obstaculizar el desarrollo de la historia del catolicismo y obviamente el de otras iglesias de menor incidencia cultural y social. Estas perspectivas dicotómicas, cuya novedad simplemente desaparece al recorrer los postulados clásicos de la sociología (solidaridad mecánica-orgánica en Durkheim y comunidad-sociedad en Tönnies), estaban sólo preparadas para ubicar al catolicismo en uno de sus polos (antiguo régimen, sociedad tradicional). Las dificultades del modelo para historiar la vitalidad del catolicismo en la modernidad derivaron en buena medida en su invisibilización o en la construcción de otros objetos menos problemáticos. Cristian Parker ha visto en estas elecciones casi una patología, un verdadero ´lapsus´ de “quienes quieren saldar cuentas con los traumas societales a través del mecanismo doble de la represión (olvido como tema importante) y de la racionalización por el desprecio (crítica teórica a la religión como fenómeno-obstáculo al desarrollo)” .
La teoría de la secularización no sólo está presente en las producciones de quienes aceptan de buena gana el sentido histórico que postula, sino que también sirve de clave interpretativa a la historiografía confesional, que observa con suma preocupación el lento desplazamiento de lo religioso como agente aglutinante de la sociedad. Desde este sustrato común es comprensible la imagen, que describíamos en la introducción, de la Iglesia como sujeto histórico inmutable, que puede cobrar mayor o menor importancia en diferentes períodos.
¿Dos siglos de santa Fe?
Es cierto que mucho de lo que se comente sobre la historiografía confesional santafesina es aplicable también a la historiografía argentina en general. Otro tanto ocurre con la historiografía política no confesional. Sin embargo, para Santa Fe, en la primera mitad del XIX hay algunos rasgos particulares. No existe una obra de síntesis sobre la Iglesia de la región, como ocurre con otras provincias. Esta falta puede adjudicarse a muchas causas, pero una de las más importantes es, a nuestro entender, la inexistencia durante el siglo XIX de estructuras diocesanas sólidas, puesto que la creación de la diócesis ocurre sobre el final de la centuria. Esto no implica, por supuesto que no existiera actividad eclesiástica en la provincia. Pero en la medida en que la reconstrucción histórica estuvo a cargo de la corriente confesional, y sus miembros vincularon tradicionalmente a la Iglesia con sus instituciones y jerarquías, la iglesia santafesina carecía para ellos de consistencia suficiente como actor historiable. Y esta afirmación se puede demostrar a partir de dos datos:
Primero, es muy sugerente que los estudios que más se acercan a una reconstrucción general de la historia eclesiástica local sean pensados como una introducción que reseña los antecedentes de la creación del obispado. De estos trabajos podemos extraer una somera información institucional que reconstruye las jurisdicciones parroquiales del territorio de la provincia. También pueden encontrarse allí informes sobre el número de clérigos, regulares y seculares, que asistían espiritualmente a los fieles santafesinos. La obra de Leyendecker, está destinada casi por completo a reseñar el largo y accidentado trámite de la erección del obispado. A modo de introducción, menciona dos episodios de la historia eclesiástica santafesina ocurridos durante la primera mitad del siglo XIX, de cuya interpretación hablaremos un poco más adelante. En la misma línea se inscribe el libro de Américo Tonda Historia del seminario de Santa Fe, que indaga en ciertos aspectos del período que nos ocupa para rastrear los antecedentes de la creación de esa institución.
Segundo dato, aquellas obras que sí se detienen en la primera mitad del siglo XIX, están consagradas a rememorar la labor de los clérigos que actuaron en la provincia de Santa Fe durante este período. Indudablemente, la figura del Dr. José de Amenábar es el objeto de la gran mayoría de estos trabajos. Y esto no sólo por su importancia en el ámbito eclesiástico –ofició de Cura Vicario y párroco de la Iglesia Matriz de Santa fe desde el año 1815 hasta su muerte en 1863– sino por su contínua presencia en la política santafesina a lo largo de medio siglo. El padre Castañeda es otra de las figuras que ha llamado la atención de los memorialistas del pasado eclesiástico santafesino. Pero el aporte más valioso se debe quizás al proyecto de Nicolás Fasolino de reconstruir la biografía de otros miembros del clero secular que, sin gozar de un protagonismo descollante, actuaron en la provincia durante la primera mitad del siglo XIX. Esta obra quedó trunca, y nunca llegó a editarse un libro donde se reunieran los resultados de su investigación. Sin embargo, Fasolino publicó numerosos artículos dedicados a diferentes sacerdotes del período, que aportan información interesante sobre la dinámica eclesiástica no sólo de la ciudad de Santa Fe, sino también de sus pueblos de campaña. Pero más allá del valor de este material como fuente de información, el hecho de estar enfocado en los clérigos, nos sugiere una vez más, la imposibilidad, por parte de sus autores, de pensar al espacio eclesiástico santafesino como un fenómeno historiable en sí mismo. Puesto que no existe una estructura institucional y jerárquica “estrictamente eclesiástica” para la provincia de Santa Fe, sólo se puede hablar de la Iglesia, reconstruyendo la labor de su “personal”.
Subyacen a todos estos relatos, concepciones preexistentes del desarrollo de las relaciones estado-iglesia. Desde esta perspectiva, el siglo XIX abre claramente el período de avance liberal, lo que implica la aceleración de la secularización de la sociedad. Para los historiadores “católicos” este avance va contra la naturaleza piadosa de la sociedad local. De aquí que se empeñen en señalar la profunda religiosidad de Estanislao López, o la constante resistencia de la provincia frente a la irreligiosidad porteña. La intención es demostrar, parafraseando la obra de Cayetano Bruno, que Santa Fe nació católica.
En las obras de la historiografía no confesional para este período, la dimensión eclesiástica no ocupa demasiado lugar. Puede aparecer como indicador de otros fenómenos: nivel de complejidad social, características de la estructura fiscal o, en el mejor de los casos, nivel de modernidad política, al evaluar el grado de participación de eclesiásticos en la vida pública de la provincia. Este vacío es, para el caso de la provincia de Santa Fe, difícilmente reprochable, porque poco hay estudiado para la política santafesina en general, y no sólo en su relación con el ámbito eclesiástico. No obstante, creemos que la incorporación de este aspecto al análisis de la dinámica política santafesina puede ayudar mucho a la comprensión del proceso de surgimiento de nuevas formas de poder político. Sobre el final de la ponencia ofrecemos nuestra propuesta al respecto.
Para la segunda mitad del siglo XIX el panorama cambia ligeramente. El llamado proceso de organización nacional y la consecuente implementación de los proyectos liberales de integración a la economía mundial hicieron de Santa Fe uno de los polos más dinámicos de la transformación “modernizadora” de la nueva nación. A los ojos de lo que hemos denominado historiografía liberal este viraje terminó de afianzar el perfil laico de la sociedad santafesina. El aluvión inmigratorio –cuyas primeras oleadas eran mayoritariamente protestantes–, la consolidación en el poder de élites que se demostraban, por sus intereses y por sus políticas de gobierno, claramente orientadas a promover una modernización burguesa y liberal, dejan poco o ningún espacio a la dimensión eclesiástica. Si Santa Fe se moderniza, se seculariza. Es que el crecimiento sólo es posible abandonando el arcaico maridaje entre religión y estado.
Por su parte, la historiografía confesional asume muchos de estos supuestos, pero, lejos de entusiasmarse con el huracán liberal, adopta una actitud claramente defensiva. Es el momento en que “La Iglesia” recibe los peores embates por parte del Estado. Frente a este atropello, sólo la ferviente religiosidad de los santafesinos (los viejos, y los recién llegados) consigue frenar estos avances. El empeño en demostrar esta afirmación ha rendido algunos frutos interesantes. Los trabajos de Edgar Stoffel llaman la atención sobre algunas características del proceso de colonización que los clásicos trabajos no confesionales sobre el tema no habían considerado relevantes. Stoffel destaca el vertiginoso crecimiento de la estructura parroquial santafesina que acompaña a la instalación de las colonias, y el fuerte componente religioso de la naciente actividad asociativa de estas sociedades, poniendo en evidencia que la iglesia y la religión, participaron del tan mentado progreso de la provincia.
Ambas posiciones, al mantener el supuesto de la separación entre Iglesia y Estado, se condenan a destacar un solo aspecto del proceso, que se piensa como el resultado de una lucha entre fuerzas opuestas. A partir de allí, los actores históricos deben ubicarse en uno de los bandos en disputa. Así, para la historiografía confesional, los gobiernos nacionales son “liberales”, “logistas”, laicistas, y el pueblo es piadoso. Para la corriente no confesional, ocurre casi lo mismo: las élites de la segunda mitad asumen una deriva claramente burguesa y liberal, abandonando o combatiendo los obstáculos religiosos del antiguo régimen.
El problema es que, desde ambas perspectivas, muchos fenómenos del período se vuelven invisibles o difíciles de explicar. Destacamos más arriba el acierto de llamar la atención sobre el vertiginoso crecimiento de la estructura material de la iglesia santafesina durante la segunda mitad del siglo XIX. Pero no creemos que esta expansión deba adjudicarse solamente al fervor religioso de los colonos. Stoffel menciona la existencia de disposiciones oficiales promoviendo la construcción de capillas y parroquias, pero en su esquema explicativo, este dato no posee mayor importancia. Es que, desde la lógica de la separación Iglesia y Estado, éste queda del lado de las fuerzas “secularizantes” y, por lo tanto, cualquier política oficial que refuerce la presencia eclesiásticas es, o excepcional, o forzada por elementos externos.
La misma idea puede encontrarse en trabajos de la historiografía no confesional. Por ejemplo, existen detallados estudios sobre la importancia de la jefatura política como elemento de centralización del poder político en el territorio de la provincia. Pero poco o nada se ha estudiado sobre el rol del sacerdote como autoridad en las mismas regiones. La invisibilidad también ha afectado a la labor de los intelectuales y militantes católicos en el espacio político santafesino, que irá creciendo hacia finales del siglo XIX, para consolidarse durante las primeras décadas del XX.
Para la primera mitad del siglo veinte, algunos de los postulados de las teorías de la secularización, sobre los que se ha trabajado, refuerzan su presencia en la historiografía local y regional. El proceso de modernización económica de la segunda mitad del XIX y la emergencia de una economía capitalista potenció la investigación de las formas de modernización política. En esta dirección, las investigaciones sobre identidades y prácticas políticas, dejaron, apresuradamente, de lado lo religioso. El problema de la tributación y de la emergencia de una identidad contribuyente entre los colonos, la preocupación por la aparición de partidos políticos modernos y el análisis, en sentido amplio, de las formas de participación política, dejaron de lado lo religioso y, con ello, el estudio de la Iglesia Católica. La dificultad de estos enfoques para incorporar al catolicismo como una de las fuentes de nutrición de las identidades sociales y políticas, se proyectó a las primeras décadas del siglo XX. Las investigaciones se orientaron a seguir el proceso de modernización política y a atender las formas de resistencia. Los minuciosos y cuidados trabajos sobre la presencia anarquista en los trabajadores de Rosario entre 1870 y 1910, compartieron escena con otros que analizaron la constitución y el proyecto reformista de las élites dirigentes. Con la creación de la Liga del Sur primero y el PDP después, se creyó encontrar, finalmente, el partido moderno que la UCR no había sido. Al mismo tiempo se prestó una significativa atención al normalismo, y a su supuesto impacto en la educación pública, y a experiencias como las bibliotecas populares, a las que se filiaban con horizontes laicistas, liberales y democráticos. El análisis de las formas de asociacionismo, supuesto indicador del robustecimiento de una sociedad moderna, se expandió enormemente y proliferaron estudios sobre ámbitos y espacios que, desde otro lugar, parecían confirmar la consolidación del mundo burgués y el arribo de lo que se llamó el “consenso liberal”.
La década del treinta, puso sobre la mesa de trabajo de los historiadores las fragilidades de ese consenso. Las élites dirigentes se mostraban mucho menos seguras sobre los rumbos a seguir y, mientras el anarquismo languidecía, el catolicismo se mostraba vigoroso y organizado en las calles de Santa Fe y Rosario. La emergencia del peronismo agravó las dificultades de estos modelos interpretativos para comprender lo que, infructuosamente, intentaba aprehenderse en los términos de la “crisis del consenso liberal”. Como consecuencia de estas interpretaciones, la ciudad de Rosario había asumido contornos cada vez más laicistas y liberales. Al mismo tiempo sus trabajadores, fuertemente impactados por el anarquismo, completaban, en estas perspectivas, el panorama de una urbe cada vez más moderna. Ante estas imágenes, la ascendente movilización del catolicismo en las calles durante los años 20 y 30 fue sencillamente desestimada. La invisibilización de lo religioso y la subestimación de las estructuras capilares de catolización de la Iglesia Católica, fue la consecuencia de la persistencia de algunos de los postulados de las teorías de la secularización. Enfoques que separaban religión y política y que, además, en muchos casos, veían lo religioso en tren de extinción. Este olvido limitó enormemente la capacidad de comprensión de las vías de alimentación de la cultura y de las lógicas del sistema político en el período de entreguerras y potenció las lecturas que hicieron del peronismo un fenómeno “anómalo” o bien, una “desviación”.
Dentro de este cuadro general, se llevaron a cabo no obstante, investigaciones que matizaron las perspectivas secularizantes, y que complejizaron la historia política del período. Los trabajos de María Pía Martín , Edgar Stoffel , Darío Macor , Eduardo Iglesias y Luis Quintana ofrecen algunas sugerentes reflexiones. Como se ve, a diferencia de lo que ocurre para el siglo XIX, los trabajos de los historiadores confesionales son bastante escasos , y a excepción de Stoffel, el resto se desempeña en Universidades Nacionales.
En estas investigaciones se presentan imágenes más complejas que muestran a un catolicismo militante (Martin, Macor), con intelectuales, dirigentes y cuadros formados en condiciones de ocupar roles funcionariales y nutrir las redes políticas (Iglesias, Macor, Martin). Se permite vislumbrar en ellos las tramas organizativas de diversas instituciones y emprendimientos, como los círculos de obreros y la ACA (Martin), que dieron densidad a la Iglesia Católica en la sociedad y en la cultura. Al mismo tiempo, muestran la importancia que, en la década del 10, tuvo el desarrollo de la estructura parroquial (Stoffel) y su importancia para la expansión del catolicismo. Estas investigaciones y otras orientadas a la dilucidación de experiencias concretas, como las de la prensa católica (Quintana), permiten dar entidad a eso que Macor ha denominado recientemente el “activismo católico”. Más allá de las diferencias, importantes entre algunos de estos trabajos, todos contribuyen a repensar el lugar del catolicismo a la hora de acercarse a la cultura y a la política de la sociedad santafesina entre 1900 y 1950.
Consideraciones finales
No se trata entonces de otorgar más o menos importancia a la Iglesia, a los católicos, o la religión en la historia santafesina. Creemos en cambio que es necesario comprender el componente político de lo eclesiástico, y la dimensión religiosa de lo político en Santa Fe. Los supuestos de la secularización no permiten observar esta interdependencia, porque se construyen sobre la idea de separación y oposición entre ambas esferas. La historia política santafesina desmiente, al menos para el extenso período reseñado, este esquema.
Si pensamos en cambio a la dimensión eclesiástica y al componente religioso como elementos inherentes al proceso de surgimiento, consolidación y desarrollo del sistema político santafesino a partir de 1810; y viceversa, si aceptamos que el estado santafesino, y los sectores que disputaban sus espacios, al recurrir al espacio eclesiástico en la búsqueda de bases sólidas, promovieron al mismo tiempo su crecimiento y consolidación y marcaron, de alguna manera, el sentido de su historia, estaremos en condiciones de explicar mejor muchos capítulos del pasado provincial.
Por ejemplo, para la primera mitad del siglo XIX puede pensarse en la lenta construcción de una iglesia santafesina, mucho antes de la creación de la diócesis. Puesto que el surgimiento de un poder autónomo y soberano en Santa Fe no podía resignar el gobierno de las cuestiones eclesiásticas, buscó concentrar y reforzar la autoridad de las dignidades eclesiásticas locales. Así puede explicarse la relevancia de una figura como la de Amenábar, que durante medio siglo rigió los destinos eclesiásticos de la flamante provincia. Las repetidas manifestaciones en contra de la tolerancia religiosa porteña pueden haber estado inspiradas en un arraigado sentimiento religioso, pero como recurso diplomático, colocaban a las autoridades santafesinas en mejores condiciones para solicitar a la Santa Sede la autonomía eclesiásica con respecto a Buenos Aires que, por aquel entonces, controlaba a las autoridades diocesanas de las que dependía el clero santafesino. Si abandonamos la pretensión de encontrar en Amenábar a un acérrimo defensor de los derechos de la Iglesia, podremos admitir sin escandalizarnos que su meteórico ascenso en el espacio eclesiástico santafesino se deba mucho a los sucesivos desplazamientos de sacerdotes que no supieron alinearse a las fuerzas vencedoras durante el violento conflicto que precedió al ascenso de Estanislao López al poder. Desplazamientos que se dieron a través de mecanismos que respetaron muy poco la supuesta “libertad de la iglesia”.
Para la primera mitad del siglo XX, la historia política y social, necesita urgentemente de investigaciones que den cuenta de las complejidades de la historia de la Iglesia Católica en Santa Fe. La elipsis que partiendo de la historia política, conduce a la historia de la iglesia, y de ésta nuevamente a la política, se hace cada vez más frecuente. El peso de las teorías de la secularización a la hora de pensar la articulación y las imbricaciones entre política y religión, ha sido, como se vio, un pesado lastre. En esta dirección es necesario retroceder desde las décadas del 30 y del 40 a las del 10 y del 20 para poder estudiar los mecanismos de expansión de catolicismo. Para comprender la compleja trama que fue sentando las razones de posibilidad de la enorme gravitación cultural, política y social que el catolicismo tuvo en los años 30. Es preciso evitar, en esta dirección, convertir los postulados teóricos en formas de deber ser de lo real. El catolicismo y la política entre 1900 y 1940, lejos de mostrarse separados, adoptaron diversas formas de imbricación, complementariedad e hibridación. Santa Fe no nació católica, como tampoco nació liberal o anarquista. Sin embargo, entre 1920 y 1940, la Iglesia Católica, logró ocupar, de manera creciente, un lugar central en la política y en la cultura y, por entonces, fueron muchos los que celebraron el nacimiento católico de la patria.
* Ponencia 2do. Congreso Regional de Historia e Historiografía
Santa Fe, 3 y 4 de mayo de 2007
viernes, 16 de noviembre de 2007
EL PADRE A. DURAN (1883 – 1954) FRENTE AL TOTALITARISMO Y AL ANTISEMITISMO
Pbro. Edgar Stoffel
Una cuestión que dividirá a los argentinos en las décadas del ’30-’40 y entre ellos a los católicos, será la adhesión o rechazo a los gobiernos totalitarios de Europa y la actitud frente a la conflagración mundial y al antisemitismo al punto que ya en 1936 nuestro Episcopado recordaba a los fieles que la Iglesia se apartaba del exagerado nacionalismo que proclama la total entrega del individuo al Estado como del comunismo desquiciador que convertía a la persona en un mero instrumento en contra de su dignidad.
De todos modos –salvo grupos extremos- en general, como señala la investigadora G. Ben-Dror de la Universidad de Haifa, ‘...se produjo una reticencia bastante generalizada ante el nazismo, al menos entre quienes se hallaban próximos al establishment eclesiástico y sus voceros’
Tanto en un o como en otro caso es para nosotros un honor recordar que Mons. Alfonso Durán no se dejó tentar por la admiración a los gobiernos fuertes que surgen en Europa como fruto de la descomposición que ha generado el liberalismo y frente al temor que ocasiona el avance comunista y menos aún por el antisemitismo, y ante cada una de estas situaciones tendrá una palabra y una actitud que hoy queremos recordar.
Así ante la invasión alemana a Francia, en la Capilla del Colegio ‘del Calvario’ dirigido por religiosas de origen francés y ante el intendente municipal, el cónsul francés y miembros de esa colectividad por entonces bastante importante en nuestra ciudad dada la presencia de funcionarios y trabajadores ferroviarios de esa nacionalidad pronunciará su ‘Alocución sobre Francia’ donde entre otros conceptos dirá:
‘No vencerán, no, señores, en la actual hecatombe los enemigos de Francia, porque sería el triunfo de la fuerza material e insensata, sobre la fuerza espiritual eternamente viva y vivificadora. No vencerán, porqué sería el triunfo de la soberbia; porque sería el triunfo del paganismo que oficialmente se ha intentado restaurar; paganismo muerto sin esperanza de resurrección, el día que Cristo murió en la cruz, para dar a su doctrina inacabables palpitaciones’
Es interesante recordar que el Papa Pío XI en ‘Mit brenneder sorge’ del 14 de marzo de 1937 consideraba al nazismo como una expresión religiosa pagana, idea que es retomada por el orador.
También su postura frente a las atrocidades cometidas por los nazis lo llevan a rechazar públicamente el antisemitismo, siendo que el mismo no había sido ajeno a la ‘caricatura’ que el imaginario popular tenía de los hijos de Israel.
Habiendo escrito en su novela ‘Las mártires ignoradas’: ‘Muebles, cuadros y utensilios, todo se vendió en conjunto a un hebreo de pecho hundido, barba cerrada y ojos de truhán, por la quinta parte de su valor cantidad que el comprador tampoco llegó a comprar completamente’, década y media después en un texto que se publica en un folleto del año 1942 con el título ‘La voz argentina contra la barbarie’, leemos :
‘Ni como sacerdote, ni como hombre lógico puedo ser antisemita.
No puedo ser antisemita , porque Cristo era judío
No puedo ser antisemita, porque María Santísima era judía.
No puedo ser antisemita, porque el primer Papa de la Iglesia, San Pedro, era judío y judíos fueron los apóstoles.
No puedo ser antisemita, porque mi Biblia se compone de dos partes: el antiguo y el nuevo testamento.
No puedo ser antisemita, porque el pueblo judío fue el pueblo elegido por Dios para conservar su verdadera nación en la antigüedad.
No puedo ser antisemita, porque también me valgo del Antiguo Testamento para demostrar la divinidad de mi religión.
No puedo ser antisemita, porque el Hebraísmo es una religión divina; las dos únicas religiones divinas son el Hebraísmo y el Cristianismo. Las otras son aspiraciones del hombre hacia Dios; estas son, además, acercamiento de Dios al hombre.
No puedo ser antisemita, porque San Pablo decía: ya no haya para vosotros (los cristianos), ni judíos, ni romanos, ni griegos, ni gentiles; todos una sola cosa en el amor de Cristo.
No puedo ser antisemita, porque el antisemitismo es odio.
No puedo ser antisemita, porque no creo que Jesús eligiera para sí, una raza abyecta.
No puedo ser antisemita, porque cada vez que leo algo de esas persecuciones sanguinarias o bárbaras, aunque no sean sanguinarias, siento que mi corazón también sangra o llora.
No puedo ser antisemita porque los Papas condenan esas persecuciones injustas.
No puedo ser antisemita, porque el más grande antisemita es Hitler; e Hitler es esencialmente un anti-Cristo.
No puedo ser antisemita, porque soy un fervorosisimo admirador de Moisés, en su carácter de poeta, historiador, conductor, legislador y libertador.
No puedo ser antisemita, porque creo, como muchos Padres y Doctores y Místicos de la Iglesia, que llegará un día en que las dos religiones divinas, se encontrarán en alguna encrucijada de los largos caminos de la humanidad: y los últimos Papas serán de raza semita.
No puedo ser antisemita, porque creo que no siéndolo, me parezco más a Jesús’.
Texto que sin dudas llama la atención pero que manifiesta no tanto una actitud simplemente ‘humanitarista’, sino el ‘sentire cum ecclesiae’ de Durán, dado que la Santa Sede ya en 1928 a través de la Congregación del Santo Oficio condenaba ‘... de la manera mas decidida el odio contra el pueblo, un tiempo bendecido por Dios, un odio que hoy se acostumbra a llamar con el nombre de ‘’antisemitismo’’, con la ‘Mit brenneder sorge’ Pio XI no dejaba lugar a dudas sobre la maldad del racismo y su incompatibilidad con el cristianismo lo que reafirmará el 6 de setiembre de 1938 cuando señale que ‘el antisemitismo no es admisible’ y que ‘espiritualmente somos semitas’ y con la ‘Summi Pontificatus’ de Pío XII de octubre de 1939 donde alertaba contra las teorías que negaban la unidad de la raza humana y la divinización del estado que llevarían a una verdadera hora de las tinieblas, como realmente aconteció.
Por su parte, el Episcopado de Argentina en 1938 señalaba que merecían la reprobación eclesial la doctrina del Estado totalitario y la del racismo, lo cual vuelve a ser reafirmado en el Comunicado de la Comisión Permanente del año 1942 donde se recuerda a los católicos que hay que estar en guardia contra estos errores que atentan contra la fraternidad humana.
El mismo Durán, en el escrito precedente señala, entre otras consideraciones, que no puede ser ‘antisemita’ ‘porque los Papas condenan estas persecuciones injustas’ lo cual manifiesta lo que antes afirmábamos acerca de sus fundamentos católicos para afrontar la barbarie del racismo. Años mas tarde recordará algo que hoy se intenta negar: ‘¡Cuantas vidas de judíos salvó el Papa en la guerra!’
También en 1947 –en un gesto que no reconoce imitadores- supo manifestar sus plácemes ante la instauración del Estado de Israel en un texto que se conserva en el ‘Museo de la Diáspora (Tel – Aviv) en los siguientes términos:
‘¡¡¡Ha triunfado Israel!!! y desde un confín al otro del Planeta vibra una voz de júbilo que emerge de todos los corazones que aman la justicia, la libertad y que comprenden la voz de Dios.
Se lee en el Génesis que Dios dijo a Abraham "Serás padre de un gran pueblo", divina promesa que Dios ratificó muchas veces al dichoso patriarca.
Después de un largo viaje buscando el país, Iehobat le prometiera, ya en la tierra de Canan se detuvo nuestro patriarca y Dios nuevamente le hablo y le dijo "este país te lo doy a ti y a tu posteridad". Esta es la narración bíblica. Gloria a Dios y a su pueblo, la palabra del cielo se ha cumplido, ese país ha vuelto a su legítimo dueño, al pueblo judío, a la posteridad de Abraham...
Toda la sangre de Israel que inicuamente han derramado los tiranos, no ha podido ahogar al pueblo de Dios. Han quedado sumergidos en su propia iniquidad, en su infamia e ignominia los que no comprendieron la promesa divina "Este país lo daré a ti y a tu posteridad" ¡Oh pueblo de Israel! Eres grande, fuerte y luminoso y has triunfado, tu libro, la Biblia, nuestro libro, también de los cristianos, es la voz de Iehobat hablando con majestad inigualada sobre el Sinai y en labios del divino Jesús, en afluencia de la más sublime dulzura de los siglos todos. Eres el único pueblo del mundo que ha recibido directamente de Dios su territorio y vuelto a Palestina a quien Dios le diera para siempre. Agítense jubilosas todas las banderas libres del mundo.
Se han cumplido las promesas del Salmo 88 "Yo cuidare por todos los siglos de tu descendencia".
En ese mismo año –mas precisamente el 3 de octubre - ante la aparición de pintadas en las paredes santafesinas donde se lee ‘Hay que matar judíos’ responderá enérgicamente desde las páginas del diario ‘El Litoral’ resaltando que la esencia misma del catolicismo es antisemita y una cuestión que hoy quiere negarse o desvirtuarse, tal como lo es el hecho de que muchos hijos de Israel fueron salvados por el Papa:
"Así dicen unas leyendas que aparecen abundantemente escritas en los muros de las casas de nuestra ciudad. Hay que matar judíos... ¡Qué tristes palabras! ... El quinto precepto del decálogo ordena: no matarás. La razón natural dice que no se debe matar sino en legítima defensa. A los católicos, nos enseña nuestra religión que debemos amarnos los hombres recíprocamente; 'amaos los unos a los otros'; nos enseña también que Jesús fue judío, lo mismo que María Santísima y los primeros apóstoles.El Pontífice romano durante la ocupación de Roma por los alemanes auxilió a los judíos dándoles albergue en el Vaticano, y a no pocos dióles puestos rentados para que se ganaran el sustento y no obstante en nuestra ciudad y en nuestra patria, cuya mayoría de habitantes es católica, se escribe por las paredes que hay que matar judíos. Creemos que es una enorme equivocación; no debemos matar judíos, como en Palestina; cuando ellos la gobiernen, tampoco deberán matar católicos, ni a los de otra raza o religión . Yo quisiera que se me trajera un argumento convincente que demuestre que hay que matar judíos. ¿Cuál puede ser? ... No lo sé. Habrá judíos malos como los hay buenos .Las cárceles están llenas de gentes que no son judías y el gobierno argentino ha puesto el fajín de generala del ejército, a aquella sublime judía, madre de Jesús, ante la cual se postraron Belgrano, San Martín, y otros de nuestros héroes . Ya sé que esta frase les sonará mal a los antisemitas; la sublime judía por María Santísima, el divino judío por Jesús; pero no obstante, ello es la verdad; eran judíos, queramos o no queramos, nos guste o no nos guste. ¡Cuántas vidas de judíos salvó el Papa en la guerra! 'Hay que matar judíos' ... Tú que escribes eso, seguramente no lo haces por maldad; sino por equivocación, por erróneos prejuicios. Reflexiona y verás cómo no depende de ti el nacer judío o no judío; tú no pudiste elegir antes de nacer, de qué madre ibas a nacer; y si te hubiera tocado nacer judío, yo también te defendería al decir que no debían matarte por haber nacido judío. No creo que sostengas que hay que matar judíos por cuestión de religión, pues Hitler no tenía ninguna religión y era el que más judíos ha matado. Es un equivocado patriotismo, acaso, el que te obliga a sostener tan absurdo principio. No, hermano; no mates a nadie. Ama a todos. Sé como el sol, que alumbra por encima de todas las fronteras, y de todas las razas, y de todos los climas. Sé como el sol, que cuando sube más alto, es para poder descender mejor a los abismos. No odies; sé grande; aseméjate a Dios. No mates judíos. No mates a nadie. Ama, ama, y siempre ama. Es la única manera como nosotros pobres criaturas humanas podemos casi deificarnos. Todos somos hermanos. Padre nuestro le decimos a Dios".
Si bien desconocemos otros escritos o gestos suyos en la misma línea consideramos que su compromiso en este plano no fue algo ocasional, lo cual queda de manifiesto en la adhesión de la DAIA filial Santa Fe con motivo de su fallecimiento, en donde la institución manifestaba que ‘rendirá al que en vida fuera eminente defensor de la verdad y la justicia, sentido homenaje de admiración y respeto, disponiendo que en todas las sinagogas locales se eleven preces al Altísimo por el eterno descanso de su alma’.
Una cuestión que dividirá a los argentinos en las décadas del ’30-’40 y entre ellos a los católicos, será la adhesión o rechazo a los gobiernos totalitarios de Europa y la actitud frente a la conflagración mundial y al antisemitismo al punto que ya en 1936 nuestro Episcopado recordaba a los fieles que la Iglesia se apartaba del exagerado nacionalismo que proclama la total entrega del individuo al Estado como del comunismo desquiciador que convertía a la persona en un mero instrumento en contra de su dignidad.
De todos modos –salvo grupos extremos- en general, como señala la investigadora G. Ben-Dror de la Universidad de Haifa, ‘...se produjo una reticencia bastante generalizada ante el nazismo, al menos entre quienes se hallaban próximos al establishment eclesiástico y sus voceros’
Tanto en un o como en otro caso es para nosotros un honor recordar que Mons. Alfonso Durán no se dejó tentar por la admiración a los gobiernos fuertes que surgen en Europa como fruto de la descomposición que ha generado el liberalismo y frente al temor que ocasiona el avance comunista y menos aún por el antisemitismo, y ante cada una de estas situaciones tendrá una palabra y una actitud que hoy queremos recordar.
Así ante la invasión alemana a Francia, en la Capilla del Colegio ‘del Calvario’ dirigido por religiosas de origen francés y ante el intendente municipal, el cónsul francés y miembros de esa colectividad por entonces bastante importante en nuestra ciudad dada la presencia de funcionarios y trabajadores ferroviarios de esa nacionalidad pronunciará su ‘Alocución sobre Francia’ donde entre otros conceptos dirá:
‘No vencerán, no, señores, en la actual hecatombe los enemigos de Francia, porque sería el triunfo de la fuerza material e insensata, sobre la fuerza espiritual eternamente viva y vivificadora. No vencerán, porqué sería el triunfo de la soberbia; porque sería el triunfo del paganismo que oficialmente se ha intentado restaurar; paganismo muerto sin esperanza de resurrección, el día que Cristo murió en la cruz, para dar a su doctrina inacabables palpitaciones’
Es interesante recordar que el Papa Pío XI en ‘Mit brenneder sorge’ del 14 de marzo de 1937 consideraba al nazismo como una expresión religiosa pagana, idea que es retomada por el orador.
También su postura frente a las atrocidades cometidas por los nazis lo llevan a rechazar públicamente el antisemitismo, siendo que el mismo no había sido ajeno a la ‘caricatura’ que el imaginario popular tenía de los hijos de Israel.
Habiendo escrito en su novela ‘Las mártires ignoradas’: ‘Muebles, cuadros y utensilios, todo se vendió en conjunto a un hebreo de pecho hundido, barba cerrada y ojos de truhán, por la quinta parte de su valor cantidad que el comprador tampoco llegó a comprar completamente’, década y media después en un texto que se publica en un folleto del año 1942 con el título ‘La voz argentina contra la barbarie’, leemos :
‘Ni como sacerdote, ni como hombre lógico puedo ser antisemita.
No puedo ser antisemita , porque Cristo era judío
No puedo ser antisemita, porque María Santísima era judía.
No puedo ser antisemita, porque el primer Papa de la Iglesia, San Pedro, era judío y judíos fueron los apóstoles.
No puedo ser antisemita, porque mi Biblia se compone de dos partes: el antiguo y el nuevo testamento.
No puedo ser antisemita, porque el pueblo judío fue el pueblo elegido por Dios para conservar su verdadera nación en la antigüedad.
No puedo ser antisemita, porque también me valgo del Antiguo Testamento para demostrar la divinidad de mi religión.
No puedo ser antisemita, porque el Hebraísmo es una religión divina; las dos únicas religiones divinas son el Hebraísmo y el Cristianismo. Las otras son aspiraciones del hombre hacia Dios; estas son, además, acercamiento de Dios al hombre.
No puedo ser antisemita, porque San Pablo decía: ya no haya para vosotros (los cristianos), ni judíos, ni romanos, ni griegos, ni gentiles; todos una sola cosa en el amor de Cristo.
No puedo ser antisemita, porque el antisemitismo es odio.
No puedo ser antisemita, porque no creo que Jesús eligiera para sí, una raza abyecta.
No puedo ser antisemita, porque cada vez que leo algo de esas persecuciones sanguinarias o bárbaras, aunque no sean sanguinarias, siento que mi corazón también sangra o llora.
No puedo ser antisemita porque los Papas condenan esas persecuciones injustas.
No puedo ser antisemita, porque el más grande antisemita es Hitler; e Hitler es esencialmente un anti-Cristo.
No puedo ser antisemita, porque soy un fervorosisimo admirador de Moisés, en su carácter de poeta, historiador, conductor, legislador y libertador.
No puedo ser antisemita, porque creo, como muchos Padres y Doctores y Místicos de la Iglesia, que llegará un día en que las dos religiones divinas, se encontrarán en alguna encrucijada de los largos caminos de la humanidad: y los últimos Papas serán de raza semita.
No puedo ser antisemita, porque creo que no siéndolo, me parezco más a Jesús’.
Texto que sin dudas llama la atención pero que manifiesta no tanto una actitud simplemente ‘humanitarista’, sino el ‘sentire cum ecclesiae’ de Durán, dado que la Santa Sede ya en 1928 a través de la Congregación del Santo Oficio condenaba ‘... de la manera mas decidida el odio contra el pueblo, un tiempo bendecido por Dios, un odio que hoy se acostumbra a llamar con el nombre de ‘’antisemitismo’’, con la ‘Mit brenneder sorge’ Pio XI no dejaba lugar a dudas sobre la maldad del racismo y su incompatibilidad con el cristianismo lo que reafirmará el 6 de setiembre de 1938 cuando señale que ‘el antisemitismo no es admisible’ y que ‘espiritualmente somos semitas’ y con la ‘Summi Pontificatus’ de Pío XII de octubre de 1939 donde alertaba contra las teorías que negaban la unidad de la raza humana y la divinización del estado que llevarían a una verdadera hora de las tinieblas, como realmente aconteció.
Por su parte, el Episcopado de Argentina en 1938 señalaba que merecían la reprobación eclesial la doctrina del Estado totalitario y la del racismo, lo cual vuelve a ser reafirmado en el Comunicado de la Comisión Permanente del año 1942 donde se recuerda a los católicos que hay que estar en guardia contra estos errores que atentan contra la fraternidad humana.
El mismo Durán, en el escrito precedente señala, entre otras consideraciones, que no puede ser ‘antisemita’ ‘porque los Papas condenan estas persecuciones injustas’ lo cual manifiesta lo que antes afirmábamos acerca de sus fundamentos católicos para afrontar la barbarie del racismo. Años mas tarde recordará algo que hoy se intenta negar: ‘¡Cuantas vidas de judíos salvó el Papa en la guerra!’
También en 1947 –en un gesto que no reconoce imitadores- supo manifestar sus plácemes ante la instauración del Estado de Israel en un texto que se conserva en el ‘Museo de la Diáspora (Tel – Aviv) en los siguientes términos:
‘¡¡¡Ha triunfado Israel!!! y desde un confín al otro del Planeta vibra una voz de júbilo que emerge de todos los corazones que aman la justicia, la libertad y que comprenden la voz de Dios.
Se lee en el Génesis que Dios dijo a Abraham "Serás padre de un gran pueblo", divina promesa que Dios ratificó muchas veces al dichoso patriarca.
Después de un largo viaje buscando el país, Iehobat le prometiera, ya en la tierra de Canan se detuvo nuestro patriarca y Dios nuevamente le hablo y le dijo "este país te lo doy a ti y a tu posteridad". Esta es la narración bíblica. Gloria a Dios y a su pueblo, la palabra del cielo se ha cumplido, ese país ha vuelto a su legítimo dueño, al pueblo judío, a la posteridad de Abraham...
Toda la sangre de Israel que inicuamente han derramado los tiranos, no ha podido ahogar al pueblo de Dios. Han quedado sumergidos en su propia iniquidad, en su infamia e ignominia los que no comprendieron la promesa divina "Este país lo daré a ti y a tu posteridad" ¡Oh pueblo de Israel! Eres grande, fuerte y luminoso y has triunfado, tu libro, la Biblia, nuestro libro, también de los cristianos, es la voz de Iehobat hablando con majestad inigualada sobre el Sinai y en labios del divino Jesús, en afluencia de la más sublime dulzura de los siglos todos. Eres el único pueblo del mundo que ha recibido directamente de Dios su territorio y vuelto a Palestina a quien Dios le diera para siempre. Agítense jubilosas todas las banderas libres del mundo.
Se han cumplido las promesas del Salmo 88 "Yo cuidare por todos los siglos de tu descendencia".
En ese mismo año –mas precisamente el 3 de octubre - ante la aparición de pintadas en las paredes santafesinas donde se lee ‘Hay que matar judíos’ responderá enérgicamente desde las páginas del diario ‘El Litoral’ resaltando que la esencia misma del catolicismo es antisemita y una cuestión que hoy quiere negarse o desvirtuarse, tal como lo es el hecho de que muchos hijos de Israel fueron salvados por el Papa:
"Así dicen unas leyendas que aparecen abundantemente escritas en los muros de las casas de nuestra ciudad. Hay que matar judíos... ¡Qué tristes palabras! ... El quinto precepto del decálogo ordena: no matarás. La razón natural dice que no se debe matar sino en legítima defensa. A los católicos, nos enseña nuestra religión que debemos amarnos los hombres recíprocamente; 'amaos los unos a los otros'; nos enseña también que Jesús fue judío, lo mismo que María Santísima y los primeros apóstoles.El Pontífice romano durante la ocupación de Roma por los alemanes auxilió a los judíos dándoles albergue en el Vaticano, y a no pocos dióles puestos rentados para que se ganaran el sustento y no obstante en nuestra ciudad y en nuestra patria, cuya mayoría de habitantes es católica, se escribe por las paredes que hay que matar judíos. Creemos que es una enorme equivocación; no debemos matar judíos, como en Palestina; cuando ellos la gobiernen, tampoco deberán matar católicos, ni a los de otra raza o religión . Yo quisiera que se me trajera un argumento convincente que demuestre que hay que matar judíos. ¿Cuál puede ser? ... No lo sé. Habrá judíos malos como los hay buenos .Las cárceles están llenas de gentes que no son judías y el gobierno argentino ha puesto el fajín de generala del ejército, a aquella sublime judía, madre de Jesús, ante la cual se postraron Belgrano, San Martín, y otros de nuestros héroes . Ya sé que esta frase les sonará mal a los antisemitas; la sublime judía por María Santísima, el divino judío por Jesús; pero no obstante, ello es la verdad; eran judíos, queramos o no queramos, nos guste o no nos guste. ¡Cuántas vidas de judíos salvó el Papa en la guerra! 'Hay que matar judíos' ... Tú que escribes eso, seguramente no lo haces por maldad; sino por equivocación, por erróneos prejuicios. Reflexiona y verás cómo no depende de ti el nacer judío o no judío; tú no pudiste elegir antes de nacer, de qué madre ibas a nacer; y si te hubiera tocado nacer judío, yo también te defendería al decir que no debían matarte por haber nacido judío. No creo que sostengas que hay que matar judíos por cuestión de religión, pues Hitler no tenía ninguna religión y era el que más judíos ha matado. Es un equivocado patriotismo, acaso, el que te obliga a sostener tan absurdo principio. No, hermano; no mates a nadie. Ama a todos. Sé como el sol, que alumbra por encima de todas las fronteras, y de todas las razas, y de todos los climas. Sé como el sol, que cuando sube más alto, es para poder descender mejor a los abismos. No odies; sé grande; aseméjate a Dios. No mates judíos. No mates a nadie. Ama, ama, y siempre ama. Es la única manera como nosotros pobres criaturas humanas podemos casi deificarnos. Todos somos hermanos. Padre nuestro le decimos a Dios".
Si bien desconocemos otros escritos o gestos suyos en la misma línea consideramos que su compromiso en este plano no fue algo ocasional, lo cual queda de manifiesto en la adhesión de la DAIA filial Santa Fe con motivo de su fallecimiento, en donde la institución manifestaba que ‘rendirá al que en vida fuera eminente defensor de la verdad y la justicia, sentido homenaje de admiración y respeto, disponiendo que en todas las sinagogas locales se eleven preces al Altísimo por el eterno descanso de su alma’.
martes, 13 de noviembre de 2007
EL CATOLICISMO EN BARRIO ALBERDI (Rosario)
Breve Síntesis
Don José Nicolás Puccio, fundador del Pueblo Alberdi, donó en 1877 el terreno para construir el primer Templo Católico del lugar. En ese mismo año se colocó la piedra fundamental del Templo, en un marco de resonados festejos. El Obispo de Paraná, Mons. José María Gelabert y Crespo, aprobó el proyecto de construcción de una Capilla dedicada a Santa Rosa de Lima. En 1881 la Capilla ya estaba lista y funcionando. De la misma puede observarse actualmente su antigua fachada en la esquina de Agrelo y Superí. En el presbiterio del actual Templo situado en la esquina de Agrelo y Bv. Puccio, puede apreciarse una pintura realizada en 1978, en la cual se representa el aspecto de aquella primera Capilla.
El padre guardián del Convento franciscano “San Carlos” en San Lorenzo, Fray Paulino Picirilli, asumió las obligaciones propias de la atención sacerdotal de la Capilla. En 1885 los vecinos pidieron al Obispado que designe un Cura permanente que viva allí mismo. Sin embargo, en 1889 Alberdi seguía sin Cura y los frailes de San Lorenzo continuaban “haciendo lo posible” para asegurarle a la feligresía de Alberdi la Misa dominical. Aquella Capilla carecía de casa en la que vivir y de los medios de subsistencia para hacer viable el sostenimiento de un pastor permanente.
Los fieles católicos de Alberdi querían tener un Cura residiendo en el lugar y para ello pusieron manos a la obra: en 1890, ya habían comenzado los cimientos del Templo que actualmente existe. Dicho Templo propiamente fue construido en el año 1924 por las familias Echesortu y Rouillon, más propiamente por los hijos del matrimonio entre Ciro Echesortu y Hortensia de Larrechea de Echesortu, en cumplimiento del deseo de sus padres.
Para cooperar a su construcción los feligreses organizaron una importante colecta. El Templo se inauguró el 6 de Marzo de 1927. Fue erigido como Parroquia el 8 de Agosto de ese mismo año, bajo la jurisdicción eclesiástica del Obispado de Santa Fe. Y su primer Cura Párroco fue el Pbro. Miguel Rossi.
Dado que en 1919 el Pueblo Alberdi fue anexado a la ciudad de Rosario, el nuevo Templo no pudo conservar el nombre de la antigua Capilla, pues ya existía en Rosario una Iglesia dedicada a Santa Rosa de Lima (Mendoza 1381) y, en consecuencia, cambió su nombre por el de “Sagrado Corazón de Jesús”.
Su actual Cura Párroco, el Pbro. Julio Alfonso María Galbiati, asumió el cuidado pastoral de la Parroquia en Marzo de 1976. Desde Junio de 2005, el Párroco es ayudado en sus funciones por el Pbro. Emanuel Caballero.
La Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús brinda diversos servicios al barrio e incluso proyecta su acción benéfica hasta otros barrios de la Zona Norte, especialmente a aquellos más necesitados. Cuenta con varias instituciones apostólicas y de caridad, y con un importante establecimiento educativo: el Instituto “Medalla Milagrosa”. Además, ofrece semanalmente formación cristiana a todos los fieles, mediante la catequesis parroquial, y también mediante una innovadora “Cátedra Abierta de Teología” en su Instituto Terciario, a la cual pueden concurrir todas aquellas personas jóvenes y adultas que así lo deseen. Dicho Colegio brinda educación pública de nivel inicial, EGB y Polimodal. También dicta la carrera de Técnico Superior en Administración de Empresas; carrera de nivel Terciario en articulación con la Facultad de Economía de la Pontificia Universidad Católica Argentina.
Independientemente de la Parroquia, pero también como parte de la comunidad católica de notoria presencia en nuestro barrio, merece destacarse el Colegio “San Francisco de Asís”, en Bv. Puccio 527.
Las Hermanas Terciarias Capuchinas trabajaban desde 1892 atendiendo a los enfermos del Hospital Italiano, y también se trasladaban a Alberdi para realizar labores apostólicas. Al poco desearon poder contar con una residencia que le diera más estabilidad a su labor y, para ello, recibieron de buen grado la ayuda que les brindó un vecino de Alberdi de religión protestante, el Sr. A. Schneider. En 1896, las Hermanas alquilaron un local en la esquina de Bv. Rondeau y Herrera, y en él impartieron enseñanza primaria gratuita. En 1903 el Gobierno Provincial reconoció y autorizó el funcionamiento del Colegio, y donó a las Capuchinas un terreno para erigir la Escuela, que es el mismo donde actualmente se encuentra.
Por último, cabe mencionar que en 1892 la Congregación de la Unión de los Sagrados Corazones, fundó un Internado en Rosario, en una casa de Bv. Oroño que en breve le resultó pequeña, razón que determinó su traslado al Palacio Puccio (actual Villa Hortensia), en Alberdi. Las religiosas alquilaron a don Puccio el edificio, pero también les volvió a resultar pequeño. Ello motivó que en Septiembre de 1893 comenzaran las obras de su Colegio definitivo en calle Salta, entre Ovidio Lagos y Callao, al cual se trasladaron definitivamente en Agosto de 1895.
Don José Nicolás Puccio, fundador del Pueblo Alberdi, donó en 1877 el terreno para construir el primer Templo Católico del lugar. En ese mismo año se colocó la piedra fundamental del Templo, en un marco de resonados festejos. El Obispo de Paraná, Mons. José María Gelabert y Crespo, aprobó el proyecto de construcción de una Capilla dedicada a Santa Rosa de Lima. En 1881 la Capilla ya estaba lista y funcionando. De la misma puede observarse actualmente su antigua fachada en la esquina de Agrelo y Superí. En el presbiterio del actual Templo situado en la esquina de Agrelo y Bv. Puccio, puede apreciarse una pintura realizada en 1978, en la cual se representa el aspecto de aquella primera Capilla.
El padre guardián del Convento franciscano “San Carlos” en San Lorenzo, Fray Paulino Picirilli, asumió las obligaciones propias de la atención sacerdotal de la Capilla. En 1885 los vecinos pidieron al Obispado que designe un Cura permanente que viva allí mismo. Sin embargo, en 1889 Alberdi seguía sin Cura y los frailes de San Lorenzo continuaban “haciendo lo posible” para asegurarle a la feligresía de Alberdi la Misa dominical. Aquella Capilla carecía de casa en la que vivir y de los medios de subsistencia para hacer viable el sostenimiento de un pastor permanente.
Los fieles católicos de Alberdi querían tener un Cura residiendo en el lugar y para ello pusieron manos a la obra: en 1890, ya habían comenzado los cimientos del Templo que actualmente existe. Dicho Templo propiamente fue construido en el año 1924 por las familias Echesortu y Rouillon, más propiamente por los hijos del matrimonio entre Ciro Echesortu y Hortensia de Larrechea de Echesortu, en cumplimiento del deseo de sus padres.
Para cooperar a su construcción los feligreses organizaron una importante colecta. El Templo se inauguró el 6 de Marzo de 1927. Fue erigido como Parroquia el 8 de Agosto de ese mismo año, bajo la jurisdicción eclesiástica del Obispado de Santa Fe. Y su primer Cura Párroco fue el Pbro. Miguel Rossi.
Dado que en 1919 el Pueblo Alberdi fue anexado a la ciudad de Rosario, el nuevo Templo no pudo conservar el nombre de la antigua Capilla, pues ya existía en Rosario una Iglesia dedicada a Santa Rosa de Lima (Mendoza 1381) y, en consecuencia, cambió su nombre por el de “Sagrado Corazón de Jesús”.
Su actual Cura Párroco, el Pbro. Julio Alfonso María Galbiati, asumió el cuidado pastoral de la Parroquia en Marzo de 1976. Desde Junio de 2005, el Párroco es ayudado en sus funciones por el Pbro. Emanuel Caballero.
La Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús brinda diversos servicios al barrio e incluso proyecta su acción benéfica hasta otros barrios de la Zona Norte, especialmente a aquellos más necesitados. Cuenta con varias instituciones apostólicas y de caridad, y con un importante establecimiento educativo: el Instituto “Medalla Milagrosa”. Además, ofrece semanalmente formación cristiana a todos los fieles, mediante la catequesis parroquial, y también mediante una innovadora “Cátedra Abierta de Teología” en su Instituto Terciario, a la cual pueden concurrir todas aquellas personas jóvenes y adultas que así lo deseen. Dicho Colegio brinda educación pública de nivel inicial, EGB y Polimodal. También dicta la carrera de Técnico Superior en Administración de Empresas; carrera de nivel Terciario en articulación con la Facultad de Economía de la Pontificia Universidad Católica Argentina.
Independientemente de la Parroquia, pero también como parte de la comunidad católica de notoria presencia en nuestro barrio, merece destacarse el Colegio “San Francisco de Asís”, en Bv. Puccio 527.
Las Hermanas Terciarias Capuchinas trabajaban desde 1892 atendiendo a los enfermos del Hospital Italiano, y también se trasladaban a Alberdi para realizar labores apostólicas. Al poco desearon poder contar con una residencia que le diera más estabilidad a su labor y, para ello, recibieron de buen grado la ayuda que les brindó un vecino de Alberdi de religión protestante, el Sr. A. Schneider. En 1896, las Hermanas alquilaron un local en la esquina de Bv. Rondeau y Herrera, y en él impartieron enseñanza primaria gratuita. En 1903 el Gobierno Provincial reconoció y autorizó el funcionamiento del Colegio, y donó a las Capuchinas un terreno para erigir la Escuela, que es el mismo donde actualmente se encuentra.
Por último, cabe mencionar que en 1892 la Congregación de la Unión de los Sagrados Corazones, fundó un Internado en Rosario, en una casa de Bv. Oroño que en breve le resultó pequeña, razón que determinó su traslado al Palacio Puccio (actual Villa Hortensia), en Alberdi. Las religiosas alquilaron a don Puccio el edificio, pero también les volvió a resultar pequeño. Ello motivó que en Septiembre de 1893 comenzaran las obras de su Colegio definitivo en calle Salta, entre Ovidio Lagos y Callao, al cual se trasladaron definitivamente en Agosto de 1895.
viernes, 9 de noviembre de 2007
Sobre fuentes y repositorios eclesiásticos publicados en los Boletines del CENTRO DE ESTUDIOS GENEALÓGICOS E HISTORICOS DE ROSARIO
* Boletín Nro 2
- Wildemar Bengochea. “Libro I de Bautismos de la parroquia de San Antonio de Padua”
- Margarita Guspí Terán “Libros I y II de Matrimonios de Coronda, Santa Fe”
- Adriana Valdés Tietjen de Sánchez Almería Archivos parroquiales de Rosario
* Boletín Nro 3
- Adriana Valdés Tietjen de Sánchez Almeyra ‘Índice del libro I de Bautismos de Rosario’’
- Roberto Colimodio Galloso ‘’Lista de Partidas de los Óleos del Curato de Coronda realizadas en el Colegio San Carlos entre 1856 y 1858’’
- María Margarita Guspí Terán ‘Parroquia San Gerónimo de Coronda, informaciones matrimoniales 1732-1831’
- Adriana Valdés Tietjen de Sánchez Almeyra ‘Archivos parroquiales de la Arquidiócesis de Rosario’
Boletín Nro 4
- María Margarita Guspí Terán ‘Informaciones matrimoniales de Coronda, (2º parte)’.
- Adriana Valdés Tietjen de Sánchez Almería ‘Archivos parroquiales de la Arquidiócesis de Rosario (continuación)’.
(Para Mayor información puede ponerse en contacto con el Centro de Estudios Genealógicos e Históricos de Rosario:
consultas@genealogiaderosario.com.ar
La Biblioteca del Archivo Histórico del Arzobispado de Santa Fe cuenta con los citados Boletines)
- Wildemar Bengochea. “Libro I de Bautismos de la parroquia de San Antonio de Padua”
- Margarita Guspí Terán “Libros I y II de Matrimonios de Coronda, Santa Fe”
- Adriana Valdés Tietjen de Sánchez Almería Archivos parroquiales de Rosario
* Boletín Nro 3
- Adriana Valdés Tietjen de Sánchez Almeyra ‘Índice del libro I de Bautismos de Rosario’’
- Roberto Colimodio Galloso ‘’Lista de Partidas de los Óleos del Curato de Coronda realizadas en el Colegio San Carlos entre 1856 y 1858’’
- María Margarita Guspí Terán ‘Parroquia San Gerónimo de Coronda, informaciones matrimoniales 1732-1831’
- Adriana Valdés Tietjen de Sánchez Almeyra ‘Archivos parroquiales de la Arquidiócesis de Rosario’
Boletín Nro 4
- María Margarita Guspí Terán ‘Informaciones matrimoniales de Coronda, (2º parte)’.
- Adriana Valdés Tietjen de Sánchez Almería ‘Archivos parroquiales de la Arquidiócesis de Rosario (continuación)’.
(Para Mayor información puede ponerse en contacto con el Centro de Estudios Genealógicos e Históricos de Rosario:
consultas@genealogiaderosario.com.ar
La Biblioteca del Archivo Histórico del Arzobispado de Santa Fe cuenta con los citados Boletines)
EL CONVENTO SAN CARLOS BAJO LA ADVOCACION DE SAN CARLOS BORROMEO.
Fray José Carlos Magnago*
El Convento San Carlos, fundado por los Padres Franciscanos en 1780, como Colegio de Propaganda Fide, se instala primitivamente en el casco abandonado de una ex estancia jesuítica. Por la decadencia del edificio y falta de espacio para los religiosos, decidieron trasladarse a la zona Convento se comienza en 1791 y para 1796 quedando concluida la primera etapa constructiva se trasladan a este solar.
Los frailes de este convento cumplieron con perseverancia la tarea de la propagación de la religión por todo el Litoral. Escribiendo un capítulo glorioso de la historia franciscana , estos misioneros, héroes anónimos forjaron sobre terrenos inexplorados una epopeya de civilización, a su paso se abrían caminos y nacían pueblos. Trabajaron con el sistema de reducciones, que consistía en la agrupación de los nativos dispersos, una vez agrupados se los instruía sobre lectura y escritura, música, doctrina católica, a cultivar la tierra, en la organización y participación comunitaria. Igualar al aborigen con el hombre blanco, brindarle las mismas oportunidades fue su meta.
Abocados estaban a esta tarea los frailes de San Carlos cuando en la década de 1850 se produce el fenómeno inmigratorio que afectara notoriamente a toda ésta zona y la transformara económica y socialmente. La estructura eclesiástica era inexistente en la región por lo que los colonos mayoritariamente católicos debieron recurrir a las misiones cercanas para su vivencia religiosa, animados de caridad evangélica extendieron los frailes su ministerio espiritual a los miles de inmigrantes librados practicamente a la buena de Dios en un territorio plagado de dificultades.
A través del apostolado religioso lograron crear un clima de convivencia entre indígenas, criollos y extranjeros que evitó los contrastes que se dieron en otras zonas del país Con el tiempo éstas misiones y colonias fueron pueblos y ciudades, es por esto que el Convento San Carlos guarda objetos de gran valor patrimonial que nos van relatando paso a paso ésta rica historia de compromiso y participación en el desarrollo de nuestra nación ya sea fomentando el arte, el trabajo o colaborando en nuestra emancipación. Porque en 1812 colaboraron con el entonces Gral. Manuel Belgrano proveyéndolo de materiales y herramientas para la construcción de las baterías ‘Libertad’ e ‘Independencia’. El 3 de febrero de 1813, cooperaron con el entonces Coronel San Martín que al frente de 120 granaderos obtiene su primera y única victoria en tierra argentina, al derrotar en San Lorenzo a doscientos cincuenta infantes realistas desembarcados de una expedición corsaria proveniente de Montevideo.
El 12 de Abril de 1819 sirvió de ámbito para la firma del pacto de San Lorenzo entre los representantes del Gral. Estanislao López, caudillo santafesino y los representantes del Gral Manuel Belgrano, Jefe de las l tropas del Directorio en ese momento.
El Convento fue declarado Monumento Histórico Nacional por Ley 12.648 en setiembre de 1940, debido a estos hechos relevantes para la independencia nacional. En 1949, por iniciativa del P.Tomás Calvento surge en éste una nueva institución " El Museo del Convento San Carlos ", que a través de más de medio siglo y con algunos altibajos ha crecido y se ha desarrollado, en la actualidad ocupa la totalidad de la planta de construcción de 1796 Hoy podemos decir que este Museo no solo venera la acción sanmartiniana, como fue en sus comienzos, sino que además un amplio sector del mismo está destinado a hacer conocer la labor evangelizadora que por más de doscientos años a desarrollado la Comunidad Franciscana en una amplia zona del noreste de nuestro país, sur de Santa Fe, norte de la Pcia de Buenos Aires y éste de Córdoba. No se debe considerar a este Museo como una mera Institución con fines de conservación material sino que su función es la de promover una conciencia renovada del valor de los bienes culturales que posee y una comprensión cada vez más acabada de su dimensión pastoral - evangelizadora y de promoción social.- Es así como a partir de 1993 y a causa de los daños producidos por un tornado en agosto de ese año, se comienzan tareas de restauración en el área arquitectónica, contratando personal que fue perfeccionado por profesionales especializados. En 1994 se comienzan a armar Talleres de Restauración y dictado de cursos de capacitación tanto para el personal del Museo, como para ciudadanos interesados:
· Conservación de Colecciones Museológicas.
· Conservación y Restauración de Pinturas y Tallas Policromadas.
· Conservación y Restauración de Madera.
· Conservación y restauración de Metales.
· Conservación de papel y documentos ( nivel nacional ).
· Curso de Moldes y vaciados Nº1.
· Curso de vitreaux.
· Curso de Enmarcado de obras de arte.
· Curso de Molde N º2 y patinas.
· Curso de Encuadernación de libros y documentos.
El Museo cuenta hoy con talleres montados para:
· Restauración arquitectónica.
· Restauración de pintura caballete y tallas policromadas.
· Restauración y conservación de madera.
· Restauración y conservación de metales.
· Conservación de papel y Encuadernación Centro Tecnologico Comunitario (C.T.C. )
* Disertación realizada en el Primer Encuentro de Museos Privados realizados en Santa Fe el 19.09.03.
El Convento San Carlos, fundado por los Padres Franciscanos en 1780, como Colegio de Propaganda Fide, se instala primitivamente en el casco abandonado de una ex estancia jesuítica. Por la decadencia del edificio y falta de espacio para los religiosos, decidieron trasladarse a la zona Convento se comienza en 1791 y para 1796 quedando concluida la primera etapa constructiva se trasladan a este solar.
Los frailes de este convento cumplieron con perseverancia la tarea de la propagación de la religión por todo el Litoral. Escribiendo un capítulo glorioso de la historia franciscana , estos misioneros, héroes anónimos forjaron sobre terrenos inexplorados una epopeya de civilización, a su paso se abrían caminos y nacían pueblos. Trabajaron con el sistema de reducciones, que consistía en la agrupación de los nativos dispersos, una vez agrupados se los instruía sobre lectura y escritura, música, doctrina católica, a cultivar la tierra, en la organización y participación comunitaria. Igualar al aborigen con el hombre blanco, brindarle las mismas oportunidades fue su meta.
Abocados estaban a esta tarea los frailes de San Carlos cuando en la década de 1850 se produce el fenómeno inmigratorio que afectara notoriamente a toda ésta zona y la transformara económica y socialmente. La estructura eclesiástica era inexistente en la región por lo que los colonos mayoritariamente católicos debieron recurrir a las misiones cercanas para su vivencia religiosa, animados de caridad evangélica extendieron los frailes su ministerio espiritual a los miles de inmigrantes librados practicamente a la buena de Dios en un territorio plagado de dificultades.
A través del apostolado religioso lograron crear un clima de convivencia entre indígenas, criollos y extranjeros que evitó los contrastes que se dieron en otras zonas del país Con el tiempo éstas misiones y colonias fueron pueblos y ciudades, es por esto que el Convento San Carlos guarda objetos de gran valor patrimonial que nos van relatando paso a paso ésta rica historia de compromiso y participación en el desarrollo de nuestra nación ya sea fomentando el arte, el trabajo o colaborando en nuestra emancipación. Porque en 1812 colaboraron con el entonces Gral. Manuel Belgrano proveyéndolo de materiales y herramientas para la construcción de las baterías ‘Libertad’ e ‘Independencia’. El 3 de febrero de 1813, cooperaron con el entonces Coronel San Martín que al frente de 120 granaderos obtiene su primera y única victoria en tierra argentina, al derrotar en San Lorenzo a doscientos cincuenta infantes realistas desembarcados de una expedición corsaria proveniente de Montevideo.
El 12 de Abril de 1819 sirvió de ámbito para la firma del pacto de San Lorenzo entre los representantes del Gral. Estanislao López, caudillo santafesino y los representantes del Gral Manuel Belgrano, Jefe de las l tropas del Directorio en ese momento.
El Convento fue declarado Monumento Histórico Nacional por Ley 12.648 en setiembre de 1940, debido a estos hechos relevantes para la independencia nacional. En 1949, por iniciativa del P.Tomás Calvento surge en éste una nueva institución " El Museo del Convento San Carlos ", que a través de más de medio siglo y con algunos altibajos ha crecido y se ha desarrollado, en la actualidad ocupa la totalidad de la planta de construcción de 1796 Hoy podemos decir que este Museo no solo venera la acción sanmartiniana, como fue en sus comienzos, sino que además un amplio sector del mismo está destinado a hacer conocer la labor evangelizadora que por más de doscientos años a desarrollado la Comunidad Franciscana en una amplia zona del noreste de nuestro país, sur de Santa Fe, norte de la Pcia de Buenos Aires y éste de Córdoba. No se debe considerar a este Museo como una mera Institución con fines de conservación material sino que su función es la de promover una conciencia renovada del valor de los bienes culturales que posee y una comprensión cada vez más acabada de su dimensión pastoral - evangelizadora y de promoción social.- Es así como a partir de 1993 y a causa de los daños producidos por un tornado en agosto de ese año, se comienzan tareas de restauración en el área arquitectónica, contratando personal que fue perfeccionado por profesionales especializados. En 1994 se comienzan a armar Talleres de Restauración y dictado de cursos de capacitación tanto para el personal del Museo, como para ciudadanos interesados:
· Conservación de Colecciones Museológicas.
· Conservación y Restauración de Pinturas y Tallas Policromadas.
· Conservación y Restauración de Madera.
· Conservación y restauración de Metales.
· Conservación de papel y documentos ( nivel nacional ).
· Curso de Moldes y vaciados Nº1.
· Curso de vitreaux.
· Curso de Enmarcado de obras de arte.
· Curso de Molde N º2 y patinas.
· Curso de Encuadernación de libros y documentos.
El Museo cuenta hoy con talleres montados para:
· Restauración arquitectónica.
· Restauración de pintura caballete y tallas policromadas.
· Restauración y conservación de madera.
· Restauración y conservación de metales.
· Conservación de papel y Encuadernación Centro Tecnologico Comunitario (C.T.C. )
* Disertación realizada en el Primer Encuentro de Museos Privados realizados en Santa Fe el 19.09.03.
miércoles, 7 de noviembre de 2007
INDICE DOCUMENTACIÓN ARZOBISPADO SANTA FE DE LA VERA CRUZ MICROFILMADA POR LA ‘IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ULTIMOS DIAS’
Title Documentos eclesiásticos, 1680-1919
Authors Iglesia Católica. Arquidiócesis de Santa Fe (Argentina) (Main Author)
Note Locatión Film
Información Matrimonial 1680-1715 VAULT INTL Film 1097894
Información Matrimonial 1716-1736 VAULT INTL Film 1097895
Información Matrimonial 1737-1755 VAULT INTL Film 1097896
Información Matrimonial 1756-1769 VAULT INTL Film 1097897
Información Matrimonial 1770-1789 VAULT INTL Film 1097898
Información Matrimonial 1790-1808 VAULT INTL Film 1097899
Información Matrimonial 1809-1814 VAULT INTL Film 1097900
Información Matrimonial 1814-1817 VAULT INTL Film 1097901
Información Matrimonial 1817-1819 VAULT INTL Film 1097902
Información Matrimonial 1820-1822 VAULT INTL Film 1097903
Información Matrimonial 1823-1825 VAULT INTL Film 1097904
Información Matrimonial 1826-1828 VAULT INTL Film 1102522
Información Matrimonial 1828-1831 VAULT INTL Film 1097905
Información Matrimonial 1831-1834 VAULT INTL Film 1097906
Información Matrimonial 1835-1840 VAULT INTL Film 1097907
Información Matrimonial 1841-1846 VAULT INTL Film 1097908
Información Matrimonial 1847-1850 VAULT INTL Film 1097909
Información Matrimonial 1850-1854 FHL INTL Film 1097910
Información Matrimonial 1854-1858 FHL INTL Film 1097911
Información Matrimonial 1859-1862 FHL INTL Film 1097912
Información Matrimonial 1863-1865 FHL INTL Film 1097913
Información Matrimonial 1866 FHL INTL Film 1097914
Información Matrimonial 1867-1868 FHL INTL Film 1097915
Información Matrimonial 1868-1870 FHL INTL Film 1097916
Información Matrimonial 1871 FHL INTL Film 1097917
Información Matrimonial 1871-1874 FHL INTL Film 1097918
Información Matrimonial 1874-1877 VAULT INTL Film 1098363
Información Matrimonial 1877-1881 VAULT INTL Film 1098364
Información Matrimonial 1881-1883 VAULT INTL Film 1098365
Información Matrimonial 1883-1884 VAULT INTL Film 1098366
Información Matrimonial 1885-1886 VAULT INTL Film 1098367
Información Matrimonial 1887-1888 VAULT INTL Film 1098368
Información Matrimonial 1888-1889 VAULT INTL Film 1098369
Información Matrimonial 1889-1891 VAULT INTL Film 1098370
Información Matrimonial 1891-1895 VAULT INTL Film 1098371
Información Matrimonial 1896-1898 FHL INTL Film 1098372
Información Matrimonial 1898-1900, 1903 VAULT INTL Film 1098375
Información Matrimonial 1899 VAULT INTL Film 1098373
Información Matrimonial 1900 VAULT INTL Film 1103160
Información Matrimonial 1901-1902 VAULT INTL Film 1098374
Información Matrimonial 1901-1904 VAULT INTL Film 1098376
Información Matrimonial 1904-1905 VAULT INTL Film 1098377
Información Matrimonial 1906-1907 VAULT INTL Film 1098378
Información Matrimonial 1907-1908, 1919 FHL INTL Film 1098379
Title
Documentos eclesiásticos, 1680-1919
Authors
Iglesia Católica. Arquidiócesis de Santa Fe (Argentina) (Main Author)
Notes
Microfilme de manuscritos en el Archivo de la Notaría Mayor Eclesiás- tica de la Arquidiócesis de Santa Fe.
Algunos tomos incluyen índice.
Registers of marriage petitions from parishes in the Archdiocese of Santa Fe, Argentina.
Some of the registers include an index.
Subjects
Argentina, Santa Fe, Santa Fe - Church records
Format
Manuscript (On Film)
Language
Spanish
© 2002 Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved.
Authors Iglesia Católica. Arquidiócesis de Santa Fe (Argentina) (Main Author)
Note Locatión Film
Información Matrimonial 1680-1715 VAULT INTL Film 1097894
Información Matrimonial 1716-1736 VAULT INTL Film 1097895
Información Matrimonial 1737-1755 VAULT INTL Film 1097896
Información Matrimonial 1756-1769 VAULT INTL Film 1097897
Información Matrimonial 1770-1789 VAULT INTL Film 1097898
Información Matrimonial 1790-1808 VAULT INTL Film 1097899
Información Matrimonial 1809-1814 VAULT INTL Film 1097900
Información Matrimonial 1814-1817 VAULT INTL Film 1097901
Información Matrimonial 1817-1819 VAULT INTL Film 1097902
Información Matrimonial 1820-1822 VAULT INTL Film 1097903
Información Matrimonial 1823-1825 VAULT INTL Film 1097904
Información Matrimonial 1826-1828 VAULT INTL Film 1102522
Información Matrimonial 1828-1831 VAULT INTL Film 1097905
Información Matrimonial 1831-1834 VAULT INTL Film 1097906
Información Matrimonial 1835-1840 VAULT INTL Film 1097907
Información Matrimonial 1841-1846 VAULT INTL Film 1097908
Información Matrimonial 1847-1850 VAULT INTL Film 1097909
Información Matrimonial 1850-1854 FHL INTL Film 1097910
Información Matrimonial 1854-1858 FHL INTL Film 1097911
Información Matrimonial 1859-1862 FHL INTL Film 1097912
Información Matrimonial 1863-1865 FHL INTL Film 1097913
Información Matrimonial 1866 FHL INTL Film 1097914
Información Matrimonial 1867-1868 FHL INTL Film 1097915
Información Matrimonial 1868-1870 FHL INTL Film 1097916
Información Matrimonial 1871 FHL INTL Film 1097917
Información Matrimonial 1871-1874 FHL INTL Film 1097918
Información Matrimonial 1874-1877 VAULT INTL Film 1098363
Información Matrimonial 1877-1881 VAULT INTL Film 1098364
Información Matrimonial 1881-1883 VAULT INTL Film 1098365
Información Matrimonial 1883-1884 VAULT INTL Film 1098366
Información Matrimonial 1885-1886 VAULT INTL Film 1098367
Información Matrimonial 1887-1888 VAULT INTL Film 1098368
Información Matrimonial 1888-1889 VAULT INTL Film 1098369
Información Matrimonial 1889-1891 VAULT INTL Film 1098370
Información Matrimonial 1891-1895 VAULT INTL Film 1098371
Información Matrimonial 1896-1898 FHL INTL Film 1098372
Información Matrimonial 1898-1900, 1903 VAULT INTL Film 1098375
Información Matrimonial 1899 VAULT INTL Film 1098373
Información Matrimonial 1900 VAULT INTL Film 1103160
Información Matrimonial 1901-1902 VAULT INTL Film 1098374
Información Matrimonial 1901-1904 VAULT INTL Film 1098376
Información Matrimonial 1904-1905 VAULT INTL Film 1098377
Información Matrimonial 1906-1907 VAULT INTL Film 1098378
Información Matrimonial 1907-1908, 1919 FHL INTL Film 1098379
Title
Documentos eclesiásticos, 1680-1919
Authors
Iglesia Católica. Arquidiócesis de Santa Fe (Argentina) (Main Author)
Notes
Microfilme de manuscritos en el Archivo de la Notaría Mayor Eclesiás- tica de la Arquidiócesis de Santa Fe.
Algunos tomos incluyen índice.
Registers of marriage petitions from parishes in the Archdiocese of Santa Fe, Argentina.
Some of the registers include an index.
Subjects
Argentina, Santa Fe, Santa Fe - Church records
Format
Manuscript (On Film)
Language
Spanish
© 2002 Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved.
martes, 6 de noviembre de 2007
CEFERINO NAMUNCURÁ EN SANTA FE
Su devoción entre nosotros
Pbro. Edgar Stoffel
estoffel@ucsf.edu.ar
Desde el domingo 11 de noviembre, con la beatificación por parte de la Iglesia del ‘Lirio de las pampas’ o el ‘santito de la toldería’ tal como se lo ha llamado al hijo del Cacique Manuel Namuncurá, los fieles católicos pueden por fin –tras largos años de espera- rendirle culto público.
Hay que señalar que desde la década del ’40 por lo menos, la veneración por su persona generó un vasto movimiento especialmente entre los sectores humildes que iba mas allá de una actitud privada y que el carácter de público que en ocasiones tomaba se convertía en un obstáculo para el proceso de beatificación tal como lo señalaba la Conferencia Episcopal en 1976.
Sin dudas que ya desde el retorno de sus restos a nuestro país, los padres salesianos se dedicaron a resaltar su ejemplaridad y ya para 1925 le construían un mausoleo en el altar de la Iglesia de Fortín Mercedes.
En el año 1947 se da inicio al proceso de beatificación en la Diócesis de Viedma donde declaran 21 testigos pero será recién en 1972, que el Papa Paulo VI promulga el Decreto de heroicidad de las virtudes y lo declara Venerable.
La popularidad de Ceferino continúa en aumento al punto que en la mayoría de los hogares no falta una estampita que lo recuerde, lo cual trae aparejado el peligro de lo que se denomina ‘canonización popular’ (como las del ‘gauchito’ Gil, Evita, etc) y explica la advertencia de los Obispos argentinos a la que hicimos referencia.
Entre nosotros
La presencia de los padres salesianos a partir de la década del ‘40 en la zona norte de nuestra ciudad con su inserción en los sectores trabajadores en ascenso y una incipiente clase media a través de la Parroquia, el colegio y las obras para los jóvenes fue un elemento importante para el conocimiento de la figura de Ceferino.
En la primitiva Capilla, junto a otras imágenes, se encontraba una dedicada a Ceferino que perduró hasta la construcción del templo actual.
Actualmente se encuentra emplazado frente a la Iglesia Parroquial (F. Zuviría y E. Zeballos) un monumento de regulares dimensiones con las estatuas de Don Bosco y Ceferino, inaugurado en 1980.
Sin embargo su difusión y presencia mas elocuente vendría de la mano de un sacerdote diocesano -el padre Antonio Rodríguez- quién en 1941 había fundado la ‘Obra de Barrios’ (integrada por una verdadera elite de militantes cristianos) con la finalidad de evangelizar y promover socialmente a los vecinos asentados en las zonas periféricas de nuestra ciudad.
Uno de esos lugares fue el naciente ‘Barrio de Emergencia’ creado en 1953 por decreto gubernamental y conformado por familias provenientes de la ‘Boca del Tigre’ que habían sido trasladados allí con motivo de los desbordes del Salado, las cuales estaban sumidos en la mayor de las precariedades ya que a la lejanía del centro se le sumaba la ausencia de los servicios básicos.
Tal las características de este conglomerado humano que al decir de Sol Lauría y Mónica Ritacca en este mismo diario crecería ‘bajo la sombra de Ceferino Namuncurá’ y en buena parte gracias a la dedicación del padre Rodríguez.
El barrio, que en 1956 es denominado ‘Yapeyú’ por un cartel que promocionaba la venta de terrenos en la zona, comienza a identificarse con el ‘venerado mapuche’, al punto que la ordenanza municipal Nro 6474 del año siguiente al conceder en comodato los terrenos para el futuro complejo educativo, lo hace a nombre de la ‘Obra de Barrios Ceferino Namuncurá’.
Largo sería enumerar las gestiones realizadas por el padre Rodríguez a favor del progreso del Barrio y que llegaron a feliz término, pero hay una de particular importancia y tiene que ver con el servicio de colectivos que permitiría terminar con el aislamiento al que se encontraba sometido el sector.
Ante un panorama mas bien negativo, el empresario V. Rubino afronta el desafío poniendo en circulación la Línea 15, que a sugerencia del sacerdote es denominada ‘Ceferino Namuncurá’.
En el plano religioso pronto el barrio contó con una pequeña Capilla puesta bajo la advocación de origen belga de la ‘Virgen de los pobres’, en cuyo interior se colocó una cerámica con la imagen de Ceferino.
En 1962 bajo el patrocinio del nuevo beato se ponen en marcha la Escuela Técnica Particular Nro 25 (carpintería – corte y confección – tejido) y la Escuela Primaria Nocturna Particular Incorporada Nro 159 que serán la base del actual Complejo Educativo y que no creemos exagerar si afirmamos que ha sido el gran ‘milagro’ de Ceferino entre nosotros dada la realidad a la que hemos hecho referencia.
La identidad del barrio con Ceferino era tal que en una Asamblea de la que participó buena parte del vecindario se decidió cambiar el nombre de ‘Yapeyú’ por éste siendo la propuesta desechada por las autoridades municipales, aunque estas en 1976 denominaron así a la Asociación Vecinal.
En 1974 con ocasión del 64 aniversario del fallecimiento de Ceferino Mons. Zazpe inauguraba la nueva Parroquia y en 1980 se bendecía el templo actual en cuyo atrio se emplazó un busto del para entonces Venerable hijo de esta tierra.
Paralelamente en los meses de mayo y agosto, la comunidad de ‘Virgen de los pobres’ realizaba actos religiosos, culturales y recreativos en recordación de Ceferino de los cuales participaban los vecinos y sus devotos, ocasión en la que de un modo especial se pedía por su beatificación.
También hay que hacer referencia a la puesta en funcionamiento de una Propaladora denominada ‘Chimpay’ en obvia referencia al lugar de nacimiento de Ceferino.
Mons. Antonio Rodríguez
Sin la presencia de este apostólico sacerdote ni ‘Yapeyú’ sería lo que es ni la devoción a Ceferino habría alcanzado en Santa Fe la resonancia y palpabilidad que tiene a través de las obras puestas bajo su protección.
Había nacido en 1922 en Orense ( Galicia – España) y siendo niño emigró junto con sus padres a nuestro país en busca de un futuro mejor residiendo en Buenos Aires hasta 1916 en que ingresa al Seminario de Santa Fe.
En 1925 es ordenado sacerdote por Mons. Boneo, quién a los pocos días lo designa su Secretario Privado en la delicada tarea de Administrador Apostólico del Arzobispado de Buenos Aires que le había encomendado el Papa Pío XI, tarea en la que continuara hasta la muerte de nuestro primer Obispo en 1932.
Al mismo tiempo se desempeñará como Maestro de Ceremonias de la Catedral (1926), Director de la Cruzada Eucarística y Capellán del Asilo Sagrada Familia (1926).
Ya con Mons. Fasolino como Obispo es designado al frente de la Parroquia de Laguna Paiva (1932 – 1937) donde realiza una intensa tarea apostólica a pesar del anticlericalismo propio del ambiente ferrocarrilero y desde 1933 integra el Cuerpo de Consultores.
Dadas sus cualidades desde 1927 se desempeñaba como Director – Censor del ‘Boletín Eclesiástico’ y a partir de 1937 se le encomienda la tarea de organizar un diario católico que se llamaría ‘La Mañana’ y que debía constituirse en una pieza clave de la pastoral de Mons. Fasolino.
Capellán del Asilo de las Hermanas Dominicas durante largas décadas fue también miembro del Cabildo Eclesiástico local e impulsor de las obras del nuevo Seminario que nunca logró concluirse.
En el año 1945 fue designado Supervisor General de Enseñanza Religiosa para todo el país, cargo que ejercerá hasta 1952.
Paralelamente va consolidando la obra que bajo el lema ‘el bien no hace ruido y el ruido no hace bien’ insertaría a la Iglesia en las barriadas humildes y sus centros apostólicos estarían en la base de varias Parroquias y Capillas que florecen a partir de la década del ’70, lo cual le valdría el reconocimiento no solo eclesial sino de la sociedad santafesina.
Conclusión
La mayoría de los vecinos de ‘Yapeyú’ y de los devotos del modélico patagónico han construido buena parte de su identidad religiosa y social en íntima relación con Ceferino, en gran medida ya que sus características suscitan admiración porque manifiestan la obra divina en su persona y a la vez reflejan sus propias historias de sufrimiento y marginación, que a la par que se aceptan con paciencia entrevén la posibilidad de la superación.
Pbro. Edgar Stoffel
estoffel@ucsf.edu.ar
Desde el domingo 11 de noviembre, con la beatificación por parte de la Iglesia del ‘Lirio de las pampas’ o el ‘santito de la toldería’ tal como se lo ha llamado al hijo del Cacique Manuel Namuncurá, los fieles católicos pueden por fin –tras largos años de espera- rendirle culto público.
Hay que señalar que desde la década del ’40 por lo menos, la veneración por su persona generó un vasto movimiento especialmente entre los sectores humildes que iba mas allá de una actitud privada y que el carácter de público que en ocasiones tomaba se convertía en un obstáculo para el proceso de beatificación tal como lo señalaba la Conferencia Episcopal en 1976.
Sin dudas que ya desde el retorno de sus restos a nuestro país, los padres salesianos se dedicaron a resaltar su ejemplaridad y ya para 1925 le construían un mausoleo en el altar de la Iglesia de Fortín Mercedes.
En el año 1947 se da inicio al proceso de beatificación en la Diócesis de Viedma donde declaran 21 testigos pero será recién en 1972, que el Papa Paulo VI promulga el Decreto de heroicidad de las virtudes y lo declara Venerable.
La popularidad de Ceferino continúa en aumento al punto que en la mayoría de los hogares no falta una estampita que lo recuerde, lo cual trae aparejado el peligro de lo que se denomina ‘canonización popular’ (como las del ‘gauchito’ Gil, Evita, etc) y explica la advertencia de los Obispos argentinos a la que hicimos referencia.
Entre nosotros
La presencia de los padres salesianos a partir de la década del ‘40 en la zona norte de nuestra ciudad con su inserción en los sectores trabajadores en ascenso y una incipiente clase media a través de la Parroquia, el colegio y las obras para los jóvenes fue un elemento importante para el conocimiento de la figura de Ceferino.
En la primitiva Capilla, junto a otras imágenes, se encontraba una dedicada a Ceferino que perduró hasta la construcción del templo actual.
Actualmente se encuentra emplazado frente a la Iglesia Parroquial (F. Zuviría y E. Zeballos) un monumento de regulares dimensiones con las estatuas de Don Bosco y Ceferino, inaugurado en 1980.
Sin embargo su difusión y presencia mas elocuente vendría de la mano de un sacerdote diocesano -el padre Antonio Rodríguez- quién en 1941 había fundado la ‘Obra de Barrios’ (integrada por una verdadera elite de militantes cristianos) con la finalidad de evangelizar y promover socialmente a los vecinos asentados en las zonas periféricas de nuestra ciudad.
Uno de esos lugares fue el naciente ‘Barrio de Emergencia’ creado en 1953 por decreto gubernamental y conformado por familias provenientes de la ‘Boca del Tigre’ que habían sido trasladados allí con motivo de los desbordes del Salado, las cuales estaban sumidos en la mayor de las precariedades ya que a la lejanía del centro se le sumaba la ausencia de los servicios básicos.
Tal las características de este conglomerado humano que al decir de Sol Lauría y Mónica Ritacca en este mismo diario crecería ‘bajo la sombra de Ceferino Namuncurá’ y en buena parte gracias a la dedicación del padre Rodríguez.
El barrio, que en 1956 es denominado ‘Yapeyú’ por un cartel que promocionaba la venta de terrenos en la zona, comienza a identificarse con el ‘venerado mapuche’, al punto que la ordenanza municipal Nro 6474 del año siguiente al conceder en comodato los terrenos para el futuro complejo educativo, lo hace a nombre de la ‘Obra de Barrios Ceferino Namuncurá’.
Largo sería enumerar las gestiones realizadas por el padre Rodríguez a favor del progreso del Barrio y que llegaron a feliz término, pero hay una de particular importancia y tiene que ver con el servicio de colectivos que permitiría terminar con el aislamiento al que se encontraba sometido el sector.
Ante un panorama mas bien negativo, el empresario V. Rubino afronta el desafío poniendo en circulación la Línea 15, que a sugerencia del sacerdote es denominada ‘Ceferino Namuncurá’.
En el plano religioso pronto el barrio contó con una pequeña Capilla puesta bajo la advocación de origen belga de la ‘Virgen de los pobres’, en cuyo interior se colocó una cerámica con la imagen de Ceferino.
En 1962 bajo el patrocinio del nuevo beato se ponen en marcha la Escuela Técnica Particular Nro 25 (carpintería – corte y confección – tejido) y la Escuela Primaria Nocturna Particular Incorporada Nro 159 que serán la base del actual Complejo Educativo y que no creemos exagerar si afirmamos que ha sido el gran ‘milagro’ de Ceferino entre nosotros dada la realidad a la que hemos hecho referencia.
La identidad del barrio con Ceferino era tal que en una Asamblea de la que participó buena parte del vecindario se decidió cambiar el nombre de ‘Yapeyú’ por éste siendo la propuesta desechada por las autoridades municipales, aunque estas en 1976 denominaron así a la Asociación Vecinal.
En 1974 con ocasión del 64 aniversario del fallecimiento de Ceferino Mons. Zazpe inauguraba la nueva Parroquia y en 1980 se bendecía el templo actual en cuyo atrio se emplazó un busto del para entonces Venerable hijo de esta tierra.
Paralelamente en los meses de mayo y agosto, la comunidad de ‘Virgen de los pobres’ realizaba actos religiosos, culturales y recreativos en recordación de Ceferino de los cuales participaban los vecinos y sus devotos, ocasión en la que de un modo especial se pedía por su beatificación.
También hay que hacer referencia a la puesta en funcionamiento de una Propaladora denominada ‘Chimpay’ en obvia referencia al lugar de nacimiento de Ceferino.
Mons. Antonio Rodríguez
Sin la presencia de este apostólico sacerdote ni ‘Yapeyú’ sería lo que es ni la devoción a Ceferino habría alcanzado en Santa Fe la resonancia y palpabilidad que tiene a través de las obras puestas bajo su protección.
Había nacido en 1922 en Orense ( Galicia – España) y siendo niño emigró junto con sus padres a nuestro país en busca de un futuro mejor residiendo en Buenos Aires hasta 1916 en que ingresa al Seminario de Santa Fe.
En 1925 es ordenado sacerdote por Mons. Boneo, quién a los pocos días lo designa su Secretario Privado en la delicada tarea de Administrador Apostólico del Arzobispado de Buenos Aires que le había encomendado el Papa Pío XI, tarea en la que continuara hasta la muerte de nuestro primer Obispo en 1932.
Al mismo tiempo se desempeñará como Maestro de Ceremonias de la Catedral (1926), Director de la Cruzada Eucarística y Capellán del Asilo Sagrada Familia (1926).
Ya con Mons. Fasolino como Obispo es designado al frente de la Parroquia de Laguna Paiva (1932 – 1937) donde realiza una intensa tarea apostólica a pesar del anticlericalismo propio del ambiente ferrocarrilero y desde 1933 integra el Cuerpo de Consultores.
Dadas sus cualidades desde 1927 se desempeñaba como Director – Censor del ‘Boletín Eclesiástico’ y a partir de 1937 se le encomienda la tarea de organizar un diario católico que se llamaría ‘La Mañana’ y que debía constituirse en una pieza clave de la pastoral de Mons. Fasolino.
Capellán del Asilo de las Hermanas Dominicas durante largas décadas fue también miembro del Cabildo Eclesiástico local e impulsor de las obras del nuevo Seminario que nunca logró concluirse.
En el año 1945 fue designado Supervisor General de Enseñanza Religiosa para todo el país, cargo que ejercerá hasta 1952.
Paralelamente va consolidando la obra que bajo el lema ‘el bien no hace ruido y el ruido no hace bien’ insertaría a la Iglesia en las barriadas humildes y sus centros apostólicos estarían en la base de varias Parroquias y Capillas que florecen a partir de la década del ’70, lo cual le valdría el reconocimiento no solo eclesial sino de la sociedad santafesina.
Conclusión
La mayoría de los vecinos de ‘Yapeyú’ y de los devotos del modélico patagónico han construido buena parte de su identidad religiosa y social en íntima relación con Ceferino, en gran medida ya que sus características suscitan admiración porque manifiestan la obra divina en su persona y a la vez reflejan sus propias historias de sufrimiento y marginación, que a la par que se aceptan con paciencia entrevén la posibilidad de la superación.
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